El Che, símbolo eterno

ABEL GILBERT / BUENOS AIRES

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En 1968, el año en que en la norteña provincia de Tucumán se instala el primer foco guerrillero, Juan Gelman, el más grande poeta argentino vivo, escribe sobre la muerte de Ernesto Guevara, que aún estaba fresca. Gelman dice que el Che "siempre ha de volver, aunque no sea más que para mirarnos". Y entonces se pregunta: "¿Quién habrá de aguantarle la mirada?"

La respuesta requería de actos más que palabras. "Un guerrillero no muere para ser colgado en la pared". El texto, de ese mismo año, pertenece al cartel ideado por el artista Roberto Jacoby. "En mi casa tengo un póster de todos ustedes", se escribiría décadas más tarde en las paredes de Buenos Aires. El irónico grafito llevaría la firma del Che.

Cuando se cumplen 40 años de su muerte a manos de la CIA y el Ejército boliviano, el Che está en todas partes: es bandera en los estadios de fútbol y los conciertos de rock. Hay hasta calles y plazas con su nombre, antes prohibido.

En un programa televisivo que quiere encontrar al "argentino modelo", al más probo y que se llama El gen argentino, el Che Guevara le ganó a Eva Perón un lugar en el Parnaso.

María Seoane, autora de la biografía de Roberto Santucho, el líder del guevarista Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que actuó en los años 70, forma parte del panel televisivo de notables que reflexiona sobre los votos de los espectadores. "Tal vez no saben a quién votan. O sí lo saben. Votan al héroe romántico, mediático", dice Seoane a este diario. Del Che, agrega que "es una figura que solo puede ser cuestionada desde sus concepciones ideológicas, pero no por el compromiso con su ideales".

Guevara ya no es un ejemplo para la acción urgente. Es la imagen del mito. Miles de argentinos miran al comandante a través de los ojos de Diego Maradona, que se lo ha tatuado en uno de sus hombros. En la avenida Santa Fe hay un negocio que se llama Master Tattoo-Gal. Bond Street. Allí trabaja Jorge Master, "tatuador profesional" y "especialista en retratos".

No faltan los que en estos días quieren estar a tono con la efeméride. Miguel Melgarejo, que trabaja con Master Tattoo, no se sorprende por la demanda de Ches para acuñarlos al cuerpo. "Es el americano más famoso", dice. Y las casas de tatuajes no dan abasto.

"La conjunción de una derrota sublime, de un craso error táctico y estratégico, y de dos imágenes que se difundieron casi simultáneamente hicieron del Che un símbolo de desinterés, coraje, absoluto desapego, incluso por el objetivo y emblema de una victoria metafísica", observó la revista cultural Ñ.

Como Cristo

Ñ no solo alude a la clásica imagen captada en 1960 en La Habana por Alberto Korda --boina, melena al viento, mirada angelical--, sino a la otra que se le ha sobreimpuesto en el tiempo, la que tomó el fotógrafo Freddy Alborta en la lavandería del hospital de Vallegrande (Bolivia), donde el 10 de octubre de 1967 yacía el cuerpo del Che. La foto, entre La lección de anatomía, de Rembrandt, y la Lamentación del Cristo muerto, de Giotto, contribuyó a crear la iconografía santa de quien llamaba a convertirse en una máquina de matar para vencer al imperialismo.

Ciro Bustos, el argentino que cargó con el sayo de "traidor", de Judas del Cristo revolucionario, el hombre acusado de haber delatado la presencia del Che en Bolivia, --cosa que era falaz-- vive en Suecia pero, a distancia, no deja de sentir perplejidad por el "carácter mercantil" que hoy permite usar la imagen del guerrillero "hasta lo aberrante". Esto, dice Bustos, esconde otro tipo de negocio: "Tráfico ideológico".

En cambio, en Bolivia, el Che será mañana, por primera vez, objeto de reverencia estatal. El presidente Evo Morales encabezará la jornada de recuerdo en Vallegrande. A su lado estará el senador del Movimiento al Socialismo (MAS; partido de Gobierno) Antonio Peredo. Hoy tiene 71 años. En el año 1967, era un destacado periodista. Pero sobre todo, era el hermano de los otros Peredo. Coco fue el número dos del Che. Cayó en una emboscada pocos días antes de la derrota final. Dos años más tarde, en 1969, Inti trató de reorganizar la guerrilla y fue acribillado por la policía en la ciudad de La Paz.

"El hecho de que hoy gobernemos es una reivindicación de todos los héroes que lucharon en Bolivia", dice a este periodista en conversación telefónica. Peredo volverá a percibir en Vallegrande "ese sentimiento  indescriptible: es como si él estuviera realmente presente y no solo en las acciones que venimos realizando desde entonces".

Loyola Guzmán, otra de las guerrilleras del Che, es en la actualidad una de las diputadas de la Asamblea Constituyente boliviana. "Mi generación estaba convencida de que el camino de la revolución era el de la lucha armada. Hemos trabajado al revés. Primero deberíamos hacer la revolución y luego las normas. Pero se dieron las condiciones de esta manera: el mundo es diferente".

Por estos días, Guzmán piensa mucho en el Che. "Ahora los campesinos dicen que si lo hubieran comprendido entonces otra habría sido la historia". Lo que ella aún no comprende es cómo Guevara puede ser el emblema de una botella, el rostro de una prenda, una esfinge publicitaria. "¿Cómo es posible?", atina a decir, antes de cortar la comunicación.