EN LA JOYERÍA RABAT

Lorenzo Quinn presenta sus joyas con huella

El escultor presenta una piezas únicas con el dibujo de las huellas dactilares

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LUIS MIGUEL MARCO

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Lorenzo Quinn se mueve en dos escalas. La de sus esculturas, cada vez más grandes porque así se las encargan. Y ahora las de sus joyas, una colección que este miércoles ha presentado en la joyería Rabat del Paseig de Gràcia de Barcelona. "Están inspiradas en mis esculturas y todas tienen con un significado, con mensaje. Tengo claro que soy un escultor, no un joyero. Y respeto mucho la tradición de muchas familias de joyeros. Yo hacía las joyas para mí, para mi mujer Giovanna, para algunos amigos. La gente empezó a verlas y a pedirme que hiciera más, pero esto no nació como marca".

Del empuje de Esteban Rabat, que llevaba años animándole a hacer una colección, han salido estas piezas. En el origen está una escultura suya de título Dar y recibir, (que ha dado pie a un brazalete y a un anillo), otra que se llama Los dos mundos, una tercera que se llama La gravedad.... El hijo del actor Antonhy Quinn, de 52 años, propone también unas piezas individuales y bajo pedido. "Se trata de unos pendientes cada uno con una huella dactilar, la tuya y la de tu pareja, y un anillo a juego con las huellas dactilares de ambos, que juntos forma una nueva huella, la de la pareja". La de la vitrina que se expone en Rabat, por cierto, tiene las huellas de Lorenzo y la de su esposa Giovanna.  

Lorenzo colabora en el diseño de las joyas con un equipo de mujeres -"yo siempre rodeado de mujeres: son más sabias y más inteligentes", expone- y asegura que ha querido ser coherente. "Como quiero que muchas personas puedan tener una obra mía hay desde plata a oro con piedras, con diamantes. La pulsera de plata cuesta 290 euros por ponerte un ejemplo".

Lorenzo volverá el año que viene a la Bienal de Venecia. Allí expuso hace tres años su instalación 'Support' (soporte), unas manos que sujetaban un palacio del Gran Canal que pretendía sensibilizar sobre los efectos destructivos del cambio climático. "Las manos del hombre tienen tanto poder para salvar como para destruir, para amar y odiar, que me pareció una metáfora acertada para hablar de la necesidad de sostener un patrimonio único como Venecia. Pero mi nueva propuesta, que ya ha sido aceptada, será una obra cinco veces más grande, con un mensaje sobre la inmigración".

No para de trabajar. Saca el móvil y muestra una obra gigantesca, de 11 metros de largo por casi 6 de alto, La fueza de la naturaleza, que ya se exhibe en Shangái. Tiene piezas en Catar. "Y he recibido un encargo de cinco esculturas para el exterior de unos rascacielos en Mombai (India). Acaba de llegar también de Art Basel en Miami. Se reconoce un culo inquieto, pero aunque ha vivido en Italia y en Estados Unidos lleva ya 22 años en Gavà. "Decididamente no hay un sitio mejor. Allí hemos inaugurado un espacio enorme de 3.000 metros cuadrados. Y es Valls sigo teniendo una fundición que trabaja exclusivamente para mí. Así que estoy en casa".