'El Padrino' de Londres

BEGOÑA ARCE / LONDRES

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Terry Adams es un hombre de buen gusto. Su casa de dos millones de libras (tres millones de euros) en el norte de Londres es discretamente lujosa. La vivienda familiar está decorada con valiosas antigüedades y obras de arte, incluido algún Picasso. Su ropa, elegante y refinada, le da, según los que solían frecuentarle, un porte de ejecutivo internacional. Sibarita a la hora de beber, en su bodega había siempre los mejores vinos. El refinamiento de Adams, de 52 años, el más temible capo de los bajos fondos británicos, concluía a la hora de manejar los negocios. Detrás de la corbata de seda y la camisa blanca inmaculada, se escondía un gánster escurridizo, famoso por su brutalidad.

A la policía y los servicios de espionaje les ha llevado más de tres décadas meter en la cárcel al jefe de una familia de extorsionadores y traficantes de drogas, con un patrimonio valorado en 300 millones de euros, a la que se atribuyen una veintena de asesinatos."Utilizaban una gran violencia contra aquellos que quizá podían desafiarle y pocos podían permitirse contradecir sus deseos",ha señalado el fiscal Victor Temple, en el juicio celebrado en el famoso tribunal penal de Old Bailey.

Alta seguridad

El Padrinolondinense ha terminado en la prisión de alta seguridad de Belmarsh por blanqueo de dinero, después de admitir que trató de ocultar 1,5 millones de euros. El mafioso, un caballero, reconoció su culpabilidad a cambio de que se retiraran los cargos contra su esposa, Ruth, que ha quedado en libertad.

La historia delEquipo A,como se conoce a la familia Adams, arranca en el barrio de Islington, en el norte de Londres, que cuando Terry nació era una zona pobre y sórdida. Él fue el mayor de los 11 hijos de George, camionero de profesión, y Florence, un matrimonio católico de origen irlandés. Con dos de sus hermanos, Patsy y Sean (apodadoTommy), formó siendo muy joven una banda que comenzó extorsionando a los vendedores del mercado callejero de Clekenwell, próximo a su domicilio, y atracando a mano armada.

Marihuana y cocaína

Elboompara la familia llegó en los años 80 con la explosión del mercado de las drogas. Marihuana primero, cocaína después, éxtasis una década más tarde. Los Adams extendieron sus tentáculos por medio mundo, colaborando con narcotraficantes colombianos, losyardiesjamaicanos y mafias rusas."Estaban en todos los negocios, discotecas, pubs, carreras de caballos trucadas, drogas, blanqueo de dinero",afirma una fuente de la Brigada Nacional contra la Delincuencia. Terry llegó incluso a pensar en comprar un club de fútbol, el Tottenham Hotspur, pero la adquisición requería ciertas investigaciones sobre el origen de su fortuna que no podía permitirse.

El dinero de la droga lo blanqueaban con la ayuda de un joyero, SaulSollyHahome, que más tarde fue eliminado a manos de un asesino a sueldo. También murió, atravesado por una espada de samurai, el antiguo atleta olímpico Claude Moseley, que vendía drogas para el clan y cometió el error de tratar de engañarles. La mano ejecutora del crimen fue el matón de los Adams, Gilbert Wynter, que desapareció a su vez, misteriosamente, aunque se rumorea que sus restos forman parte de los cimientos del Millennium Dome en Londres.

Intocables

Los Adams parecían intocables. Cualquier juicio contra alguno de sus miembros terminaba en fiasco. Hay serias sospechas de que testigos, jurados, policías, informantes y algún que otro magistrado recibieron sus advertencias y regalos.

Pero hace 10 años las cosas comenzaron a cambiar. Los servicios de inteligencia del MI5, liberados de la guerra fría y preocupados por el auge del crimen organizado, volvieron sus ojos hacia los Adams. Sus miembros adoptaron una vida discreta. Patsy y Tommy, detenido más tarde, decidieron pasar cada vez más tiempo en España. Terry se quedó en el Reino Unido, pero intentó borrarse del mapa."Estaba viviendo como un recluso. A penas salía. Tenía miedo hasta de su propia sombra",afirma una fuente policial. La investigación para meterle entre rejas ha costado 75 millones de euros y quizá no ponga el punto final a su carrera. En menos de 10 años el capo puede estar de nuevo en la calle.