el CANTANTE TRIUNFA, a los 73 años, EN VALENCIA CON 'SIMON BOCCANEGRA'

El milagro de Plácido

El artista se siente pletórico actuando junto a sus jóvenes discípulos

Plácido Domingo, en su papel en la ópera 'Simon Bocanegra'

Plácido Domingo, en su papel en la ópera 'Simon Bocanegra'

CÉSAR LÓPEZ ROSELL
VALENCIA

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Feliz, expansivo, comunicativo. Plácido Domingo festeja en su camerino del Palau de les Arts de Valencia su triunfo en Simon Boccanegra. El pasillo está lleno de fans que esperan hacerse una foto con él. Su mujer, Marta, y su hijo, Álvaro, intentan conducir ese tráfico como pueden.  El ahora barítono se ha dejado la piel encarnando al dogo de Venecia de la ópera de Verdi, hasta tal punto que en la caída final que representa la muerte del personaje se ha temido por su físico. Pero se ha levantado sin problemas para recibir las repetidas aclamaciones del público que la noche del jueves llenó el recinto de Calatrava.

«Lo suyo es como un milagro», le decimos. «El milagro --responde-- es estar actuando a pleno rendimiento junto a estos jóvenes discípulos». La soprano china Guanqun Yu (que encarna a Amelia Grimaldi, hija del dogo, y ganó el concurso Operalia) fue otra de las triunfadoras  junto al italiano Ivan Magri en este montaje de Lluís Pasqual, algo oscuro de luz pero claro en la idea de dar luz a la música y los cantantes.

A sus 73 años, Domingo sigue instalado en la plataforma de los récords. Está celebrando los 45 años de su debut en el Met de Nueva York con la edición de un triple CD (Sony Classical). «Es el cantante que desafía la gravedad de la edad», ha escrito The New York Times. En el teatro neoyorquino ha ofrecido 700 representaciones, ha estrenado 48 óperas de las 148 de su carrera y ha inaugurado la temporada infinidad de veces. «Desde que sustituí en mi debut a Franco Corelli, he vivido allí grandes premières».

Calificado como el hombre de hierro de la ópera, lo demuestra en lo físico y en lo vocal. Recientemente superó con sorprendente rapidez una embolia, circunstancia que le ha llevado a administrar mejor sus tiempos. Pero él necesita estar activo. «Si descanso, me oxido», dice. Aunque es también director de orquesta y gestiona la Ópera de los Ángeles no quiere ni oír hablar de dejar los escenarios para asumir otras tareas. «Mientras pueda el canto será mi prioridad --confiesa--. Tengo firmados contratos para tres años más, pero habrá que ver si me mantengo en el actual nivel».

UN CENTENAR DE FUNCIONES / Acaba de estrenar La isla encantada y tiene ya en puertas cuatro personajes más, entre ellos el Don Carlo de Ernani. Este año se enfrentará a casi un centenar de funciones entre ópera y recitales en los teatros más prestigiosos y en festivales como Salzburgo.

El 27 de este mes encabezará el cartel del concierto de canonización de Juan Pablo II en Poznan (Polonia) interpretando canciones de Amore infinito, basadas en textos de Wojtila, nombre con el que ha bautizado al caballo que le regalaron. Está fascinado con el Papa Francisco. «Ha sido un balón de oxígeno para la Iglesia, aunque no resto méritos a Benedicto XVI que supo renunciar después de poner los cimientos para que su sucesor marcara las pautas».

EL LICEU Y MATABOSCH / Expresa su tristeza por el conflicto soberanista. «Siempre he sido un amante de la diversidad. Mi padre era catalán, mi madre guipuzcoana, y mi abuelo de Eivissa. Defiendo el desarrollo de cada identidad regional, pero espero que entre Catalunya y España todo se arregle aplicando el espíritu de la transición. No concibo a mi país dividido. España está por encima de cualquier partido», sentencia.

También habla de los cambios en la ópera española. «Lamento que el Liceu haya perdido a Matabosch, de la misma manera que me alegro por el Real porque es un gran director, pero espero que en Barcelona acierten con el nuevo gestor». Y termina con un deseo: «que la música sea asignatura obligatoria en las escuelas».