Senadores demócratas acercan a Haspel a la confirmación para dirigir la CIA

Varios han pasado a apoyarla después de que haya renegado por escrito de las torturas, aunque parcialmente

Gina Haspel, nombrada directora de la CIA

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Idoya Noain

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El camino de Gina Haspel para convertirse en directora de la CIA se ha despejado pese al agrio debate sobre el papel de la nominada de Donald Trump en las torturas y pese a que sigue sin condenarlas firmemente como inmorales. Este miércoles el comité de Inteligencia del Senado ha respaldado la confirmación de Haspel, con dos de los siete demócratas votando a su favor junto a los ocho senadores republicanos. Y el apoyo ya anunciado también de varios demócratas en la votación definitiva en el pleno de la Cámara Alta, que podría producirse esta misma semana, hace que su ratificación esté prácticamente garantizada.

El debate sobre Haspel ha sido y sigue siendo intenso. Ella dirigió a finales de 2002 en Tailandia un 'black site', las cárceles clandestinas establecidas por la CIA tras los atentados del 11-S en las que se torturó a sospechosos de terrorismo. Jugó también un papel clave en la destrucción, en 2005, de 92 vídeos en los que se grabaron algunos de esos brutales interrogatorios. Son cuestiones que le han valido una denuncia de un grupo de abogados alemanes pidiendo su arresto si pone un pie en Europa. Y cuando la semana pasada compareció ante el comité, contestó preguntas pero dejó dudas. Aunque se comprometió a que bajo su mando la CIA no volvería a la práctica, ni aunque se lo pidiera Trump, evitó una condena contundente de lo realizado en el pasado, subrayando repetidamente que en su día la Administración de George Bush lo consideró “legal”.

Rechazos y apoyos

Fue esa ambigüedad la que llevó al senador republicano John McCain, un veterano de guerra que fue torturado en Vietnam, a anunciar su rechazo. “Le descalifica su negativa a reconocer la inmoralidad de la tortura”, escribió en un comunicado McCain, que está en Arizona recibiendo tratamiento por un agresivo cáncer cerebral (y se convirtió en centro involuntario de otra tormenta nacional cuando se supo que Kelly Sadler, una asesora de comunicación de la Casa Blanca, había denostado la importancia de ese rechazo diciendo que el senador “se está muriendo de todas formas”.)

También el senador libertario Rand Paul anunció que no votaría por Haspel y la confirmación en el pleno, donde los republicanos tienen una ajustada mayoría (51 de los 100 escaños) quedaba en el aire. Pero el martes todo cambió. Mark Warner, el más destacado demócrata en el comité de Inteligencia, dijo que había decidido apoyarla. Le siguió otra colega demócrata. Y son ya cinco quienes le darán su voto en el pleno.

Warner justificó su decisión, que calificó de “difícil”, tanto por conversaciones privadas mantenidas con Haspel como por el apoyo que ha recibido de antiguos altos cargos del espionaje y la seguridad nacional, incluyendo varios que desempeñaron sus funciones durante la Administración de Barack Obama. Y la adoptó tras recibir una carta de la nominada en la que asegura que ha “aprendido lecciones duras desde el 11-S” y dice que “la CIA no debería haber emprendido el programa de interrogatorio reforzado”, el eufemismo con el que se habla de las torturas (palabra que Haspel nunca menciona). Haspel también asegura que el programa “acabó dañando” tanto a los agentes de la CIA como el prestigio de Estados Unidos y afirma que “EEUU debe ser un ejemplo para el resto del mundo”.

Ambigüedad y persistentes dudas

La misiva, no obstante, sigue salpicada de ambiguedad. Haspel, por ejemplo, insiste en que no condenará a quienes tomaron las “díficiles decisiones” y reitera su opinión de que las torturas sirvieron para “conseguir información valiosa”.

Respuestas que ha enviado por escrito a senadores, además, mantienen otras sombras. No reconoce qué papel jugó personalmente en el programa y esa información sigue siendo clasificada (aunque ella tiene autoridad para levantar el secreto). Y persisten las dudas sobre la destrucción de los vídeos de las torturas.

En su comparecencia Haspel dijo que ella no aparecía en las imágenes y que los 92 vídeos destruidos eran de interrogatorios a un solo detenido, lo que apunta a Abu Zubaida, al que se interrogó en el ‘black site’ de Tailandia antes de que ella llegara como supervisora. No obstante, información desclasificada apunta a que dos cintas recogían interrogatorios de Ab al-Rahim al-Nashiri, otro sospechoso al que se interrogó cuando ella estaba al frente del centro clandestino. Haspel no ha explicado cómo o por qué esas dos cintas se rompieron o borraron antes de que se diera la orden oficial de destruir las 92 grabaciones.