La 'no le llamen presidencia' de Pere Aragonès afronta estos días el primer gran reto de su gestión. De hecho, y como todo el mundo anticipaba, se trata de 'el' reto: el manejo de la pandemia y, en concreto, de su temida segunda ola. Aragonès, al frente del Govern, hace equilibrios en una estrecha franja, autodefinida por él y su partido, por donde transitar. Estos límites se pueden sintetizar en los siguientes: no usar nunca ningún atributo formal propio de la presidencia, para no encrespar a los socios y, sobre todo, no dar la imagen de sacar provecho de la inhabilitación de Quim Torra; irradiar que, bien o mal, hay alguien al frente y que ese alguien es él. Ejercer, por tanto, de ‘president; evitar que Catalunya derive en una situación parecida a la de la Comunidad de Madrid y que se decrete el estado de alarma y, por último, aunque ya saben que no menos importante, lidiar con la tensión matrimonial siempre de fondo con Junts per Catalunya.