Casi como un primer día de colegio, la restauración catalana ha vivido este lunes una jornada agridulce de regreso a la actividad. La cara ha sido la ilusión, a partes iguales, de operadores desesperados por volver a trabajar y clientes ávidos de ese servicio, por necesidad práctica o puro disfrute. La cruz, las limitaciones que dejan el techo de ingresos muy bajos y el hecho que muchos no se han atrevido a levantar la persiana a falta de poder realizar el servicio de cena, o por inviabilidad de su aforo. La patronal barcelonesa ha estimado, como avanzó ayer este diario, que un 70% de los establecimientos han optado por abrir.