Terremoto real

Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarin: una historia de amor de cuento de hadas en cinco actos

La que fuera la hermana preferida del rey Felipe y su cuñado, el deportista de élite que acabó en el banquillo y en la cárcel, fueron durante años la estampa de la pareja y la familia perfecta entre las monarquías europeas

Iñaki Urdangarin besa la mano de su esposa, la infanta Cristina, al término de un partido en el que el Barcelona se proclamó campeón de Europa de Balonmano, en abril de 1999

Iñaki Urdangarin besa la mano de su esposa, la infanta Cristina, al término de un partido en el que el Barcelona se proclamó campeón de Europa de Balonmano, en abril de 1999 / EFE / JULIÁN MARTÍN

Laura Estirado

Laura Estirado

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La Zarzuela, tras la creativa fórmula que utilizó hace 15 años para anunciar "el cese temporal de la convivencia de los duques de Lugo" (algo que la infanta Elena y Jaime de Marichalar arrastraban ya desde 2001), ha anunciado este lunes que la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin han decidido "de común acuerdo, interrumpir su relación matrimonial. Una relación que ya se daba por finiquitada tras las fotos publicadas por la revista 'Lecturas'. Vale la pena repasar la historia de amor, casi de cuento de hadas, que un día protagonizaron los exduques de Palma. Eran otros tiempos, en el siglo pasado, cuando el apuesto exjugador de balonmano del Barça paseaba de la mano con la segunda hija del rey emérito, en lugar de la mujer rubia con la que lo hace hoy, a la postre, Ainhoa Armentia Acedo, compañera de trabajo en el bufete de abogados Imaz & Asociados, donde Urdangarin trabaja de consultor, y con la que al parecer estaría saliendo desde el pasado septiembre.

El flechazo de Atlanta: "¿Quién es ese rubio?"

Lo de la infanta Cristina, entonces la tercera en la línea de sucesión, e Iñaki Urdangarin, la estrella del equipo de balonmano del F.C. Barcelona, fue un auténtico flechazo, amor a primera vista, cuando se conocieron en los Juegos Olímpicos de Atlanta, en julio de 1996, ya que la infanta fue la encargada de saludar al equipo que se trajo la medalla de bronce (en verdad se habían visto alguna vez de refilón en algún encuentro con amigos comunes). Pero no fue hasta una cena posterior que organizó Urdangarin en honor a los deportistas (en el restaurante El Pou, en el pasaje de Marimon de Barcelona, que el atleta había abierto con unos amigos en los 90) cuando realmente la hermana del entonces príncipe Felipe cayó rendida ante el deportista de ojos azules de casi dos metros. Cuentan que fue ella quién pidió su número de teléfono tras preguntar: "¿Quién es ese rubio?". Sus amigos más cercanos les ayudaron en las primeras citas a escondidas, que mantuvieron en secreto durante meses, pues tenían miedo de que la relación de una hija de un rey con un atleta no estuviera bien vista. Además, él entonces salía con otra joven, Carmen Camí, su novia de toda la vida, relación que simultaneó un tiempo, sin que ninguna de las dos novias supiera de la existencia de la otra. Hasta que unos meses después, Iñaki y Cristina se prometieron pensando que lo suyo 'era para toda la vida'. Él ya solo tenía ojos para ella. En los JJOO de Sídney volvieron a viajar juntos, pero ya como pareja enamoradísima (como atestiguan las fotos).

Pedida de mano de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin en el palacio de la Zarzuela, en mayo de 1997.

Pedida de mano de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin en el palacio de la Zarzuela, en mayo de 1997. / EFE

Barcelona: una boda de cuento y un palacete en Pedralbes

El 4 de octubre de 1997 Barcelona era una fiesta, y la ciudad acogió con un orgullo que hoy cuesta imaginar que volvería a repetirse la boda de Cristina e Iñaki en la Catedral de Santa Creu i Santa Eulàlia. Fue un día soleado y las calles se engalanaron como de fiesta mayor: 'la nostra' infanta había elegido la ciudad para trabajar y formar su propia -y numerosa- familia. 1.500 invitados acudieron a la ceremonia retransmitida en directo. La novia estaba radiante con un diseño de escote barco y corte imperio de manga larga de Lorenzo Caprile, y el novio no podía dejar de mirarla y hacerle ojitos. Muchos de los invitados reales se alojaron en el Hotel Arts. Hubo mayordomos 'non-stop', champán, caviar y toda clase de 'delicatessen'. Un mes antes de la boda, Juan Carlos le concedió a su segunda hija el título de duquesa de Palma. El deportista de élite se convirtió ese mismo día del enlace en consorte ducal (con el tiempo, cuando el 'caso Nóos', trascendió el apodo de broma con el que se autobautizó Urdangarin: el 'duque em-palma-do'). En la capital catalana, los duques fijaron su residencia, concretamente, en el conocido como palacete de Pedralbes, un lujoso chalet de 200 metros sito en calle de Elisenda de Pinós, en el que la familia vivió hasta que se trasladaron a Ginebra, en 2013.

La infanta Cristina e Iñaki Urdangarin el día de su boda en Barcelona, el 4 de octubre de 1997.

La infanta Cristina e Iñaki Urdangarin el día de su boda en Barcelona, el 4 de octubre de 1997. / JULIO CARBÓ

Familia feliz y numerosa: los veranos en Mallorca y Bidart

El verano de 1999, en Mallorca, los duques de Palma no podían ser más felices. Enamorados hasta las trancas, sin dejar de sonreír, y la infanta, embarazadísima de su primer hijo, Juan Valentín, hoy un joven de 22 años, discreto y aplicado, que estudia en la universidad británica de Essex relaciones internacionales. La clínica Teknon de Barcelona y el Liceo Francés de la ciudad fueron el lugar de nacimiento y de los primeros cursos de los hijos de <strong>la hija de Juan Carlos que ha tenido más descendencia: cuatro hijos en total</strong>. Tras el primogénito, llegaron Pablo Nicolás Sebastián, de 21 años, y el que ha seguido los pasos deportivos de su padre, pues juega en el equipo de balonmano del Barça; Miguel, de 19, y el único que tiene por padrino al rey Felipe, y que vive en Londres, e Irene, la benjamina, de 16, la única que sigue viviendo con su madre, en Ginebra. La familia feliz disfrutó de sus primeros veranos en Palma, donde salían a la mar con sus primos (Froilán y Victoria Federica) y junto a la abuela Sofía, siempre pendiente de los pequeños. En 2011 cuando el juez José Castro anunció la imputación de Urdangarin en el 'caso Noós', se acabaron las vacaciones en Mallorca con la familia real. En su lugar, los veranos se trasladarían a Bidart, en Francia, más cerca de la familia vasca de Urdangarin (y donde ahora ha sido fotografiado con su supuesta nueva novia, Ainhoa Armentia).

La infanta Cristina e Iñaki Urdangarin presentan a su hija Irene, en los jardines de la clínica Teknon de Barcelona, el 8 de junio del 2005.

La infanta Cristina e Iñaki Urdangarin presentan a su hija Irene, en los jardines de la clínica Teknon de Barcelona, el 8 de junio del 2005. / JULIO CARBÓ

Los 'exilios' de Washington y Ginebra

Urdangarin se retiró de la alta competición y reorientó su carrera a la organización de eventos deportivos (su mujer seguía trabajando en la Fundació La Caixa). Pero las empresas del duque tenían algo turbio. La Casa del Rey empezó a sospechar que los negocios a los que se dedicaba Iñaki podían ser problemáticos y trató de ponerles coto. Según fuentes oficiales, en el 2006 encargó a su asesor externo que examinara la situación del conglomerado creado por el duque y que ya empezó a investigar el juez de la 'operación Babel', pieza separada del 'caso Palma Arena'. Este llegó a la conclusión de que la actividad del Instituto Noos -que presidía Iñaki- no se correspondía con sus fines fundacionales. Le recomendaron al yerno del rey que si quería seguir desarrollando su actividad empresarial abandonara España. Él lo obvió y en 2009, cuando ya era demasiado tarde, Urdangarin fichó oportunamente como consejero ejecutivo de Telefónica Internacional, y la familia le acompañó hasta Washington. El cerco se estrechaba, así que el último acto institucional al que acudieron Cristina e Iñaki como miembros de la familia real fue la Fiesta Nacional, el 12 de octubre de 2011. Dos años después, La Caixa mandó a Cristina a Ginebra para gestionar proyectos con la ONU; al fin y al cabo Suiza era un buen lugar para que la familia pasara más desapercibida.

Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina salen de su domicilio en Ginebra, en noviembre del 2014.

Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina salen de su domicilio en Ginebra, en noviembre del 2014. / EUROPA PRESS

'Caso Noós': una infanta en el banquillo y el fin del amor

Haciendo de tripas corazón, sonriendo con la cabeza gacha, Iñaki Urdangarin y Cristina de Borbón se sentaron en el banquillo de los acusados por el juicio del 'caso Nóos' el 11 de enero de 2016, en Palma. El amor ciego hacia Iñaki que siempre había tenido Cristina comenzó a enfriarse y el distanciamiento de la pareja empezó a hacerse evidente. La caída en picado del romance se agudizó cuando el ya exduque de Palma ingresó en prisión en 2018 por malversación, prevaricación, fraude a la Administración, dos delitos fiscales y tráfico de influencias. La infanta ha tratado de mantener las formas durante este tiempo, e incluso ha viajado desde Ginebra más de una vez al mes para visitarle en la cárcel: primero la de mujeres de Brieva (Ávila), luego el Centro de Inserción Social (CIS) de Alcalá de Henares (Madrid) y, finalmente, la prisión de Zaballa (Ávila). Desde que el pasado mes de junio se le permitiera no tener que dormir más en esta última prisión, donde cumplía parte de su condena de cinco años y 10 meses, reside en casa de su madre en Vitoria, donde ha conseguido un puesto de consultor en el bufete 'Imaz & Asociados'. La última vez que Cristina e Iñaki se dejaron ver juntos, aparentando normalidad, fue hace tres meses, durante el debut de su hijo Pablo con el Barcelona de balonmano. Al parecer, ya hacía una mes que Iñaki había comenzado a salir con su compañera de trabajo Ainhoa Armentia.

La infanta Cristina e Iñaki Urdangarin llegan a la Audiencia de Palma donde se celebra el juicio del caso Noós, en febrero del 2016.

La infanta Cristina e Iñaki Urdangarin llegan a la Audiencia de Palma donde se celebra el juicio del caso Noós, en febrero del 2016. / EFE / CATI CLADERA

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