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Gente

Mamarazzis: Isabel Preysler no decepciona

Isabel Preysler emociona en 'El hormiguero' al abrir su vida como nunca para presentar sus memorias: "Me tuve que casar embarazada"

Isabel Preysler, en el Hotel Mandarin Oriental Ritz de Madrid.

Isabel Preysler, en el Hotel Mandarin Oriental Ritz de Madrid. / JOSÉ OLIVA

Laura Fa

Laura Fa

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Las Mamarazzis hemos de reconocerlo: de todas las biografías de famosos que han salido y van a salir, la que menos esperábamos era la de Isabel Preysler. Pensábamos que sería sosa, anodina, vacía… pero nada más lejos de la realidad. 'Mi verdadera historia' arranca con una advertencia: “Muchas cosas se han escrito sobre mí sin que yo interviniera”. Y es cierto que la socialité ha dado muchas entrevistas a lo largo de su vida, pero en muchas de ellas nos quedábamos solo con el personaje. En el libro recorre sus relaciones con hombres poderosos y muestra cómo, a través de ellas, fue construyendo su propia autonomía. Por ejemplo, con Julio Iglesias confiesa que: “Para complacerle, me olvidé de mí y me convertí en su ideal de mujer”. Una frase que resume cómo la fama y el éxito de él la relegaban a un segundo plano. Un patrón muy común entonces, fuera el señor cantante de éxito o no.

De Miguel Boyer, Isabel habla de unos problemas que desconocíamos: “Le rogué que acudiera al psiquiatra para tratar sus celos, pero solo fue una vez”. Asegura que él le montaba tales numeritos en las cenas con amigos que ella, una vez llegaban a casa, tenía que llamarles para pedir disculpas por la actitud de su marido. Qué importante es no romantizar situaciones tóxicas. Los celos no son una prueba de amor. No es romántico tener una pareja celosa que no sabe controlarse. Los celos desmesurados son violencia emocional disfrazada de pasión, y está muy bien que la Preysler lo narre como un problema en su relación.

Isabel Preysler en 'El hormiguero'

Isabel Preysler en 'El hormiguero' / Atresmedia

Y la parte que dedica a Mario Vargas Llosa es oro puro. Durante estos años se ha dicho que si él le pagaba 80.000 euros al mes por vivir en su casa, que si el Nobel no era feliz, que si la dejó porque no soportaba la vida “disoluta y fiestera” de ella. Pues todo queda bien clarito en el libro. Como hasta el momento su palabra no había servido para matizar o corregir esas informaciones, la Preysler publica en la parte final del libro las cartas manuscritas que el escritor le enviaba. Más allá del asombro que produce leer que él solo quería llegar a casa para besarle las orejitas y los pies (sí, los pies), en ellas demuestra lo enamorado que estaba el escritor y cómo fue ella quien lo dejó, harta de sus idas y venidas. Él, experto en ghosting y desplantes a su mujer Patricia durante más de setenta años, esperaba que la Preysler aguantara lo mismo. A la tercera que desapareció, ella le dijo que su casa no era un hotel y que no hacía falta que volviera nunca más. No hay final más digno frente a un señor acostumbrado a ningunear a sus parejas.

Esta semana se ha reactivado la polémica que inició María Pombo al asegurar que no le gustaba leer y que había que normalizar que la gente no leyera. Las Mamarazzis discrepamos, y por eso en nuestro programa de televisión en La 2Cat tenemos una sección que es “El club de lectura”, al que no vamos a invitar a la Pombo, claro, pero con el que dejamos claro que hasta la lectura, a priori, más superficial puede ayudarnos a formarnos como personas. Con el libro de Bárbara Rey y Mar Flores aprendimos lo qué son los distintos tipos de violencias machistas. Con el de Isabel Preysler aprendemos que leer, sea lo que sea, nunca es un acto banal. Cada libro, desde las memorias de una figura mediática hasta las obras de Paul Auster, Sally Rooney o Emmanuel Carrère, puede abrirnos los ojos a realidades que estaban ahí, pero que no queríamos ver. El de Isabel Preysler, más allá del brillo y las portadas, nos recuerda que detrás de cada historia de amor también puede esconderse una historia de aprendizaje, de límites y de emancipación.

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