LOS ENIGMAS DEL 'CASO EPSTEIN'

Los turbios secretos de Ghislaine Maxwell

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Idoya Noain

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Nuevo Hampshire es lugar perfecto para esconderse. Lo saben los guionistas de 'Los Sopranos' o 'Breaking Bad', que refugiaron allí a Vito Spatafore y Walter White. También lo pensó en la vida real una mujer de 58 años que en diciembre compró con más de un millón de dólares en efectivo en Bradford 'Escondida', una propiedad de 63 hectáreas, con mansión y vistas a las colinas del monte Sunapee que la inmobiliaria Sotheby’s describía como “increíble retiro para el amante de la naturaleza que también quiere total privacidad”.

Esa mujer era, sin que lo supieran los 1.700 vecinos, Ghislaine Maxwell, la que a principios de los años 90 fue novia y luego durante décadas “mejor amiga”, asociada y animadora de la vida social de Jeffrey Epstein en Nueva York, Florida, Nuevo México, Londres o el Caribe. Era también quien, según las autoridades, ayudó a crear y operar la máquina de explotación sexual de chicas menores del financiero, que antes de ser juzgado murió en una celda en lo que se dictaminó como un suicidio. Y Maxwell, que en palabras de William Sweeney, del FBI, se “escabulló a una espléndida propiedad, manteniendo una vida de privilegio mientras sus víctimas viven con el trauma”, ya no puede esconderse más.

El 2 de julio más de 20 agentes armados y policías derribaron su puerta” y se la llevaron esposada. En rueda de prensa la fiscal neoyorquina Audrey Strauss denunció que “seducía, atraía a chicas menores, haciendo que confiaran en ella, y luego las entregaba a la trampa que ella y Epstein habían preparado”. Y por ello será imputada este martes con seis cargos vinculados al abuso de tres de las víctimas (una de solo 14 años) que pueden conllevar 35 años de cárcel.

Riesgo de fuga

Maxwell comparecerá ante la juez por vídeo desde el infame Centro de Detención Metropolitano de Brooklyn, donde está en vigilancia constante, en celda compartida y según la agencia Associated Press con uniforme carcelario de papel y sin sábanas para evitar un final como el de Epstein. Y es donde la quiere la fiscalía, que pretende evitar a toda costa que se le permita salir en libertad bajo fianza, alegando que presenta un “riesgo extremo de fuga” ya que no tiene lazos ni familia en Estados Unidos y sí tres pasaportes: de EEUU, Reino Unido y Francia.

En Francia nació la menor de los nueve hijos del héroe de guerra y polémico magnate editorial Richard Maxwell. En Inglaterra se crió en una mansión de 53 habitaciones, estudió en Oxford y llevó una vida de lujo. Y a Nueva York, llegó a principios de los 90, poco después de que comprara el tabloide 'Daily News' su padre, que falleció en Canarias en 1991 al caer de su yate 'Lady Ghislaine' en un accidente que su hija ha cuestionado como tal y tras el que se supo que había robado millones de las pensiones de sus empleados y había sido triple agente para el espionaje británico, israelí y ruso.

La relación de Maxwell con Epstein fue primero romántica, luego de amistad y alianza. Con él retomó la vida de lujo que los 100.000 dólares anuales de asignación no le permitían. Se hizo, según la han descrito, la “señora de la casa”. Y con ella se animó la vida social del financiero. Era, se ha escrito, “encantadora, picante, fantásticamente entretenida, divertida”, la que atraía a las celebridades, la que introdujo en el círculo de Epstein a amigos suyos como el príncipe Andrés de Inglaterra.

En la escena social Maxwell era, según la revista New York, “amiga de todos, íntima de nadie”, nadie salvo Epstein. Y según las acusaciones que han hecho Virginia Giuffre, otras denunciantes y ahora las autoridades, Maxwell fue fundamental para reclutar, seducir, y preparar para el abuso a menores, en el que a veces participó. “El entrenamiento empezó inmediatamente”, dijo en una entrevista Giuffrie, que asegura que fue víctima del Príncipe Andrés. “Desde cómo hacer una felación, estar callada, ser servil, dar a Jeffrey lo que quiere....”

Clinton, Trump, Musk...

Maxwell ha dicho que las acusaciones son “absoluta basura” pero ahora las enfrenta en un tribunal. Lejos han quedado los días en que viajaba en el avión privado de Epstein con Bill Clinton, acudía a la boda de su hija Chelsea o se codeaba con Donald Trump en Mar-a-Lago; aquellos en los que era fotografiada junto a Elon Musk en una fiesta de los Oscar, participaba en actos con Michael Bloomberg o el banquero Lloyd Blankfein o daba charlas TED en la ONU por su trabajo con una ONG medioambiental que fundó (y desarticuló tras el arresto de Epstein).

Ahora nadie sabe si colaborará o seguirá guardando sus secretos. Su amiga Laura Goldman ha declarado que siempre le ha dicho que “nunca jamás dirá nada” sobre el príncipe Andrés. Pero aunque el noble apartado de sus funciones reales por el escándalo es sobre quien más presión hay, no es el único de quien Maxwell puede tener algo que decir.