BANKSY

El icono discutido

El grafitero más famoso del mundo, que mantiene blindada su identidad, da nuevos argumentos a sus detractores: su parque temático anti-Disney suma críticas al tiempo que da pase vip a Brad Pitt.

El icono discutido_MEDIA_1

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JUAN MANUEL FREIRE

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Casi nadie reconocería al artista callejero más famoso del mundo si lo viera por la calle. Su estilo es reconocible: imágenes estarcidas de contenido provocador, reflexiones efectivas (o efectistas, según a quién se pregunte) sobre la cultura de consumo, la política y el propio arte, callejero o no. Hablamos, por ejemplo, de esos amantes besándose mientras miran sus respectivos móviles; de ese hombre con ramo de flores pintado con esprai a la salida de un famoso local de striptease, o esa imagen icónica de un hombre envuelto en una revuelta que, en lugar de tirar un cóctel molotov, lanza un ramo de flores.

Esta última apareció en un muro en Jerusalén en el 2005. El arte de Banksy ha trascendido su Bristol natal y Londres, adonde se mudó en el 2007, para llegar a todas partes del mundo, de las calles de Nueva York -donde tuvo una residencia de un mes en el 2013, a razón de una imagen por día- al muro que separa Israel de Palestina. En todas partes se conoce a Banksy, pero casi nadie sabe del verdadero hombre detrás del mito, lo que solo ha contribuido a un aura de culto traducida en éxito comercial.

En el 2006, la imagen de una pareja fundida en un abrazo sin quitarse el casco de buzo -es decir, la portada del disco Thinktank de Blur, del 2003- alcanzó en una subasta 62.400 libras (casi 86.000 euros). Y hasta 102.000 se pagaron un año después por BombingmiddleEngland, imagen de pensionistas jugando a bolos con bombas. También en el 2007, Angelina Jolie y Brad Pitt se gastaron un millón de libras en obras del artista.

Se cree que está cerca de los 40, y algunos hasta le ponen un nombre, Robert Gunningham, pero Banksy aún es un misterio. En el 2010, cuando presentó su película Exitthroughthegift shop en el festival de Berlín, pasó de la alfombra roja (por supuesto) para enviar un mensaje de vídeo en el que aparecía con la cara oculta y la voz distorsionada.

La (curiosa) película era un (posiblemente falso) documental a medio camino entre la celebración del arte callejero y la condena de su excesiva comercialización. Un problema al que, de hecho, se enfrenta el propio Banksy, quien a pesar de criticar el robo de sus obras para su venta en subastas no ha tenido problema en ver subir el precio de sus obras. «Me han llamado vendido, pero regalo miles de obras mías, ¿cuántas más quieren?», dijo en una rara entrevista por e-mail para The New Yorker.

Para algunos, habrá quien diga que envidiosos, Banksy ha pasado de ser un artista forajido a otra entidad corporativa. El propio artista parece entender esta visión. «No hay manera de evitarlo -dijo al VillageVoiceSEnD: el éxito comercial es una marca de fracaso para un artista de graffiti. Se supone que no se nos debe abrazar de esa manera. Cuando ves cómo la sociedad recompensa a tanta de la gente equivocada, es difícil no ver el reembolso financiero como una medalla de mediocridad egoísta».

 

Esta semana, los antifans de Banksy han tenido nuevos motivos para el enojo. Según parece, Brad Pitt ha recibido un tour privado por Dismaland, el parque temático en contra de los parques temáticos -los de Disney en concreto- que el artista ha montado en una piscina pública abandonada en Weston-super-Mare, al suroeste de Inglaterra. Mientras el público se las veía y deseaba para lograr entradas en una web con problemas, o hacía colas bajo lluvia intensa, la estrella de Hollywood -recordemos, muy fan de Banksy, al que incluso pidió un mural para su chateau francés- pudo en apariencia ver el parque antes del horario de apertura y a su aire.

Según Jonathan Jones, el crítico de arte de The Guardian, tampoco hay tanto por ver. En su columna sobre Dismaland habla de bromas simplistas como un carruaje de calabaza al estilo de Cenicienta medio destruido en un choque y rodeado de paparazis para hacer pensar en Lady Di. Y así analiza Jones una pintura de una madre y un niño a punto de ser sacudidos por un tsunami: «De cerca, y sin la excusa de que lo hizo rápidamente para evitar a los polis, la crudeza grotesca de su técnica pictórica resulta embarazosa. Pero lo peor de la obra es su peculiar falta de sentimiento humano. Se supone que debemos considerar divertido que la ola vaya a matar a estos bañistas». Compara la imagen con «propaganda maoísta» y, sentencia, «como arte es estéril y muerta».Aún adorado por muchos, pero puesto en entredicho por quienes advierten contradicciones en su discurso o creen que sus imágenes, después de todo, son vacuas. ¿El reinado de Banksy se tambalea? 

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