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Barack Obama, energía limpia

El regreso a los ideales ha marcado los primeros seis meses de la nueva Administración de EEUU

Obama, en un discurso en Holmdel (Nueva Jersey), el jueves.

Obama, en un discurso en Holmdel (Nueva Jersey), el jueves.

ANTONI Bassas
CORRESPONSAL DE TV-3 en Washington

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CuandoObamaacabó de pronunciar la fórmula de juramento y el jefe del Tribunal Supremo, John Roberts, lo saludó con un «Felicidades, señor presidente», los dos millones de personas que llenaban el Mall desataron el mayor clamor de emoción popular de la historia reciente del país.

Seis meses después, ¿qué ha sido de aquellas flores? Si practicamos el deporte preferido de los estadounidenses, es decir la democracia contable, comprobaremos que continúan muy tocados. Hace seis meses el paro era del 7,6% y ahora es del 9,5%. Eso son cerca de 15 millones de parados. El naufragio no ha hecho distinciones: incluso General Motors presentó quiebra.

Para FRENar la sangría,Obama entró gastando. Destinó a su plan de estímulo 562.000 millones de euros (15 veces el presupuesto de la Generalitat este año), y la falta de resultados inmediatos empieza a impacientar. El grito republicano «¿Dónde están los puestos de trabajo?» ha movido un poco las encuestas de aceptación.Obama tiene la misma que el primer día (poca broma), pero con signos de desconfianza hacia su gestión económica.

Pero esta Casa Blanca no se pone nerviosa: es imposible acabar con la mayor crisis de los últimos 70 años en seis meses. El plan de estímulo es a dos años vista. Mucho peor habría sido no hacer nada, argumenta.

Ahora bien, más allá de las cifras, hace seis meses nos preguntábamos si Obamaera solo lo contrario deBush.Ahora sabemos que no. En este medio año, el presidente ha marcado cada día la agenda a la oposición y a los medios de comunicación, y lo ha hecho con una convicción pedagógica tal que sus ideas se han convertido en los nuevos marcos mentales dentro de los que se debe discutir la política en Washington a partir de ahora: sanidad, energías limpias, educación, multilateralismo. La cultura política está siendo agitada de tal manera que a finales de mayo el canal de noticias conservador Fox News se preguntó: «¿Estamos dejando de ser un país capitalista?» .

Estados Unidos es el país del mundo que gasta más en sanidad si sumamos el gasto público y el privado, pero su esperanza de vida es la número 27 del planeta. O sea que gasta mal. Obama quiere pasar a la historia como el presidente que puso la sanidad al alcance de todos los estadounidenses. La discusión está siendo feroz, en anuncios televisivos, correos electrónicos, recogida de firmas y, muy pronto, en el Congreso.

El cambio climático, finalmente considerado como evidente, ha pasado a ser la gran oportunidad para revolucionar la industria del automóvil y liderar el nuevo sector de energías renovables. De fondo, una filosofía: el mundo ya es uno y nadie, ni siquiera la primera superpotencia, puede combatir en solitario las emisiones de CO2, el terrorismo, la gripe A o la crisis alimentaria. Son imprescindibles las alianzas. Más diplomacia que cañones.

Sobre esto, un apunte personal. Vi directamente aObamapor primera vez la mañana en que pronunció un discurso sobre Guantánamo, las torturas y la lucha antiterrorista. La cita no fue ni en la CIA, ni en el Pentágono, ni en la cubierta de ningún portaaviones. Fue en los Archivos Nacionales, en la sala dónde se custodian los manuscritos de la Declaración de Independencia y la Constitución. Allí dejó sentado que no hay fuerza más poderosa que la de la ley. La ley y no el miedo. Educar y no asustar.

Un presidente es un tono y Obamalo ha encontrado. Le habla a la gente, no a la clase política. Le habla a la gente de todo el mundo, no a los demás gobiernos. Con su célebre «He venido a buscar un nuevo comienzo» de El Cairo mostró el secreto de todas sus aproximaciones: el reconocimiento de la alteridad.

La Casa Blanca es ahora una maquinaria impaciente que pide a todo el mundo que asuma sus responsabilidades. No sabemos todavía qué frutos contables producirá esta forma más limpia de hacer política. Irán, Afganistán, Oriente Próximo o Corea del Norte necesitan más que buenos discursos. Pero sí sabemos que la realidad es más soportable cuando está inspirada por ideales. Y afortunadamente, seis meses después, los vuelve a haber.