CORONAVIRUS

Calma tensa en Bellvitge, que capea la segunda ola entre protestas laborales

Panorámica del Hospital de Bellvitge.

Panorámica del Hospital de Bellvitge. / periodico

EFE

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El Hospital de Bellvitge de L'Hospitalet de Llobregat mantiene, de momento, bajo control la segunda ola de la pandemia con unas cifras de ingresados alejadas de la saturación, pero cuya tendencia al alza durante las últimas semanas ha puesto en alerta a unos trabajadores fatigados por la alta carga asistencial.

"Por ahora está todo controlado, pero dentro de una semana vete tú a saber cómo estamos", apuntan con cautela a Efe fuentes sindicales y empleados del hospital, que reclaman "más manos" para corregir deficiencias "estructurales" y garantizar el descanso de los trabajadores ante un eventual aumento repentino de casos.

Bellvitge, centro público del Institut Català de la Salut (ICS), es el hospital de referencia comunitario para más de 200.000 habitantes de L'Hospitalet y el Prat de Llobregat y centro terciario referente para más de 2 millones de habitantes, cuenta con cerca de 750 camas y más de 4.400 profesionales.

Sin riesgo de saturar

Aunque durante las últimas semanas el goteo de ingresos de pacientes con covid-19 ha sido constante y, según la dirección, ha aumentado "significativamente", el centro, a diferencia de otros, no se encuentra en riesgo de saturación.

En comparación, a fecha del pasado viernes 6 de noviembre, mientras que en el total de Catalunya se registraban 2.725 ingresados con covid-19, de los que 471 estaban en la UCI, en Bellvitge, uno de los hospitales más grandes de la región, había 140 hospitalizados y 19 en las unidades de críticos.

Si bien en las últimas dos semanas la cifra de hospitalizados por covid-19 en Bellvitge se ha casi duplicado, pasando de los 77 del viernes 23 de octubre a los 140 del pasado día 6, el número de ingresados críticos apenas ha variado: de 19 a 22. "No hay color. Este número de ingresados no tiene nada que ver con los de abril", remarca la enfermera y delegada de SATSE en Bellvitge, Ester Casiñe, que admite que ahora están más preparados a nivel de material, protocolos y conocimiento de la enfermedad.

Diferencias con la primera ola

Echando la vista atrás, efectivamente, la situación actual no tiene punto de comparación con los peores momentos de la primera ola, cuando el porcentaje de pacientes con covid-19 representaba más del 80% del total, con más de 540 ingresados y hasta 132 en la UCI.

"El Plan de Contingencia del hospital prevé la posibilidad de abrir nuevas unidades tanto para los pacientes hospitalizados convencionales como para los semicríticos y para los críticos con covid-19, si es necesario. Sin embargo, en caso de que se mantengan las actuales cifras y tendencias, el hospital confía en que no sea necesario abrirlas", ha explicado la dirección del centro a Efe.

Además del margen de camas disponibles, Bellvitge cuenta con otro as en la manga para hacer frente a la segunda ola de la pandemia gracias al hospital covid que se está construyendo a toda prisa al lado del hospital. Se trata de un espacio polivalente de cuatro plantas y una superficie total de 4.500 m2 que entrará en funcionamiento a principios de 2021 y acogerá las urgencias por covid y hasta 64 camas de hospitalización convencional más.

Agotamiento por las deficiencias estructurales

"El personal está agotado. La gente necesita descansar. Es verdad que se ha contratado a mucha gente, pero porque se han abierto servicios y unidades. Yo llevo 15 años en una unidad y somos el mismo personal de enfermería desde entonces, cuando la carga asistencial no es la misma", señala la delegada de SATSE, recordando que el hospital ha inaugurado en los últimos años las nuevas urgencias y el nuevo edificio tecnoquirúrgico.

En comparación, según datos del propio hospital, en 2010, antes de los recortes, el hospital de Bellvitge contaba con 4.020 trabajadores, 759 camas y registró una actividad asistencial de 32.873 altas, 33.859 intervenciones quirúrgicas y 104.550 urgencias atendidas. Mientras en 2019, con 4.306 trabajadores y 695 camas, se llevaron a cabo 37.080 altas (4.207 más), 44.873 intervenciones quirúrgicas (11.014 más) y se atendieron 116.034 urgencias (11.484 más).

"La ratio está superdesfasada, no tiene nada que ver el trabajo de hace 15 o 20 años con el de ahora, nada", recalca la enfermera, que insiste en reivindicaciones tradicionales del sector como volver a la jornada de 35 horas o el reconocimiento del solapamiento de jornada.

A estas demandas, Casiñe añade una queja sobre la gestión de la pandemia: ninguno de los representantes sindicales ha podido participar ni dar su opinión en las reuniones del comité de crisis que elabora los protocolos y el plan de contingencia.

Lucha contra los recortes

"Si en aquel momento todos los que nos movilizamos no lo hubiéramos hecho, esta pandemia habría sido nefasta porque tendríamos 400 camas menos. A veces se cree que protestar no sirve de nada porque seguimos con la misma precariedad en la sanidad pero tenemos que imaginarnos esta pandemia con 400 camas menos de hospital. Hubiera sido un verdadero desastre", sostiene la enfermera y delegada de la CGT de Bellvitge, Maribel Rodríguez.

Las movilizaciones a las que hace referencia Rodríguez son las protagonizadas por usuarios y profesionales durante el periodo 2011-2014, especialmente las del verano de 2014, cuando incluso hubo pacientes que se "amotinaron" en plantas del hospital que la dirección iba a cerrar durante el periodo estival y que los sindicatos y otras organizaciones denunciaron como cierres permanentes encubiertos.

El conflicto de los celadores

Aunque el grueso de las demandas laborales coinciden con las de los trabajadores de otros centros, en Bellvitge, en medio de la segunda ola, ha estallado un conflicto latente desde hacía meses, el de los celadores. Tras dos convocatorias de huelga suspendidas por las promesas de la dirección, una asamblea de celadores, con el apoyo de la CGT, convocó la semana pasada tres paros diarios de una hora en protesta por las precarias condiciones del último eslabón de la cadena sanitaria.

"Somos la única categoría profesional con atención directa al paciente que no tiene una formación reglada. La gente empieza a trabajar sin ningún conocimiento sanitario de la profesión", explica Alberto Martínez, celador de Bellvitge desde hace 16 años, advirtiendo que durante la primera ola de la covid-19 la situación se complicó aún más, ya que los celadores fueron considerados por el Gobierno como personal de bajo riesgo, lo que les dejó a la cola de los sanitarios a la hora de conseguir los escasos EPI.

Martínez explica que en Bellvitge, dado el crecimiento que ha experimentado el hospital, la carga de trabajo ha aumentado mucho porque la plantilla no ha crecido acorde al volumen de trabajo. "Tenemos sillas de metal de hace 20 o 30 años, la gran mayoría tienen más de 10 y no giran bien. Y hay muchos momentos en los que no hay, nos tenemos que robar sillas entre celadores", relata indignado, enfatizando que es una situación "impropia de un hospital puntero como Bellvitge" y destacando que el mal funcionamiento del material provoca lesiones en los celadores.

A falta de una formación reglada, los celadores de Bellvitge reclaman al hospital un mejor programa de formación continuada para su categoría laboral, pues los novatos entran a trabajar sin saber nada y son los trabajadores veteranos los encargados de explicarles sus funciones y cómo hacerlas, mientras siguen lidiando con sus deberes profesionales.

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