Entre todos

Los inquilinos de la Gran Barcelona resisten: "El alquiler es abusivo, pero no nos vamos"

CONTEXTO | Éste es el mapa de cómo se ha incrementado el precio del alquiler de 2017 a 2022 en los municipios de la conurbación barcelonesa

Lectores de EL PERIÓDICO cuentan sus dificultades en primera persona como arrendatarios en las urbes del área metropolitana de Barcelona

combo vecinas

combo vecinas / RICARD CUGAT

Luis Benavides

Luis Benavides

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¿Es realmente Barcelona accesible para los barceloneses o es inaccesible y por eso se está optando por vivir a las afueras? Con esta pregunta arrancaba una carta enviada por Alba Ruger a Entre Todos, la sección de Participación de de EL PERIÓDICO.

Esta joven de 36 años explicaba en primera persona el sobresfuerzo económico realizado junto a su pareja para poder vivir en la capital catalana: en los últimos ocho años han visto como su alquiler se ha incrementado en un 65%. 

Cuando la propietaria del piso les comunicó una nueva subida (la tercera), esta pareja, ambos con trabajos cualificados y formación superior, se plantó. No pensaban seguir participando de lo que consideraban una tiránica escalada de precios. Salir de la ciudad en busca de una vivienda a un precio mucho más razonable entraba por primera vez en sus planes.

“Nosotros marchamos de nuestro hogar, algo que no le sentó muy bien al segundo bebé, que llegará en un mes…”, escribía Ruger el pasado agosto. Finalmente, explican a este diario meses después, llegaron a un acuerdo con la persona que les alquilaba el piso: consiguieron “una prórroga de meses” mientras acaban de rematar la compra de una vivienda en la misma zona. 

“Estábamos pagando 1.200 euros de alquiler en Les Corts y pagaremos lo mismo de hipoteca, aunque al tenerla de tipo fijo no dependeremos de la voluntad del casero, de su comprensión, que eso siempre genera incertidumbre”, explica Ruger, quien ya ha tenido el bebé que esperaba y en Barcelona, como realmente deseaba. Habla de “final feliz” porque, si bien estuvieron a punto de irse lejos, echaron el resto para quedarse cerca de la familia y de sus puestos de trabajo. 

La compra del piso en el caso de esta familia fue una mezcla de “necesidad y oportunidad”, subraya la lectora, muy crítica con la falta de un control efectivo por parte de las Administraciones competentes, que permiten “alquileres abusivos”. Precisamente la ley catalana que limitaba los alquileres, anulada en parte por el Tribunal Constitucional, permitió a otra lectora acceder a un piso por 960 euros al mes. Fue en febrero de 2022.

“Nos beneficiamos de esta ley antes de que la tumbaran, porque estaban pidiendo unos 1200 euros”, cuenta Miriam Sivianes, de 31 años, que envió varias cartas a la sección Entre Todos. Una iba dirigida principalmente a la clase política cuyas políticas -o inacción, según se mire- han sumido a los jóvenes en una espiral de precariedad.

“Hoy pagar un alquiler cuesta proporcionalmente más, hoy pagarse una hipoteca y cumplir las condiciones se hace mucho más cuesta arriba, porque hay mucha menos oferta y los suelos fueron explotados en los 80, 90s y primera década de los 2000”, protestaba en su misiva. En otra apuntaba la expulsión de muchas personas de "los barrios donde han vivido sus familiares, amigos y vecinos siempre".

"En barrios como El Coll no hace tanto podías encontrar pisos por 650 euros. Ahora te piden el doble, ¡es una locura!”

Esta canaria afincada desde 2015 en el barrio de Vallcarca i els Penitents de Barcelona se siente afortunada porque pudo quedarse a vivir en la ciudad de Barcelona con su pareja. En su círculo de amigos hay jóvenes hartos de compartir piso con amigos y desconocidos, y eso los que han podido abandonar el nido familiar.

“He notado que ahora es mucho más difícil encontrar un piso asequible en Barcelona. La primera vez que nos fuimos a vivir juntos tardamos solo un mes en encontrar algo, pero esta vez estuvimos un año entero buscando. En barrios como El Coll no hace tanto podías encontrar pisos por 650 euros. Ahora te piden el doble, ¡es una locura!”, asevera Sivianes, quien se ve en un futuro no muy lejano en municipios de la segunda y tercera corona para “ganar en calidad de vida”. Buenas conexiones con transporte público y la cercanía de áreas verdes serán, llegado el momento, condiciones indispensables, asegura.

“La intranquilidad siempre está ahí”

Isabel Franco, de 54 años, también ha compartido con el resto de miembros de la comunidad de lectores de EL PERIÓDICO su “sufrimiento” como inquilina en un piso de alquiler. Ansiaba cierta estabilidad después de años viviendo en un piso propiedad de un banco, esperando ese Burofax notificando que le cancelan el alquiler o que le renuevan pero con una actualización del precio.

“Todo esto lo sufrimos los que estamos de alquiler, como nómadas de un lado para otro y siempre pendientes de las noticias como la de la limitación del precio por parte de la Generalitat que espero que llegue a ser realidad”, explicaba en su carta datada de principios de 2020.

 “Todo esto lo sufrimos los que estamos de alquiler, como nómadas de un lado para otro"

Este diario se ha interesado por su situación actual y la lectora nos cuenta que en noviembre de 2021 compró el piso en cuestión, sito en el distrito de Sant Andreu de Barcelona. Era eso o buscar otro “que siempre sería peor y más caro”, porque el banco decidió que ya no les renovaban el alquiler.

“Llevábamos aquí desde 2013 y nos queríamos quedar. Al hacer números con el banco nos quedaba una hipoteca de 700 euros, que era prácticamente lo que ya estábamos pagando. Eso sí, al ser una hipoteca a tipo variable la intranquilidad siempre está ahí”, puntualiza Franco.

“Barcelona vacía de jóvenes”

“Sueldo bajo, alquiler alto y ayudas que no llegan”. Así es la vida para muchos jóvenes, muchos de ellos ‘hiperformados’ pero con poca experiencia en el mercado laboral. Jóvenes como Anna Grau, una lectora del diario a punto de graduarse en Publicidad y Relaciones Públicas. Solo hace unos meses que consiguió independizarse con un par de amigas.

Las tres encontraron un piso adecuado a sus bolsillos en el lado de la Riera Blanca que pertenece a L’Hospitalet de Llobregat. Con todo, tampoco encontraron precisamente una ganga. Por eso a una de sus compañeras de piso le tienen que ayudar los padres y la otra, entre las prácticas del máster y un trabajo a media jornada, hace malabares para llegar a final de mes. “Vamos al día, es imposible ahorrar algo”, protesta Grau, que en su carta ya explicaba la odisea que supone para un joven pagar un alquiler sin renunciar a algo de ocio y diversión.

“Ahorrar y disfrutar de la vida ya no son compatibles. Es un dilema constante en mi día a día y que cada vez se hace más y más difícil en un contexto tan cambiante, precario e impredecible”, apuntaba esta joven, quien ya proyecta su futuro en el extranjero. “Después de hacer el Erasmus tengo ganas de ver más mundo –subraya- y creo que fuera puedo encontrar trabajos dentro de mi sector mejor pagados y con mayor responsabilidad”. El día que marche solo comprará un billete de ida, apostilla.

La subida de precios se ha extendido desde el corazón de Barcelona hasta la llamada periferia metropolitana. Y con esta mancha, los jóvenes. Lo tiene comprobado un profesor universitario, Sergio Gómez, que en una carta enviada a la sección Entre Todos hablaba de una “Barcelona vacía de jóvenes”. “Jóvenes que, en la mayoría de casos, ven imposible tener hijos y que también ven imposible seguir viviendo en la ciudad en la que nacieron”, aseveraba este vecino de Sant Martí preocupado por el futuro más inmediato de sus estudiantes.

“Algún estudiante me ha comentado que lo tienen muy difícil para vivir en Barcelona porque cuando empiezan tienen sueldos bajos y no se pueden permitir pagar solos un alquiler, por lo que acaban expulsados de sus propios barrios, sobre todo si son de clase media trabajadora. Algunos incluso afirman que no se han llegado ni a plantear la posibilidad de emanciparse, les queda muy lejos. El precio del alquiler puede llegar a suponer más del 60% de su nómina cuando lo correcto debería ser inferior al 30%”, lamenta este docente.

Y el problema es desigual en la geografía española. “En Albacete, por ejemplo, se puede alquilar un piso con tres habitaciones por 500 euros al mes –continúa-, mientras en Barcelona por ese precio como mucho puedes encontrar una habitación, y cada vez es más difícil”.

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