entrevista

Élisabeth Roudinesco : «Freud pertenece a la cultura popular, no al psicoanálisis»

Hija de dos psicoanalistas -el médico francés de origen judío rumano Alexandre Roudinesco y la pediatra francesa de origen judío alemán Jenny Aubry, perteneciente a la alta burguesía-, Élisabeth creció en un ambiente culto donde la figura y la obra de Freud estaban muy presentes.   Tras estudiar Lengua y Literatura en la Sorbona, continuó formándose con destacadas figuras del pensamiento y las letras francesas, como Deleuze, Foucault, Certeau y Todorov.  Se formó en la Escuela Freudiana de París de la mano de Lacan, de quien se convirtió en su biógrafa, y ha escrito multitud de libros sobre historia del psicoanálisis, la revolución francesa y el judaísmo.  

Élisabeth Roudinesco, durante su reciente visita a Madrid para promocionar la biografía de Freud.

Élisabeth Roudinesco, durante su reciente visita a Madrid para promocionar la biografía de Freud.

JUAN FERNÁNDEZ

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Ni era un depravado sexual, como algunos proclamaron, ni un avaro que expoliaba a sus pacientes, como otros dijeron de él. Según la autora de la biografía más ambiciosa escrita hasta la fecha sobre Freud, donde se detallan multitud de pasajes de su vida íntima, el padre del psicoanálisis ha generado a su alrededor una mitología pintoresca que no logra hacer mella en el tamaño de su legado intelectual y cultural.

La cultura, los usos sociales y hasta los detalles más íntimos de la vida cotidiana están hoy impregnados de paradigmas y patrones mentales directamente heredados del psicoanálisis. Sin embargo, la figura de su creador permanece rodeada de una nebulosa de mitos y leyendas que no ha parado de crecer con el paso de los años. Aspirando a borrar esa niebla con el soplido de los datos contrastados, la historiadora y psicoanalista francesa Élisabeth Roudinesco ha escrito Freud, en su tiempo y en el nuestro (Debate), una monumental biografía con pretensiones de definitiva que tira por tierra multitud de bulos falsos que circulan sobre su vida y demuestra hasta qué punto su legado sigue estando vigente.

-¿Cuáles son las mentiras sobre Freud que más le ha costado desmontar?

 -Hubo una corriente de opinión que intentó pintarlo como un libertino que vivía rodeado de un lupanar y en cuyo diván ocurrían cosas terribles. También está el tema del dinero. Freud no fue el buitre avaro que algunos han querido hacer de él, lo pruebo con datos. Como demuestro que nunca dijo multitud de frases y sentencias que han puesto erróneamente en su boca, y que todos dimos por ciertas en algún momento.

-Vayamos por partes. ¿Qué hay de cierto en esa presunta pulsión sexual irrefrenable?

 

-Freud provocó una subversión en el pensamiento y las costumbres de su tiempo al poner el foco en la sexualidad, pero nunca fue un libertino ni anduvo propagando el sexo libre. Al contrario, su vida se atuvo a las normas de su época. Se le atribuye una relación carnal con su cuñada, pero nunca se ha podido demostrar. Es cierto que ella vivía en su casa, pero en aquella época las familias las formaban grandes clanes donde solía haber tías solteras, abuelos, sobrinos y cuñados compartiendo el mismo techo.

-De hecho, usted subraya que Freud mantuvo una absoluta abstinencia sexual en más de la mitad de su vida. ¿Qué interpretación freudiana otorga a este detalle?

-En realidad, no tiene ninguna explicación freudiana, sino más bien práctica. Después del nacimiento de su sexto hijo, Freud y su mujer decidieron que no querían tener más descendencia. Eso hoy se soluciona con anticonceptivos, pero no se imagina cómo eran los preservativos de la época. Por otro lado, él tampoco se sentía tan atraído por el sexo como para tener amantes. Ante esa situación, optó por poner fin a su libido y sublimarla. De joven ya había logrado dominar las pulsiones sexuales: él y su mujer respetaron la norma de casarse vírgenes.

-¿Qué hay sobre el dinero? ¿Le interesaba más que el sexo?

 

-Ese bulo también está basado en datos falsos. Hay quien afirma que el precio de sus sesiones equivale a unos 500 euros de nuestra época. Ante la duda, consulté esas cantidades con el economista Thomas Piketty, y este me confirmó que esa comparación es errónea, ya que no tiene en cuenta la devaluación que sufrió la moneda tras la primera guerra mundial. A los norteamericanos que venían a tratarse en su diván les cobraba 25 dólares, que era mucho dinero, pero en ese momento ya había discípulos suyos en Nueva York cobrando 50 dólares. Freud vivió bien, pero no mejor que cualquier buen médico de la Viena de su época. No fue un estafador que sangrara a sus pacientes.

-¿A qué se deben esas leyendas?

 

-Muchas las alimentaron antagonistas suyos desde Estados Unidos, un país donde mentir está muy mal visto y puede suponer la descalificación total de una persona. El argumento era: si Freud mintió y escondió una relación adúltera con su cuñada, entonces toda su teoría está invalidada. Otros ataques, sobre todo los referentes al tema del dinero, provienen del antisemitismo, ya que él era judío. La política tampoco ha permanecido ajena a su figura.

-¿En qué sentido?

 

-La derecha lo asocia al sexo y lo considera un subversivo, un anticristo. Para la izquierda fue una figura emancipadora. Lo cierto es que él era un conservador ilustrado, subversivo en su pensamiento, pero bastante clásico en su vida.

-Sobre su obra, el psicoanálisis, pende la duda de su carácter científico, puesto en cuestión, y su eficacia, también en entredicho.

 

-El psicoanálisis no se ha presentado nunca como una ciencia, ni ha aspirado a serlo. Freud tuvo muchos pacientes, y a unos los curó y a otros no. El problema es que el psicoanálisis clásico no era óptimo para los psicóticos, sino para los neuróticos, pero él atendió casos muy graves que hoy no se abordarían con un psicoanálisis. Por otro lado, la curación en el psicoanálisis no es igual que en la medicina. Superar una neurosis no es igual que vencer una enfermedad orgánica, consiste en reorganizar la mente, y ahí sí es eficaz. El psicoanálisis no cura enfermedades, pero ayuda a reorganizar la vida, y eso ya es mucho.

-Entonces ¿cuál diría que fue su gran aportación?

 

-Freud supuso una revolución simbólica. Hay un antes y un después de él en la historia del pensamiento. Realmente, él no inventó la interpretación de los sueños, que es algo que ya se hacía en la antigüedad, ni descubrió el subconsciente, del que ya se hablaba antes de él. Pero Freud le llamó de otra forma, inconsciente, y le dio otra dimensión. Introdujo en nuestra cultura lo irracional, el lado oscuro, lo que está detrás. Cuando afirmó que el inconsciente es un teatro, convirtió nuestras vidas en novelas. No me extraña que la literatura contemporánea sea tan freudiana y tantos novelistas sean pacientes de psicoanálisis.

-¿Diría que ocupa el lugar en la Historia que merece?

 

-Sí, pero ese lugar no es el que algunos creen. Freud ya no pertenece al psicoanálisis ni a la comunidad psicoanalítica, ahora forma parte de la cultura popular. Nuestro mundo no se puede explicar sin su huella. Está en nuestras vidas, lo invocamos cuando hablamos de lapsus, de histeria, de represión, de tabús, de pulsión sexual. Todos estos conceptos tienen un origen freudiano, mal que les pese a algunos. Le contaré una anécdota: el día que se produjo el relevo en el Frente Nacional, la prensa tituló: «Marine Le Pen asesina al padre». Dudo que Marine lo entendiera, pero su padre sí, que es más leído, y debió de pensar: «Oh, no, Freud, maldita sea». Para la extrema derecha, Freud es el diablo. No en vano, el psicoanálisis está prohibido en todas las dictaduras.

-¿Imagina que Freud viviera hoy? ¿Qué pensaría de nuestro mundo?

 

SEnDEstudiando su tiempo, me he dado cuenta de que la Europa hacia la que nos encaminamos se parece mucho a la que desapareció en 1914. Aumentan los nacionalismos, crecen los populismos, estallan guerras, el progresismo se estanca. Freud confirmaría lo que sospechaba: que el hombre siempre acaba rindiéndose ante la tentación de autodestruirse. Estaba convencido de que nunca alcanzaríamos el final del oscurantismo religioso, y el resurgir de los fanatismos que estamos viendo lo demuestra.

-¿Le imagina investigando?

 

-Se interesaría mucho por la biología. En uno de sus últimos escritos, cuando la química moderna no se había desarrollado aún, dijo: «Las drogas se convertirán en una herramienta muy eficaz en el tratamiento de la locura, pero el complemento anímico que aporta el psicoanálisis seguirá siendo necesario». Creo que estaría fascinado con los nuevos modelos de familia, con el mundo de los homosexuales y con los animales. Le interesaba mucho descubrir los límites de la psique animal.

-¿Se llevaría usted bien con él, serían amigos?

 

-Sí, pero guardaría las distancias. Tenía una inteligencia epatante y sí, habría querido ser su amiga, pero sin adoptar la actitud sumisa que tomaron algunos de sus colaboradores. Para escribir este libro, me fascinó visitar el cementerio de Hoop Lane de Londres, donde están sus cenizas. Bueno, ya no. El 31 de diciembre del año pasado, alguien destruyó la vasija que las contenía. ¿Eran gamberros, antifreudianos, antisemitas? No se sabe. Lo único cierto es que, un siglo después, Freud sigue levantando pasiones. 

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