George Clooney

Guardián del arte

Hubo unos héroes que durante la segunda guerra mundial salvaron obras de arte valiosísimas. El actor y director los homenajea en un filme

Harry Ettlinger, hoy octagenario, junto al autorretrato de Rembrandt que rescató del expolio nazi.

Harry Ettlinger, hoy octagenario, junto al autorretrato de Rembrandt que rescató del expolio nazi.

NANDO SALVÀ

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Entre otras muchas cosas, Adolf Hitler fue el más fecundo coleccionista de arte desde Napoleón, más que nada porque su método para adquirir esculturas, pinturas y demás tesoros era el mismo que el del emperador: invadir países y saquearlos. De hecho, los nazis robaron arte a una escala única en la historia. Y el demente plan de dominación de Hitler no solo incluía la limpieza étnica sino también convertir Linz, la localidad austriaca que él consideraba su tierra natal, en la capital cultural del Tercer Reich: allí construiría el Museo del Führer, donde se alojarían los millones de valiosas piezas sustraídas de museos, iglesias y colecciones privadas de Europa. Asimismo, se planificó la destrucción de todas aquellas piezas consideradas degeneradas -sobre todo de artistas modernos como Picasso y Max Ernst- o que atentaran contra la promoción de la pureza racial germana.

Hitler, pintor fracasado

«Creo que Hitler ya estaba escribiendo Mein Kampf antes de ser un pintor fracasado, así que sus valores estaban ahí desde el principio, pero en todo caso fue una auténtica lástima que no lo aceptaran en la Escuela de Arte de Viena», bromea George Clooney acerca de cuanto de desquite personal pudo haber aquel expolio -- si él no podía disfrutar del arte, nadie más podría--. En la nueva película que dirige y protagoniza, The Monuments Men -desde el pasado viernes en los cines-, en la que recuerda aquel infame episodio histórico desde la perspectiva del grupo de historiadores, profesores y demás expertos en arte procedentes de 13 países que, en los últimos estertores de la segunda guerra mundial, viajaron al frente para evitar la destrucción de obras de arte y tesoros arquitectónicos y recuperar esculturas, pinturas, libros, joyas y tapices robados por los nazis para devolverlos a sus dueños legítimos.

Muchos de nosotros queremos creer que nos adentraríamos en zona de combate para salvar a un niño indefenso pero, ¿haríamos lo mismo por La última cena? Resulta difícil responder a esa pregunta y, por tanto, fácil entender por qué Clooney se sintió atraído por estos héroes casi anónimos, particularmente del modo en que el escritor Robert M. Edsel los presenta en el libro homónimo de 2009 que lo ha inspirado. Existieron alrededor de 350 monuments men pero, como Edsel, Clooney se centra en solo ocho de ellos. Por ejemplo, el teniente George Stout, una eminencia en el campo de la restauración y uno de los cerebros tras los héroes, es la base del personaje interpretado por Clooney; James Rorimer, que llegó a ser director del Museo Metropolitano de Nueva York, inspira el encarnado por Matt Damon; y Lincoln Kirstein, futuro fundador del New York City Ballet, sirvió de modelo al interpretado por Bob Balaban.

Asimismo, el joven actor Dimitris Leonidas encarna a un alter ego de Harry Ettlinger, el único miembro del grupo que aún vive. Ettlinger, de 88 años, acabó formando parte de él esencialmente porque hablaba alemán. Había nacido en Alemania pero huyó del país con sus padres cuando el führer subió al poder. «Mis padres comprendieron que la vida para un judío no iba a volver a ser posible en Alemania». La familia huyó a Estados Unidos justo el día después de que el joven Harry celebrara su Bar Mitzvah. «El rabino nos aconsejó que nos marcháramos esa misma tarde, a pesar de que está prohibido viajar en shabat. Pero mi padre pensó que la guerra no iba a empezar tan rápido».Para dar forma a su historia, Clooney se ha inspirado en las películas bélicas que solía ver por la tele de adolescente. «Me encantan Los cañones de Navarone, Los héroes de Kelly y La gran evasión, y esas películas ya no se hacen». Eso inevitablemente significa que su atención a la precisión histórica es moderada. «En todo caso, yo diría que el 80% de la película es fiel», asegura el director. «Casi todas las escenas sucedieron, aunque algunas no fueron tan dramáticas. Pero de eso se trata cuando haces cine. Al menos no hemos matado a Hitler en un cine», añade, en referencia a Malditos bastardos, de Quentin Tarantino.

Botticelli, Rodin, Cézanne

Al final de su misión, los monuments men habían devuelto más de 5 millones de objetos a los países de donde habían sido sustraídos. Aun así, en la actualidad la Monuments Men Foundation mantiene una base de datos que incluye cientos de obras aún perdidas, entre ellas piezas de Botticelli, Rodin, Monet, Cézanne, Mondrian o Caravaggio. De hecho, solo una pequeña fracción de lo que los nazis robaron llegó a ser recuperado, y así quedó demostrado, por ejemplo, con la enorme colección de arte moderno -más de mil objetos, entre ellos obras de Picasso, Matisse y Chagall, valorados en más de 1.200 millones de euros- descubierta en 2012 en el apartamento de Múnich de Cornelius Gurlitt. Su padre, Hildebrand Gurlitt, fue un marchante de arte que colaboró con los nazis. Investigaciones posteriores demostraron que buena parte de los objetos encontrados habían sido recuperados por las tropas aliadas y luego devueltos a Gurlitt.

Es posible que viendo The Monuments Men más de uno se pregunte: «Vale, pero, ¿a quién le importan unas pinturas cuando millones de personas están muriendo?». Para contestar a esos escépticos, Clooney abre su película con una escena en la que su personaje defiende su postura frente al presidente Franklin Delano Roosevelt: mientras los aliados lanzan bombas en ciudades de Alemania, Italia y Francia, «¿quién se asegurará de que la estatua de David sigue en pie, o que la Mona Lisa todavía sonríe? Si destruimos la cultura de toda una generación de personas, es como si nunca hubieran existido». Obviamente, se trata también del punto de vista del propio Clooney, que a lo largo de su filmografía como director se ha preocupado por asuntos como la integridad periodística -en Buenas noches, y buena suerte (2005)- o la falta de moralidad de la clase política -en Los idus de marzo (2011)-. Uno de sus argumentos en The Monuments Men es que liberar de los nazis esas obras fue quizás el último acto altruista de Estados Unidos en el teatro de la guerra.

De hecho, él mismo desearía haber estrenado esta película 11 años atrás, antes de que las tropas estadounidenses invadieran Irak. Quizá así se habrían tomado precauciones para evitar el saqueo masivo del Museo de Bagdad, en su día depósito de inevaluables colecciones de arte sumerio, asirio y babilonio. «Independientemente de lo claro que fui en su día contra la guerra, considero que si ocupas un país presuntamente para defender a su pueblo, lo mínimo que debes es preservar su legado cultural. Aquel expolio es una vergüenza». Y otra reflexión: «Tan pronto como un país tiene problemas financieros, como España o EEUU, el arte es de las primeras cosas que olvidan. Sin el arte no somos nada».