ENTREVISTA CON EL ACTOR Y DIRECTOR DE TEATRO

Josep Maria Pou: «Estoy cansado de que cada día sea un día histórico»

Hijo de un obrero metalúrgico aficionado al teatro, empezó a estudiar en la Universidad Laboral de Tarragona, hizo la mili en Madrid y en 1970 se introdujo en el María Guerrero de la mano de José Luis Alonso.   Ha protagonizado más de 50 montajes y acumula premios como el Nacional de Teatre de la Generalitat (2001) y el Nacional de Teatro (2006). También ha hecho televisión ('Estació d'enllaç' y 'Policías, en el corazón de la calle'), traduce, escribe y dirige el Teatre Goya.  Tras estrenar 'Sócrates' en Mérida, recalar en el Romea -adonde volverá la próxima temporada- y rodarlo por Valencia, Murcia y Tarragona, por primera vez en años  se irá un mes de vacaciones a Londres y a Nueva York, ciudades «donde hay teatros, librerías y hoteles históricos».

Josep Maria Pou, el pasado miércoles, horas antes del estreno en el Teatre Romea.

Josep Maria Pou, el pasado miércoles, horas antes del estreno en el Teatre Romea.

NÚRIA NAVARRO

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Siente la curiosidad de un zagal de 18 años, pero a sus 70 considera que ya tiene edad para decir lo que piensa. Parte de sus ideas están en sintonía con las de Sócrates, el personaje que encarna en el Teatre Romea, en el montaje de Mario Gas.

Pou vive en un extraño y electrizante bucle. Por las mañanas desayuna con las dolorosas noticias sobre la Grecia de Tsipras y por las noches interpreta en el Romea a Sócrates, el filósofo ateniense que hace 2.400 años aceptó la condena de beber cicuta por defender su idea de democracia. Los dos tienen 70 años. Los dos consideran que no es tiempo de medias tintas. Y con esa voz y esa mirada que atraviesan el hormigón tan suyas, casi declama en el salón de su casa, atestada de libros:

-¡Qué satisfacción poder decir sobre el escenario: «Avergonzaos de no pensar en otra cosa más que en acumular riquezas, en adquirir créditos y honores y en despreciar los tesoros de la verdad y la sabiduría»!

-Sócrates diría lo mismo si despertara en Atenas este julio. 

-Estaría en la plaza Syntagma, se sentaría en un banco e intentaría animar a un grupo de ciudadanos, fueran o no partidarios de Tsipras, a preguntar el porqué de todo. Era una mosca cojonera. Y su condena fue un juicio político. Se lo querían sacar de encima.

-Esa música también sigue sonando.

-De todo lo que pasa en Grecia, lo que más me conmueve son esas colas de jubilados a las puertas del banco. Igual es la imagen que quiere proyectar la UE para apretar más las tuercas, pero a mí me duelen. La política de la UE de estos últimos años nos ha robado la democracia a todos.

-El margen de oposición es pequeño.

-Sin embargo, los nuevos movimientos -Syriza, Podemos…- son lo mejor que nos está pasando. No digo que ideológicamente esté al 100% de acuerdo, pero traen renovación y esperanza. También creo que Tsipras, por inexperiencia, pensó que con el poder que le otorgaban las urnas iría a la UE e impondría su criterio, incluso con cierta arrogancia. Debía haber jugado más a la política.

-Y aquí,  ¿en qué momento estamos?

-Yo viví los últimos años del franquismo haciendo teatro militante en Madrid con Adolfo Marsillach, encajando silbidos y hasta bombas. También viví aquella maravillosa Transición, con Tierno Galván y el Madrid de la movida, que fue una revolución cultural en toda regla. Pero ahora estoy muy decepcionado.

 

-¿Desde cuándo exactamente?

 

-Desde cierto momento de la Administración Zapatero -que no tenía la talla de estadista necesaria- en el que se arremolinó a su alrededor una nube de buitres -que son los que nos gobiernan ahora- para despedazarlo. Comencé a sentir una especie de aversión a la clase política en general que sigue en mí. Estoy convencido de que hay muy buenos políticos, pero no están en la política actual; se han retirado a sus cuarteles de invierno por prudencia. Después de todo lo vivido, lamento coincidir en un momento histórico de políticos muy mediocres. Y hablo de los de allá y de los de aquí.

-¿Los de allá y los de aquí?

-Me parece tan mediocre Rajoy como Mas. Y lo peor es que, siendo mediocres, quieren convertirse en salvadores de la patria. Por intereses personales, hacen políticas insustanciales, escondiendo los problemas principales. Pero según qué es mejor no decirlo, porque la gente se ha puesto muy agresiva...

-Se le ve más suelto que nunca.

-Serán los 70 años. Siempre dije que quien quisiera saber a quién votaba bastaba con deducirlo de mis opiniones, pero ahora siento que hay que decir ciertas cosas. Yo lucharía para cambiar radicalmente toda esta clase política. Las municipales y ciertas autonómicas han demostrado que es posible. Y soy muy partidario de la política de pactos; que es mil veces mejor que las mayorías absolutas.

-Se avecinan dos convocatorias.

-Y espero poder ver más cambios. Estoy cansado de que en Catalunya cada frase sea una frase histórica, cada gesto sea un gesto histórico y cada día, un día histórico. Quiero vivir días normales y, de vez en cuando, un día realmente histórico.

-No le emociona el proceso.

-No tengo ningún sentimiento independentista ni tampoco antisoberanista. Simplemente no es mi guerra. Si el pueblo de Catalunya decide que quiere ser independiente, fantástico; pero al día siguiente de la declaración me levantaré y haré lo mismo que estoy haciendo ahora en esta Catalunya que algunos ven dependiente y esclavizada.

-Su parecer ha recibido más de un palo en los foros de internet.

 

-Y muchas de las reacciones en las redes tienen mucho de intolerancia. Yo he sido un fanático de las nuevas tecnologías. Fui de los primeros que tuvo internet y creé pronto mi propia página web, pero recibí tantos correos insultantes -del tipo «¡Tú no eres un Pou, eres un Pozo, castellano de mierda, vete a Madrid!»-, que cuando llegaron Facebook y Twitter  dije «ni hablar». Jamás he tenido la tentación de darme de alta ni he leído un solo tuit más allá de los que reproducen los diarios. No quiero dejar que entren en mi vida.

-Venga, va, haga su primer y único tuit aquí.

-¿Cuántos caracteres debe tener?

-140.

-«Yo soy independiente, respetadme».

-Lapidario.

-Siempre he estado muy comprometido con mi sociedad, pero quiero que respeten cuando yo no quiera participar. Es mi manera de entender la libertad, por la que araño. Yo quiero ser independiente de casi todos, y me molesta que toda esa gente se haya metido en mi vida y la condicione, que no pueda hablar claramente porque quien me escuche se haga enemigo mío.

-Sócrates murió por defender la democracia. ¿Por qué lo haría usted?

-Pudiendo sobornar a los guardianes y huir, Sócrates asumió la pena. «Si me condenan a muerte en base de estas leyes que yo respeto y acepto, no me puedo burlar de ellas». Es la primera víctima de la democracia y eso le convierte en un héroe trágico. Pero a mí me gusta mucho vivir. Es más, me fastidia saber que tengo que morir algún día. Así que no me dejaría matar ni por la democracia ni por la colectividad. Eso de patria o muerte me echa para atrás. Si acaso, moriría voluntariamente si pudiera salvar la vida de alguien que amara mucho.

-¿Usted ha amado mucho?

-He conocido el dolor extremo por el amor extremo. Pero eso forma parte de la biografía.

-La biografía de un animal teatral.

-He entregado la vida al teatro, con pasión, pero por primera vez estoy pensando en bajar el ritmo,  en levantarme y tener todo el día para leer o para pasear por la Barceloneta, que hace seis años que no lo hago.

-¿La edad  otra vez?

-El 7 me ha cambiado. Sigo yendo por el mundo como si tuviera 18, con la misma curiosidad por todo, de verdad. Y si soy actor es porque soy un niño grande al que le gusta jugar. Pero durante muchos años no he disociado el oficio de la vida. Y cada vez más me digo: «Tienes que pensar más en ti y menos en los otros». Le doy mucho la tabarra a familiares y amigos con esto de la jubilación.

-Nadie lo diría. Tiene una agenda bestial.

-Estoy metido en 50 cosas, sí. Interpreto, dirijo, traduzco, llevo el Teatre Goya. Me atrevo con todo, excepto con dar clases.

-¿Falta de vanidad?

-Falta de vocación. No siento que deba pasar el testigo a las generaciones siguientes o dejar un legado. Si la gente joven que trabaja conmigo tiene interés, sacará libremente algún aprendizaje. Aunque hay algo que sí me gusta transmitir: el oficio.

-¿El oficio?

-Por ejemplo, que no se puede llegar al teatro con el tiempo justo. Yo llego dos horas antes, con la prensa del día, los libros y la música. Necesito poner una barrera entre el mundo exterior y el del personaje. Y esa barrera la encuentro en el camerino, una tierra de nadie a la que se llega después de dejar fuera las angustias y las prisas. Y cuando el regidor te dice que quedan 30 minutos, ya estás en un estado fantástico, alejado del mundo exterior.

-¿Siempre sale a escena con paso firme? ¿Nunca le temblaron las piernas?

-Las mariposas en el estómago solo las tengo las noches de estreno, porque te están examinando. Sé que en el patio de butacas hay gente que se sienta y dice: «¿A ver qué nos hará Pou esta vez?». Esperan que les ofrezca algo mejor que lo que les ofrecí la última vez y temo no estar a la altura. Ya ve, me fastidia dar clases, que me examinen...

-Ya veo. Si casi todo es teatro, ¿para qué sirve el teatro?

-El teatro del mundo es teatro del malo, al que se le ven las tripas. El teatro de verdad es verdad pura. 

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