Guerra fría en un museo londinense

BEGOÑA Arce

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Lga nueva guerra fría entre la Rusia de Vladimir Putin y Occidente ha causado una víctima colateral en Londres. Esta vez no se trata de un espía renegado o un magnate rebelde.

La mano del Kremlin ha caído ahora sobre un museo. Las salas que el famoso Hermitage de San Petersburgo abrió en el antiguo palacio londinense de Somerset House en el año 2000 están a punto de cerrarse al público definitivamente. La colaboración entre las dos instituciones culturales ha durado siete años, un periodo en el que muchas cosas han cambiado en la política y la economía rusas.

La inauguración de las salas del Hermitage en la capital británica coincidió con los aires de distensión del inicio del milenio. Un acuerdo entre el millonario Jacob Rothschild y el director del Hermitage, Mikhail Piotrovsky, permitiría ir exponiendo los tesoros de una de las más grandes pinacotecas del mundo, que solo alcanza a exhibir en sus salas un 5% de los tres millones de pinturas y objetos en su haber. El proyecto de hermanar la hermosísima galería al lado del río Neva y el palacio a orillas del Támesis contó con la bendición de políticos, aristócratas y varios oligarcas rusos.

Equipos especiales de artesanos volaron desde Moscú para decorar las salas de Somerset House de manera idéntica al Hermitage. El color de las paredes, el parquet del suelo, la marquetería e incluso los picaportes de las puertas se imitaron a la perfección. Ningún gasto se escatimó en lo que debía ser la embajada del arte ruso en Europa. La primera muestra,Los tesoros de Catalina la Grande, fue espléndida y prometedora. Entre los que brindaron el día de la opulenta inauguración estaban el entonces primer ministro Tony Blair, el príncipe de Gales y Boris Berezovski, el hombre de negocios y protegido de Boris Yeltsin, que había dejado el poder en Rusia pocos meses antes.

En el cargo presidencial le había sustituido un exagente de la KGB, prácticamente desconocido, con un físico huidizo e insignificante. El nuevo museo contaba con la protección del hombre más rico de Rusia, Mijail Jodorkovski, el más poderoso de los oligarcas rusos. El magnate que llegó a ocupar el puesto número 16 en las grandes fortunas del mundo fue poco después encarcelado por Putin, cuya deriva autoritaria es ahora bien conocida.

El otro valedor, Berezovski, está exiliado en Londres, convertido en el enemigo número uno del Kremlin. El director del Hermitage, amigo de Putin, ha preferido desentenderse de un proyecto que solo provoca recelos en el actual presidente. La explicación oficial es que los fondos se han agotado. La realidad es que Putin no está tan interesado en divulgar el arte ruso, como tampoco en hacer que la nueva casta de multimillonarios compre valiosas obras y las lleve al país.

Como es el caso de la adquisición por 60 millones de euros por parte de Alisher Usmanov, el mayor accionista del Arsenal, de la colección de la familia Rostropovich. Los tesoros del Hermitage no volverán a viajar a Londres. El arte ha terminado pagando las ambiciones imperiales del gobierno en Moscú.