NUEVO LIBRO DE UNA COMUNICADORA MEDIÁTICA

Marta Robles: "La prostitución debería ser abolida"

La periodista publica su tercera novela negra 'La chica a la que no supiste amar', que muestra la cara más sucia de la sociedad

Marta Robles: "La prostitución debería estar prohíbida"

Marta Robles: "La prostitución debería estar prohíbida" / periodico

Mireya Roca

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La periodista Marta Robles (Madrid, 1963), colaboradora de  programas de televisión como 'Espejo público', en Antena 3, presenta su tercera novela negra, 'La chica a la que no supiste amar' (Espasa), que una vez más está protagonizada por Tony Roures, el carismático detective que ya apareció en su dos anteriores relatos policiacos 'A menos de cinco centímetros' y 'La mala suerte'. Este nuevo trabajo, que ha sido galardonado con el premio 'Letras del Mediterráneo 2019', habla sobre las esclavas sexuales y la trata de mujeres, dos caras de la misma moneda.

¿Cómo se sumergió en un mundo tan oscuro como el de la prostitución?

La prostitución y la trata de mujeres siempre me han llamado la atención porque tengo amigos que trabajan de una manera muy activa en la lucha contra esta lacra. De hecho el libro está dedicado a José Nieto, inspector jefe de la Unidad contra  Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales (Ucrif); Rocío Mora, directora de Apram, entidad que ayuda a víctimas de la trata de personas y de la explotación sexual, y Mabel Lozano, activista en este campo desde hace 15 años. Hace mucho tiempo pensé en escribir un libro sobre el tema, pero me convencieron de que en ese momento era necesario hacer documentales, cosas reales. Pero entonces vi que había demasiados reportajes y que ya no tocaban el corazón. Sin embargo, la ficción sí lo podía hacer a través de un personaje que nos resulte cercano por la relación que se establece entre el lector y los protagonistas de la novela.

¿Cómo decidió abordar el tema?

No lo quería hacer de cualquier manera, así que lo enfoqué en la prostitución y la trata más oscuras y más bajas, la de las mujeres nigerianas que son obligadas a hacer un viaje hasta Europa y sufren de forma espeluznante... Después muchas llegan a España, que es un país racista, y a estas mujeres les toca el peor trance dentro de la prostitución y la trata.

¿Cómo se documentó?

Cuando uno escribe una novela, para que sea verosímil, los datos que rodean la ficción tienen que ser absolutamente creíbles y rigurosamente contados. He entrevistado a cinco mujeres nigerianas que me que han contado sus historias -que son pavorosas-, he manejado informes policiales y una tesis sobre los viajes que hacen, he hablado con gente que traficó en su día con pastillas adulteradas, he hablado con gente con clubs de alterne... Por eso tengo mi opinión sólidamente formada. 

¿Con qué objetivo lo ha escrito?

Yo no moralizo ni evangelizo. Lo que hago es mostrar ese lado de la sociedad para que nos miremos en él como si fuera un espejo y descubramos esa parte de nosotros mismos que no nos gusta y pensemos si queremos hacer algo o si queremos posicionarnos de alguna manera.

¿Considera que no se habla lo suficiente de la prostitución en los medios?

Es una cosa curiosa. Cada vez que hay un reportaje en televisión sobre víctimas de tratas, prostitución o burdeles, la gente lo ve con muchísimo entusiasmo y tiene gran audiencia por el morbo que provoca. Pero luego, cuando de pronto un libro de ficción como este les toca el corazón porque ven a una Blessin (la protagonista) real, sola, maltratada, angustiada, ingenua, sin esperanza, una mujer que es como cualquiera de nosotras y que tiene miedo... cuando pasa todo esto y de pronto ven la cantidad de prostíbulos que hay en España, no se lo acaban de creer.

¿Dónde radica el problema?

El problema aquí es el putero, evidentemente. La demanda genera la oferta. Pero también es cierto que no están muy lejos esos tiempos en los que los chicos de familia bien iban a estrenarse con una profesional y era una cosa normal. Sin embargo, a las que estigmatizaban y apuntaban con el dedo hombres y mujeres era a las chicas que se prostituían.

En España la prostitución es una actividad que no está regulada, pero sí castigada.

Yo no creo que regular la prostitución sea una salida. Para empezar, considero que regular un trabajo de compraventa de carne humana atenta contra los más sólidos principios de la humanidad. Pero además de eso, hay algo que me da una pista para saber que yo no quiero que se regule, y es que los proxenetas quieren que se regule porque les favorece mucho. Eso realmente me preocupa.

En Europa tampoco se ponen de acuerdo.

En Alemania se ha regulado y no favorece en absoluto ni a las mujeres prostituidas ni a las tratas, sino todo lo contrario. Mientras que en Suecia está castigada la figura del putero y está más protegida la mujer prostituida, que es lo más importante.

¿Cómo pueden cambiar las leyes?

La prostitución debería ser abolida y tendría que ser delito el consumo de sexo de pago. Soy abolicionista en ese sentido, porque además hasta hace muy poco las que se llevaban la peor parte eran las mujeres a las que se multaba por ejercer la prostitución, pero nunca al consumidor. Siempre ha sido así. Es hora de reflexionar sobre el consumo de la prostitución, que está asociado a la esclavitud y mi interés era que esa reflexión viniera desde el punto de vista masculino.

¿La filosofía en nuestro país es proteger a la víctima?

Creo que el Ejecutivo de Pedro Sánchez, el anterior, tenía mucha sensibilidad respecto a la trata y de hecho intentó aprobar una ley integral contra la trata, pero yo sé que desde Podemos la voz era de regular. Ahora el problema vuelve a estar en el limbo.

¿Y qué hace la policía al respecto?

La policía hace lo que puede para salvar a cuantas más víctimas de trata. Pero el problema que hay es que estas jóvenes llegan a los clubes de alterne que las explotan los proxenetas después de que las capté alguien en su lugar de origen, vienen con una deuda, esa deuda si no se la devuelven al proxeneta a quien les hacen daño es a sus familias. ¿Tu pondrías en peligro a tus padres o a tus hijos en el caso si los denuncias los puedan matar? Está claro que no.  Entonces la policía hace todo lo que puede, pero se encuentra con un problema muy serio y es que las víctimas no denuncian por miedo y si no denuncian no pueden ir contra los proxenetas.

¿Dónde cree que está la solución?

Son otras cuestiones que no tienen nada que ver con el trabajo de la policía, ni siquiera, diría yo, con el de los jueces o los fiscales, el problema está en la ley. Es que hay una alegalidad.

¿El libro tiene un formato reivindicativo?

Es una novela de ficción, aunque sólidamente documentada y por supuesto apuntalada por la realidad. La historia podría ser real. Además contiene suspense, mucha música y una reflexión sobre el grado de complicidad de la propia sociedad, sobre todo de la responsabilidad de los puteros en esta compraventa de carne humana. 

Pero también toca otros temas como el tráfico de pastillas adulteradas, los celos, el amor, la infidelidad...

Si hablo de la oscuridad de una sociedad que tiene cara A y cara B. Es decir hay mucha gente que son los cómplices de las mafias de trata y de los proxenetas. Ellos viven su vida fenomenal, tienen un despacho de abogados muy bonito o trabajan en un banco, son médicos o son buenos oficiales, pero son los que posibilitan que eso otro exista.Hablo es de esta sociedad oscura en la que hay trata de mujeres, que hay juego, pastillas adulteradas, infidelidades... muchas cosas que pretendemos no ver, que escondemos debajo de la alfombra y esto es lo que realmente trato en esta novela.

¿Y la falta de escrúpulos?

La falta de escrúpulos construye determinados monstruos. Un monstruo como un proxeneta, que no tiene escrúpulos y es capaz de ver a una mujer como un trozo de carne y punto.

El vudú forma parte de la trama.

Es espeluznante. Porque las mujeres nigerianas no solo son presas de la deuda de trata, sino que además les hacen unos rituales de vudú que son verdaderamente terroríficos.

El detective Tony Roures, que ya conocimos en sus dos anteriores novelas 'A menos de cinco centímetros' y 'La mala suerte', ¿se convierte en la voz de la conciencia?

Hay muchos perfiles de hombres y mujeres en la novela, pero lo que me más gusta es que Roures entona el 'mea culpa',  porque en algún momento de su pasado ha ido a burdeles, pero se convierte en una voz masculina que se posiciona.  

La intriga se desarrolla en Castellón y Benicàssin.

La acción podía desarrollarse en cualquier otro lugar, pero que me decanté por un lugar como Benicàssim, donde hay cosas tan bonitas, para poner de relieve el contraste entre la belleza y la miseria. Confrontar los dos extremos nos hace ver mejor la realidad.