DEBUTA COMO NOVELISTA

Juan Ramón Lucas: 'Màxim Huerta lo hubiera hecho bien de ministro"

El periodista debuta en la ficción con la novela 'La maldición de la casa grande', ambientada en las minas de La Unión el siglo pasado

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LUIS MIGUEL MARCO

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Cuatro años le ha llevado, robándole horas al sueño, escribir a Juan Ramón Lucas (Madrid, 1958) “una novela antigua, como de las de antes” en palabras de su admirado Arturo Pérez ReverteLa maldición de la casa grande (Espasa) es una historia, contada a sorbitos, con toques de serial y de western que nos sumerge en la piel y en las entrañas de la sierra minera de Cartagena-La Unión, en una época de explotación y de abusos, sobre todo a las mujeres, a las que está dedicado el libro.

Lucas, que actualmente codirige junto a Carlos Alsina el programa matinal de Onda Cero Más de Unorecupera la historia de Miguel Zapata, el Tío Lobo, cien años después de su muerte. Y con mimbres de ficción habla de este magnate, uno de los más ricos de su época. Y lo hace a través del punto de vista de una mujer, María Adra, amante del primogénito del patriarca.

-Le ha quedado una crónica de un Dorado que fue muy negro. ¿Era la intención?

-He tratado de escribir lo que a mí me gustaría leer. Y he buscado retratar una época y una sociedad muy poco conocida fuera de aquella región. La de los empresarios mineros que hacían y deshacían y la de las mujeres, las parias, sometidas a los abusos de los hombres, frustrados, enfermos y alcoholizados por la explotación del trabajo en las minas.

-¿Y esa historia le llega a usted una noche de flamenco en el Festival del Cante de las Minas de Unión?

-En una cena, sí. Estando con la escritora María Dueñas, el que fue alcalde de La Unión, Francisco Bernabé, nos habló del Tío Lobo y yo pensé que ahí había un novelón. Decidí a tirar del hilo para hacer mi primera novela. Lo había intentado antes, pero no me gustaba lo que escribía.

-Pues ha encontrado un filón.

-No ha sido fácil. He hecho y rehecho. Me he desanimado muchas veces. Me he sentido muy inseguro, porque no es mi terreno. Pero finalmente he podido presentar la novela en una mina de la Unión y eso ha sido mágico. Ha sido desde luego mi gran noche. A primeros de julio la presentaré en Madrid con Arcangel.

-La casa grande del título existe y está abandonada, ¿no?

-No vive nadie y está deteriorada, pero no en ruinas. Sus propietarios, Portmán Golf, están pendientes de darle un uso. Es una monumental casa modernista que en la novela yo construyo un poco antes.

-Insiste en que no es una novela histórica.

-No lo es. Me permito licencias, aunque el escenario es real: los niños en la mina, los cafés cantante, los pistoleros… la familia Zapata, los Maestre… son ciertos. Me he documentado muy bien. He tirado de emeroteca, de ingenieros de minas, me he entrevistado con muchos entendidos…

-¿Lo más arriesgado ha sido escribir como María y contar la maldición desde su mirada?

-He hecho un ejercicio que es similar creo al que hacen los actores cuando se meten en un personaje. Así me quité el peso del narrador periodista y desde ahí afronto, como mujer,  el amor, el sexo, el parto... A mí me costó mucho encontrar el idioma de la novela.  Quería contar la historia de este hombre, tenía mucha información, pero no sabía cómo. Así que con ella, de la que sabemos que cuidó de Miguel Zapata y que fueron amantes, huyo de la tercera persona. Ese personaje, que ha venido de abajo, que sufre los abusos de su padre, recorre todos los territorios.

-Pero no es una novela feminista.

-No. Es una novela de mujeres. Algunas son bastantes avanzadas para su época, pero no son reivindicativas.

-No recuerdo ninguna novela cumbre sobre la historia de la minería en España. ¿La hay?

-Hay algunas cosas. Pero la novela para mí inspiradora es ‘El metal de los muertos’ de Concha Espina.

-Dice usted que la literatura habla más de los que somos, de la condición humana, que del periodismo.

-Como periodistas tenemos que contar lo que pasa, pero si pudiéramos fabular y escribir una historia a partir de lo que nos cuenta, por ejemplo, un inmigrante que llega en patera, nos acercaríamos más a lo que siente y a la vedad de su propia experiencia. No quiero parecer pedante, pero en La Poética, Aristóteles dice: “La historia cuenta la aventura de un solo hombre, la poesía cuenta la aventura de toda la humanidad”. Como lector uno siente empatía por María o rechazo hacia el Tío Lobo, es la condición humana.

-Describe una realidad de esclavitud laboral de hace unas décadas y es difícil no pensar en el presente.

-Fíjate lo que tenemos ahora. La historia de la humanidad es la búsqueda de un espacio mejor para vivir tú y los tuyos. Por eso me interesaba sacar del olvido una realidad no tan lejana, donde pasaron cosas tan tremendas como los abusos a las mujeres. Y mira sin ir más lejos qué ha pasado con la Manada por ejemplo. Ningún empresario se atrevería a ser ahora como era Lobo con sus empleados en las formas, pero en el fondo...

-El cante flamenco está presente en esta historia, pero asegura a alguien le puede incomodar lo que cuenta. ¿Por qué?

-El cante está en el origen y es verdad que es una de las cosas que me ha dado miedo a la hora de escribir. Hay un mito en torno al flamenco en La Únión que pasa por alto que el cante era el lenguaje de los miserables y su liturgia se desarrollaba en lugares donde se abusaba de las mujeres. Rojo el alpargatero fue uno de los grandes popes del flamenco en la Sierra Minera de la Unión y era un proxeneta. En sus locales tenía bailaoras que alternaban. Además de música y baile, traficaba con carne humana. Me daba miedo enfrentarme a esa realidad, pero lo hago con la certeza de que eso fue así. La gente de clase alta entonces despreciaba el flamenco porque era un arte de delincuentes.

-¿Esta satisfecho del nuevo Gobierno?

-Lo conseguirá o no, pero ha logrado ilusionar. Han conseguido acabar con una etapa cuando menos los esperábamos. En el ámbito de la Cultura y del Medio Ambiente, que me interesa especialmente, podemos empezar a vivir buenos momentos. Creo que Màxim Huerta lo hubiera hecho bien de ministro porque aunque no tuviera experiencia en gestión sí tenía mucha voluntad e ilusión. Al nuevo ministro no lo conozco, pero si consiguen quitar el iva cultural, acabar con clientelismos y extender la cultura habremos ganada algo. Un ministerio de cultura lo que tiene que hacer es que la cultura sea un bien común.