EL MAESTRO DE CEREMONIA

Jimmy Kimmel, un cómico de guante blanco para los Oscar

Ágil y sin miedo a los riesgos, el presentador de ‘late night’ enfrenta con optimismo su debut en una gala en la que se prevé que Hollywood saque la artillería contra Trump

POR IDOYA NOAIN

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El día de diciembre en que saltó la noticia de que Jimmy Kimmel sería el presentador de la 89ª edición de los Oscar fue también cuando se supo que Molly McNearney, su segunda esposa y una de las guionistas de su 'late night', esperaba el segundo hijo de la pareja, cuarto para el presentador. Kimmel no dejó pasar la oportunidad de bromear en antena. "Es excitante", dijo. "Presento los Oscar y tuve sexo".

El chiste refleja parte del 'estilo Kimmel', una de las estrellas de ese mundo particular dentro del universo audiovisual estadounidense que es el 'late night', donde este hijo de Brooklyn criado en Las Vegas lleva instalado 14 de sus 49 años. Y es uno de sus nombres clave pese a presentar algunos rasgos anómalos en ese microcosmos. Nunca ha hecho comedia en vivo. Sus primeros pasos los dio en la radio inspirado por la trayectoria de su idolatrado David Letterman.

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Logró dar el salto al 'mainstream' con el fichaje por ABC pese a que el currículo televisivo de este antiguo monaguillo incluía un programa de Comedy Central donde el machismo se respiraba en algo más que en el título ('The Man Show'). Kimmel, un narcoléptico que toca el clarinete y es adicto a los libros de recetas, tiene un aire de persona corriente, de hombre de clase media, sin ese tufillo elitista que desprenden algunas otras estrellas de la televisión norteamericana y de Hollywood.

MAESTRO EN VIRALIDAD

En la era de YouTube, se ha convertido en uno de los maestros de la viralidad por emitir en su programa segmentos recurrentes como el de famosos leyendo los tuits más mezquinos escritos sobre ellos, las entrevistas callejeras a gente dispuesta a decir lo que sea ante una cámara o uno anual donde anima a la gente a grabar las reacciones de sus hijos tras decirles que se han comido todas sus golosinas después de Halloween.Y con la complicidad de Matt Damon, ha convertido una supuesta guerra entre ambos en fuente inagotable de material.

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No es el más político de los presentadores nocturnos, pero tampoco el más moderado ni el más políticamente correcto. Sabe que la sensibilidad no es su punto fuerte y aunque entiende que quizá algunos temas sean intocables, confiesa que el material arriesgado le excita. Por ejemplo, en la presentación de los Emmys, en septiembre, abrió con una broma en la que anunció que quien salía al escenario era Bill Cosby, el icono negro caído por las acusaciones de abuso sexual. Los asistentes se quedaron casi petrificados, sin saber cómo reaccionar. Y Kimmel ha dicho que observar esa parálisis desde las bambalinas fue su parte favorita del 'show'.

15.000 DÓLARES

Era la segunda vez que Kimmel, que en el 2012 fue maestro de ceremonias en la Cena de Corresponsales de la Casa Blanca, presentaba los premios de la televisión. Tiene otras galas en su haber (los American Music Awards y los ESPYS), y está acostumbrado a los grandes escenarios. Pero el de esta noche es mayor que ningún otro y, aunque ha confesado sentir cierta "ansiedad" ante la tarea –por la que cobrará 15.000 dólares, según él mismo ha revelado–, también ha asegurado que ha decidido "intentar disfrutar el proceso y ser optimista", aunque es consciente de que, "haga lo que haga, a alguien no le va a gustar".

El hecho de que las nominaciones alejen por una vez las sombras de racismo que planean sobre Hollywood le han puesto las cosas algo más fáciles para abordar tan compleja cuestión. Pero le toca presentar los Oscar cuando Trump (del que se rió en los Emmy con un chiste que imaginaba al entonces candidato restregándose contra su esposa Melania mientras esta se hacía la dormida) ocupa el Despacho Oval, para muchos una de las bromas más pesadas. Él ha declarado su intención de no hacer su parte demasiado política y de buscar el equilibrio entre "ni mucho ni poco", pero sabe que no está del todo en sus manos, ni en su probada agilidad mental, marcar la gala. Dependerá de lo que quieran decir los presentadores de los premios, de los discursos de los ganadores y de cómo pase el día en Twitter alguien tan volátil como Trump.