UNA MIRADA PERSONAL

Eduardo Casanova: un rarito que pide paso en el cine

El Fidel de 'Aída' estrena 'Pieles', su 'ópera prima' como director. Hablamos con él del derecho a ser diferente.

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NANDO SALVÀ

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Llevan 12 años llamándole por un nombre que no es el suyo, pero eso se acabó. Su primer largometraje tras la cámara, 'Pieles', promete no solo revelar a Eduardo Casanova como una de las voces más personales del cine español; también, en el proceso, le permitirá sacudirse de encima a Fidel, el niño repipi que encarnó en la teleserie 'Aída'. «No me importa que me sigan asociando a aquel personaje», matiza él. «Me dio todo lo que tengo como artista y lo adoro. Además, él encajaría perfectamente en el mundo de 'Pieles'».

Después de todo, Fidel fue el primer adolescente homosexual de la ficción televisiva española y la nueva película, según la describe su director, «pide a gritos que aquellos que nos hemos sentido distintos en algún momento, que somos casi todos, hagamos lo que queramos con nuestro cuerpo y nuestra mente. El problema es la sociedad que nos coarta y nos dice cómo debemos ser y qué debe gustarnos, y nos manipula como si fuéramos masas de carne».

Para hablar de eso 'Pieles' entrecruza varias historias protagonizadas por gente obligada a esconderse en un entorno que maltrata al diferente: una joven que donde debería tener la boca tiene el ano y viceversa, una prostituta sin ojos, una muchacha con el rostro deformado enamorada de un hombre desfigurado por las quemaduras, un chico que quiere perder las piernas para ser una sirena.

LA ABUELA Y EL CORTE INGLÉS

El universo que esas criaturas componen trae a la mente referentes como David Lynch, David Cronenberg, Todd Solondz, Pedro Almodóvar y John Waters. «Pero para mí no hay mayor referente que la realidad», asegura Casanova. «Para ponerme a escribir me voy a casa de mi abuela y veo cómo se comporta mi familia, o voy El Corte Inglés y ando planta arriba planta abajo mirando a la gente». Dicho esto, por otro lado, 'Pieles' es pura artificialidad. Tanto las paredes de las estancias como la ropa de los personajes son una orgía de colores pastel; literalmente, un mundo de color de rosa. «Lo que cuento es tan crudo que la única manera de hacerlo comestible para el público es envolverlo en un color bonito. Podría decirse que es como un caramelo de cianuro».

Descritas así, la colección de imágenes grotescas que componen la película invitan a ser entendidas como una provocación. «No era mi intención. En cambio, hice 'Pieles' para plasmar mis opiniones, mis contradicciones y las preguntas que me hago sin parar: ¿cuánto importa mi voz en esta sociedad? ¿Es mi cuerpo realmente mío? ¿Puede una persona implantarse una nariz de cerdo? ¿Se puede ser mujer teniendo pene?».

TUITS OFENSIVOS

'Pieles' fue un auténtico revuelo en su presentación primero en la Berlinale y después en Málaga, donde obtuvo el Premio del Jurado Joven. «Lo que pasa es que yo me exijo hablar de lo que quiero como quiero; si no saco las imágenes que tengo en la cabeza, se pudren. Y cuando uno ejerce esa libertad el resto del mundo se ofende». Así se demostró durante la pasada gala de los Goya, cuando la elección de vestuario de Casanova provocó una oleada de tuits ofensivos. «Son libres de decir lo que quieran; de eso habla mi película. Y a mí me da igual: nunca antes he sido tan feliz».

Toda su vida, recuerda, ha sido una reivindicación de su identidad. «En la escuela nadie me hablaba. Me veían como el rarito, pero no por ser gay sino porque vestía de forma excéntrica y rompía moldes». Desde pequeño, escribir y dirigir fue su arma secreta para enfrentarse al mundo. Ya en las primeras temporadas de 'Aída', durante los rodajes, grababa al resto de actores y montaba vídeos con el móvil. En 2009 dirigió su primer cortometraje, 'Ansiedad' (2011), al que siguieron seis más. Uno de ellos, 'Eat The Shit' (2015), inspiró 'Pieles'. «Yo me hago muchas preguntas: qué es la vida, qué coño hacemos con ella… y a veces me obsesiono de tal forma que me paralizo», confiesa. «Pero en cuanto me pongo detrás de la cámara mis miedos se disipan por completo. Necesito dirigir para sobrevivir. Si no pudiera hacerlo, la vida no me interesaría y estaría bastante cerca del suicidio». 

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