Moda empoderadora

El día que las 'metzineres' del Raval fueron modelos

La segunda edición de 'Disseny per a la Inclusió' programa nuevos talleres con colectivos en situación de vulnerabilidad para que se empoderen gracias a la creatividad

La 'metzinera' Noa   NO PUBLICAR

La 'metzinera' Noa NO PUBLICAR / MARC ASENSIO

Laura Estirado

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La pandemia, que en tantas cosas nos ha fastidiado también ha dado pie a proyectos ilusionantes y que devuelven la fe en el ser humano. Este es el caso de 'Disseny per a la Inclusió', un fructífero acuerdo entre el Museu del Disseny de Barcelona y la asociación Ojalá Projects que pone al servicio de los ciudadanos esta herramienta, el diseño, que a veces se olvida de su fin, servir a las personas para facilitarles el día a día.

"El diseño se ve como algo elitista y exclusivo, pero nuestra idea es utilizarlo como una potente herramienta de transformación social. Del lado del alumno, porque se pueden identificar y resolver las necesidades de las personas, y del lado de los colectivos en situación de vulnerabilidad, porque se puede utilizar como un mecanismo de cambio, de transformación y de empoderamiento”, asegura Anaïs Esmerado, el alma impulsora de una convocatoria que este marzo llegará a su segunda edición y que volverá a unir a alumnos de la escuelas de diseño como BAU o Elisava con asociaciones como Cáritas y la ONCE. "Con los primeros trabajaremos por qué un piso penitenciario en el que vive gente que está cumpliendo una condena tienen que ser una extensión de la cárcel y no un espacio más humano, y con la otra organización trataremos de ayudar a las personas invidentes a reconocer mejor los objetos gracias a su diseño”, relata Esmerado, profesora en esos centros, y que antes de la llegada del covid se llevaba a sus alumnos a hacer prácticas a campos de refugiados de Grecia

La acción local como germen

"Cuando ya no se podía viajar, tuvo más sentido la acción local", asegura. Y ese fue el germen de la primera edición en Barcelona, en la que trabajaron con TEB Barceloneta, TEB Sant Andreu, Intress, Superar l’Ictus BCN y las Metzineres del Raval. "El año pasado, el museo tuvo una programación menor debido a la pandemia y pudo impulsar más proyectos que este año. Pero el eje vertebrador seguirá siendo el mismo, el diseño como transformador social", insiste Anaïs, que pone como ejemplo de auténtica revolución la vivida la pasada primavera en el corazón de la ciudad

Judith Pinyol fue una de las 12 alumnas que, desde marzo y hasta finales de mayo, acudió a los talleres de moda que todos los viernes se impartían en el Àgora Juan Andrés Benítez, muy cerca de las Ramblas. Otras tantas 'metzineres' (hechiceras) no faltaron "ni un solo día a la cita", a pesar de sus difíciles vidas, pues muchas de ellas ejercen la prostitución, consumen drogas y saben lo que es vivir entre rejas. "Vinieron siempre, y hasta se llevaban deberes a casa... Allí se establecieron unos vínculos de confianza de unas con otras muy fuertes. Ni nosotras ni ellas pensábamos que aprenderíamos nada, pero fue todo lo contrario", asegura la joven.

Diseños empoderadores

"A la asociación llegan muchos sacos de ropa donada, pero el problema es que estas mujeres no se sienten identificadas con esa ropa, muchas veces de otras épocas", cuenta Pinyol. "Lo que hicimos fue usar esas prendas y sacar patrones, intentando crear otros usos para las piezas que nos llamaban la atención por algún detalle. Las reconstruimos pegándolas con cola, con nudos, con imperdibles, lazos... con todo lo que podíamos, porque tampoco tienen máquinas de coser, e intentábamos encontrar el 'look' que las representara a cada una de ellas, su estilo", recuerda la joven, que considera que "esa ropa que han hecho con sus manos las empodera y les da fuerza para hacer otras cosas más allá de la moda". 

Noa, es una de las 'metzineres' orgullosa de haber participado en los talleres. Ella es una de las que acude al centro del Raval a diario. "No podemos estar sin ir. Hacemos proyectos, talleres de peluquería, maquillaje, cosméticos naturales, perfumes, kick boxing... Podemos dormir, ducharnos, tenemos preservativos, una narcosala para consumir, una doctora y una enfermera, dos psicólogas, dos abogadas, varias educadoras sociales...".

Su mejor recuerdo es el día que hizo de modelo por un día en el desfile que puso punto y final, en junio, a 10 semanas de "co-creación", como les gusta llamarlas a sus usuarias. "Gracias a estas chicas divinas aprendimos muchas cosas. Por ejemplo, cómo ajustarnos los trajes. Yo, por ejemplo, soy muy delgada y todo me va grande. Y ahora me paso el día mirándome y haciéndome modelitos nuevos, como Cenicienta, aunque a mí no me entra el zapatito", recuerda Noa, una transexual de 47 años, "madre coraje de dos mellizos", okupa, prostituta y que lleva más de 30 años entrando y saliendo de centros de menores y de alguna prisión.  

"Nos lo pasamos del carajo", exclama.

Y habla por ella y sus compañeras en el centro cuando asegura: "Estaríamos encantadas de repetir".

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