La mañana del 12 de julio del 2010, Javier Ruiz (65 años), asesor de calidad del Hospital Universitari Sagrat Cor de Barcelona, recibió una llamada. Era su hija Lara, que le telefoneaba desde los Campos Elíseos de París, donde vivía entonces, para hablarle efusivamente de un tal Andrés Iniesta, a quien había conocido la noche anterior, ya que no le gusta ni sigue el fútbol.