ELOGIOS POR ENCARNAR AL DRAMATURGO EN EL CINE

Rupert Everett: "Oscar Wilde es como un santo para mí"

Ha escrito, producido, dirigido e interpretado 'The happy prince', donde aborda el ocaso del escritor

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Luis Miguel Marco

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A los 59 añosRupert Everett se va a consagrar como el gran actor británico que es gracias a su idolatrado Oscar Wilde. Diez años ha estado madurando el proyecto de su película 'The happy prince' (El príncipe feliz), que ha escrito, producido, dirigido e interpretado, así que respiraba por fin aliviado, en el estreno, la semana pasada, en Londres. La cinta no tiene todavía fecha de exhibición en España.

Tras su paso por los festivales de Sundance Berlín, 'The happy prince' ha recibido encendidos elogios por su factura impecable pero sobre todo por el papelón que hace Everett. 'The Times' la califica directamente de obra maestra. Y hasta el único nieto de Oscar Wilde, Merlin Holland, asegura que, de todas las interpretaciones del dramaturgo, "esta es, de lejos, la más emotiva". "Stephen Fry abordó en 'Wilde' una faceta más intelectual, la de Everett, que me ha conmovido profundamente. Es el mejor", ha reconocido en 'The Guardian' este experto en la obra de su abuelo.

Everett ya había entrado varias veces en el universo de Wilde con éxito. Lo encarnó hace años en las tablas del West End londinense y en Broadway, con 'El beso de Judas', la obra del dramaturgo Dave Hare, un drama que giraba en torno a dos momentos que marcaron los últimos años de vida del escritor. Everett también participó en 'Un marido ideal' y 'La importancia de llamarse Ernesto', a partir de las ácidas comedias que escribiera Wilde.

Una figura como Cristo

"Su figura se convirtió en una auténtica obsesión. Me perseguía" –ha asegurado Everett a la prensa inglesa–. "Para mí, Wilde es como un santo, una figura cercana a la de Cristo, en el sentido de que también fue crucificado y resucitó, redimido con los años. Es más, para el movimiento gay, él fue solo el principio". 'The happy pince' un título que hace referencia a una colección de cuentos publicados en el 1888, explica su final en París en el 1900, a los 46 años, enfermo y vagabundo. Y, desde ahí, en un 'flasback', recuerda sus momentos de gloria literaria, su relación con su esposa Constance y el amor tóxico que vivió junto a Lord Alfred DouglasBosie. También su encarcelamiento en el penal de Reading, donde pasó dos años bajo los cargos de homosexualidad e indecencia grave, tras ser denunciado por el padre de Bosie, el barón de Queensberry, en el 1895, y de donde salió muy deteriorado, tanto física como anímicamente.

Everett ha abordado este trabajo con valentía, más allá de buscar un parecido razonable. Y, en su discurso, traza paralelismos y hace bandera del arcoíris. "Evidentemente hay un salto en el tiempo, pero en el final de Wilde veo también de alguna forma la forma en que fueron tratados y en que murieron muchas personas afectadas por el VIH, solas y abandonadas a su suerte". Everett señala que todavía ser gay es un estigma en muchos países. Y que no todo es de color de rosa en el mundo del cine. "Aún hoy, cuando eres gay en este negocio, a menos que seas guionista, ejecutivo, estilista o peluquero, eres simplemente ciudadano de segunda". Tampoco escatima tampoco críticas contra Harvey Weinstein, con el que trabajó en cuatro ocasiones, "aunque creo que a él solo le interesaban las chicas". "En serio, es muy importante todo lo que ha ocurrido con el movimiento MeToo. Los gays deberían tener también su turno".

Everett ha podido contar en esta película –era una exigencia también para poder conseguir la financiación– con un viejo amigo: el actor Colin Firth, con el que debutó en el cine en la película 'Otro país' en el 1984. "Volver a encontrarnos frente a las cámara tanto tiempo después ha sido otro momento maravilloso–. Junto a ello, aparecen los veteranos Tom Wilkinson y Emily Watson y el joven Colin Morgan, el objeto de ese amor que no se atrevía a decir su nombre.