"¿Que qué tengo en la nevera? Nada, nada, un par de patatas y poco más... No me hagas esta pregunta, que me desmorono", responde Josefa, una mujer separada con dos hijos a su cargo a la que la crisis del coronavirus la ha pillado viviendo en casa de su hermano, pescador y ahora también sin ingresos. Por primera vez en su vida se ha planteado ir a pedir ayuda al Banco de Alimentos, pero no lo puede hacer, ya que no está empadronada. En casos como el suyo, son las entidades sociales y las plataformas vecinales las que están ayudando a llenar la cesta de la compra. Varias asociaciones alertan de que están emergiendo nuevos perfiles de personas que vivían de la economía sumergida y ahora se han quedado sin dinero. "Estamos viendo la punta del iceberg de lo que vendrá", alerta Jordi Gusi, gerente de la Federación de Entidades Catalanas de Acción Social (ECAS). De momento, Cáritas ya ha registrado un 50% más de peticiones para alimentarse de lo que es habitual, y un 22% más para pagar el alquiler.