DE PROMOCIÓN EN MADRID

Los minutos de oro de David Beckham

El ex futbolista posó durante 120 segundos para promocionar un reloj de Tudor, pero luego se hizo selfis con los invitados a una fiesta organizada en su honor

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Juan Fernández

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A sus casi 44 años (los cumple este jueves), David Beckham ha conseguido extraer una interesante lectura crematística de la teoría de la relatividad de Einstein: que el tiempo no es constante, ni su valoración tampoco, lo sabe desde que descubrió que los minutos más rentables de su vida no son los que pasó persiguiendo balones con pantalón corto, sino los que gasta ahora haciendo posados publicitarios para las marcas comerciales.

Este lunes lo demostró en Madrid: la firma relojera Tudor lo trajo hasta su antigua ciudad de residencia –aquí vivió cuatro años, en los que nació su tercer hijo, Cruz David- para promocionar una nueva línea de relojes. El acto consistió en un paseíllo de dos minutos exactos junto a un mural decorado con el logotipo de la marca suiza ante los flashes de 50 fotógrafos que se desgañitaban para atraer su mirada celeste, a juego con la camisa que lució bajo un traje oscuro rematado con pañuelo en el bolsillo y, por supuesto, con un Tudor en la muñeca.

No hubo preguntas ni encuentros personales con la prensa, ni falta que hacía, pues ante un canon andante de la belleza y la elegancia masculina como él, verle luciendo palmito ya es una noticia. No ha trascendido lo que la compañía relojera, que le tiene fichado en calidad de “embajador”, le pagó por el fugaz desfile, pero si es cierto lo que ha publicado el tabloide británico 'The Sun', que estima que Beckham ingresa al día 40.000 euros por servicios publicitarios, podemos estar ante los minutos más rentables de la historia del fútbol.

En realidad este dato esconde una trampa, ya que el trabajo del ex deportista para Tudor no terminó esa noche en el 'photocall', sino que continuó en la fiesta que la firma celebró en su honor junto a un centenar de invitados en el restaurante de un hotel con vistas al atardecer de Madrid. Y aquí, justo es reconocerlo, Beckham sí que sudó la camisa, y hasta el traje.

Selfis por orden y en fila

Tras ofrecer unas breves palabras, en las que contó lo mucho que añora España, se dispuso a oficiar el rito importante de la jornada, consistente en hacerse selfis con todo el que quisiera llevarse en el móvil un recuerdo personal de la velada. Por orden y en fila, como hacen en las iglesias con los feligreses que quieren besar al santo, la fiesta en pleno fue subiendo al entarimado para retratarse al lado del deportista adorado.

Beckham es sir y caballero del imperio británico, pero todavía no hay noticias de su beatificación, aunque el cielo lo tiene ganado a la vista de la paciencia y la amabilidad extrema con que atendió a todo el mundo. Durante más de una hora estuvo haciéndose fotos, estrechando manos, besando mejillas y regalando abrazos, pero en ningún momento borró la sonrisa de su cara.

En el fútbol, a los centrocampistas se les presume una inteligencia superior. Han de ver el juego mejor que nadie, conscientes siempre de lo que dejan a sus espaldas y les espera por delante. El día que colgó las botas, el marido de Victoria Beckham supo ver claro que su mayor capital era su presencia, y desde entonces ha estado explotándola hasta hacer de su nombre una marca boyante.

En los últimos años ha bautizado colecciones de moda, como la David Beckham Bodywear que firmó para H&M, ha apadrinado firmas de ropa, como Ken & Curwen, de la que es propietario desde 2015, ha lanzado una línea de cosméticos masculinos –House 99, cuyo fijador de tupé regaló el lunes a cada varón invitado a la fiesta- y ha participado en infinidad de actos publicitarios.

El resultado es un emporio comercial valorado, según el rotativo británico ‘The Mirror’, en 900 millones de euros. Pero la gasolina que mueve esa industria ya no son goles, sino su belleza y su encanto personal, y disfrutar de ellas vale su precio. Por eso, su tiempo es oro.