Mamarazzis

Anatomía de una exclusiva Real

Publicadas fotografías de Leonor en bikini en una playa de Uruguay

PÓDCAST MAMARAZZIS | Todo sobre las fotografías de la princesa Leonor en una playa de Uruguay

Leonor, el pasado mes de octubre.

Leonor, el pasado mes de octubre. / EUROPA PRESS / Europa Press

Lorena Vázquez

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¡Ah, los paparazzi! Esos artistas del cazar sin ser cazado, vilipendiados muchas veces, que, armados con cámaras y teleobjetivos, trabajan para capturar la instantánea que los famosos no quieren que veamos. Esta vez, su presa ha sido la princesa Leonor. La joven ha sido captada en bikini durante una jornada playera en Uruguay y se ha convertido en la portada del año.

Se dice que un buen reportero nunca pregunta, observa. A observar nadie les gana. Los paparazzi son los verdaderos ladrones de instantes que muestran lo que las figuras públicas desearían mantener en privado. El precio de la fama y la popularidad es vivir en un permanente escaparate del que cuesta librarse, no nos engañemos. Pero, admitámoslo, nos fascina ver lo robado, lo espontáneo, ese segundo de realidad capturado sin que el protagonista se dé cuenta. Ya sea por morbo, por admiración o por puro cotilleo, queremos saber cómo son las celebridades cuando nadie les mira y los paparazzi se encargan de realizar ese servicio público.

Las imágenes de la princesa en bikini, publicadas por ‘Diez Minutos’, han puesto patas arriba a la Casa Real y han reabierto el eterno debate: ¿Libertad de expresión o derecho a la intimidad? ¿Acoso a la heredera o derecho a la información sobre un personaje público? Algunos lo ven como una intromisión intolerable, otros como una portada donde se cosifica el cuerpo de una mujer y se desdibuja su papel institucional, pero el paparazzo ha hecho su trabajo y ha conseguido el reportaje del que todo el mundo habla para bien o para mal.

Sucedió algo parecido cuando en 2007 se publicaron las primeras imágenes de la reina Letizia, entonces princesa, en traje de baño, a bordo del ‘Fortuna’, en la isla de Cabrera. Ese reportaje fue portada de dos revistas y su precio fue de 390.000 euros. Esta vez, rondaría los 60.000 euros. Son otros tiempos.

Dejando al margen a la princesa Leonor, el otro protagonista de esta historia es el fotógrafo. Según nos cuentan a las Mamarazzis, E. es un joven de 28 años, graduado en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid, con un máster en abogacía y, recientemente, titulado en investigación privada. Su madre trabajó como periodista y otro pariente cercano era detective. Al final, acabó mezclando ambas vocaciones en un solo oficio. Le llaman “el motivado” porque vive su trabajo con una ilusión y una perseverancia casi obsesiva. Lleva seis años en la profesión y empezó en la fotografía mientras estudiaba. Ha logrado grandes exclusivas como las primeras imágenes de Luis Miguel y Paloma Cuevas juntos o destapar la relación de Irene Urdangarin y Juan Urquijo, pero lo de Leonor ha sido su Everest.

El trabajo de meses estudiando rutinas y vigilando a los escoltas culminó en Uruguay. Decidió viajar dos días antes de la llegada del barco en el que viajaba la princesa. Ningún compañero quiso acompañarlo porque les parecía un viaje demasiado caro y demasiado arriesgado. No fue llegar y besar el santo. La sesión fotográfica duró hora y media, pero con toda una jornada de espera. Horas interminables hasta que la heredera apareció ante su objetivo. Se sintió como Robin Hood, robando la intimidad real para el pueblo. ¿Su primera llamada tras disparar? A su madre. Seguramente, la princesa Leonor hizo lo mismo al ver por primera vez el reportaje.

El verdadero arte del paparazzi es ver sin ser visto. No busca fama, solo la imagen perfecta.