adiós a una era

Muere el clan Kennedy

El senador Edward Kennedy.

El senador Edward Kennedy.

IDOYA NOAIN
NUEVA YORK

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Lo dijo ayer el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. «Aunque sabíamos desde hace tiempo que este día llegaría, lo esperábamos no sin temor». Tras más de un año de lucha contra un tumor cerebral, Edward Moore Kennedy, Ted, Teddy, falleció el martes por la noche, a los 77 años, en su casa de Hyannis Port, en Massachusetts. Acabó Camelot, se cierra una era.

Quedan hijos, sobrinos, nietos… Herederos de un apellido que representa en EEUU lo más cercano a una monarquía. Pero con Teddy desaparece el último miembro destacado de un clan que ha marcado la historia, la política y las vidas de los estadounidenses durante más de medio siglo, quizá el que mejor encarnó una realidad resumida por el historiador James Sterling Young: «La mayoría de la gente crece y entra en política. Los Kennedy entran en política y luego crecen».

Mientras todas las banderas de los edificios federales bajaban a media asta, el país se sumía en una sensación de pérdida irremplazable que también puso en palabras Obama: «Para su familia era un guardián; para América, fue el defensor de un sueño».

El presidente llegó a llamar a Kennedy «el mejor senador de nuestra era». Y se le hacía difícil elegir una entre las cerca de 600 iniciativas legislativas que Kennedy llegó a ver convertidas en ley en sus 46 años en la Cámara Alta. Derechos civiles, laborales y electorales; sanidad, educación, lucha contra la pobreza, acceso a la vivienda… Todo lo abarcó Kennedy en su lucha por lo que llamó «los miembros más humildes de la sociedad». Y por todo eso algunos identifican ya su legado como más importante que el de sus dos famosos hermanos, los asesinados John F. Kennedy y Robert Kennedy.

VICTORIAS Y DERROTAS / Cerca de sus tumbas, en el cementerio de Arlington, en Virginia, será enterrado. Y en ese camposanto quedará un hombre que conoció –siempre bajo los focos– victorias y derrotas, tragedias y alegrías. La llamada «maldición de los Kennedy», con una familia plagada de muertes, le obligó a erigirse en patriarca.

Teddy Kennedy vivió muchas luces, pero también una eterna sombra: Chappaquiddick. Una noche de verano de 1969, tras una barbacoa regada de alcohol, su coche cayó por un puente en la isla. Le acompañaba una joven, Mary Jo Kopechne, que murió ahogada. Él tardó nueve horas en avisar a la policía. Fue sentenciado a dos meses en libertad condicional por abandonar la escena de un accidente. Pero la condena fue en realidad mayor. Nunca pudo quitarse de encima la sospecha, los interrogantes sin respuesta. Y en parte eso frustró su único intento de llegar a la Casa Blanca, perdiendo en las primarias contra Jimmy Carter en 1980. Pero redirigió su carrera. «Perseguir la presidencia no es mi vida; el servicio público lo es», dijo.

AUSENCIA CLAVE EN EL SENADO / Sus colegas en el Senado lo lloraron ayer sin diferencias de partido, culminando una carrera memorable. Fue el «león liberal», uno de los demócratas más progresistas, látigo para los republicanos en ocasiones históricas, como cuando fue de los pocos en negar su voto a George Bush para la guerra de Irak. La denunció como «un fraude».

Pero fue también un estratega que buscó y logró alianzas con los republicanos cuando hizo falta para avanzar en las causas que defendía. La última por la que luchó con pasión, como hacía desde 1969, fue la reforma de la sanidad, «un derecho y no un privilegio». Y su ausencia en ese debate se sentirá más que por su escaño vacío, para el que pidió un rápido reemplazo en una conmovedora carta la semana pasada, intentando evitar el proceso burocrático que puede retrasarse hasta enero.

Obama –al que apoyó pagando el precio de su buena relación con los Clinton– ha perdido un gran aliado. Y le resonarán las palabras que le dijo ayer la viuda al vicepresidente Joe Biden: «Él estaba listo para marcharse. Nosotros no estábamos listos para dejarle ir».