Bill De Blasio

Salto en Nueva York

Tras 8 años de mandato de Giuliani y 12 de Bloomberg, un progresista que hace campaña contra la desigualdad es favorito para regir la metrópoli

En el aire, Bill de Blasio, favorito en las primarias demócratas del martes a la alcaldía de Nueva York. A la derecha, su esposa, Chirlane McCray; a la izquierda, sus hijos Chiara y Dante.

En el aire, Bill de Blasio, favorito en las primarias demócratas del martes a la alcaldía de Nueva York. A la derecha, su esposa, Chirlane McCray; a la izquierda, sus hijos Chiara y Dante. / ALBERT BERTRAN

IDOYA NOAIN / Nueva York

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Casi el 46% de los neoyorquinos viven rondando el nivel de pobreza o directamente por debajo. Eso en una ciudad de 8,2 millones de habitantes con unos 400.000 millonarios (46.000 cuando lo que se miran no son sus bienes sino sus ingresos anuales). Y esa realidad sirve para entender en buena parte por qué Bill de Blasio, actual defensor del pueblo en Nueva York, se ha consolidado como favorito de cara a las primarias entre los demócratas para elegir el martes su candidato a suceder a Michael Bloomberg en la alcaldía.

Desde que lanzó su campaña en enero a las puertas de su casa en Brooklyn acompañado por su esposa, de origen caribeño, y uno de los dos hijos de su matrimonio interracial, De Blasio ha centrado gran parte de su campaña en prometer hacer «un acto de equilibrio en una ciudad que está desesperadamente cayendo en el hábito de la disparidad». Sobre todo económica. También racial.

De Blasio asegura ser «el verdadero progresista» entre los nueve candidatos demócratas. Y aunque ha alabado logros del saliente como algunas iniciativas sanitarias, la apuesta por la creación de un nuevo campus de ciencias aplicadas y la potenciación del uso de la bicicleta, hace campaña como el anti-Bloomberg, acusando al alcalde de haber potenciado la dickensiana disparidad.

El racismo policial

Sus críticos le describen como indeciso y dubitativo a la hora de liderar pero no pueden negarle ambición de miras. Propone, por ejemplo, subir cinco años los impuestos a quienes ganan más de medio millón de dólares para, con lo recaudado, expandir hasta hacer universal y gratuito el acceso a guarderías y ampliar los programas extraescolares (algo que sus rivales denostan como una entelequia que no aprobará la legislatura estatal). Plantea que se construyan 200.000 apartamentos de protección oficial. Apuesta por dar más incentivos fiscales a pequeños negocios locales que a grandes corporaciones, potenciando además los cinco barrios y no solo Manhattan. Y ha sido feroz contra un programa de detenciones y cacheos de la policía neoyorquina que los tribunales han desautorizado como racista por poner en la diana más a negros e hispanos.

Sondeos que le dan el 43% del voto (y con 40% se evitaría una segunda ronda antes del duelo contra el candidato republicano el 5 de noviembre) apuntan a que su mensaje ha calado. Tras los últimos 12 años con la ciudad dirigida por un empresario (que con polémica cambió las leyes para darse la opción que le llevó al tercer mandato) y los ocho años anteriores del policía Rudy Giuliani, muchos neoyorquinos parecen ansiar un cambio de dirección.

Desde el millonario George Soros hasta famosos como Susan Sarandon, Harry Belafonte y Steve Buscemi han dado su apoyo público a este hijo de un veterano de la segunda guerra mundial que perdió una pierna y se volvió alcohólico y abandonó a la familia cuando Bill tenía 6 años. Convence el gigantón de 52 años y casi dos metros (1,98), que suele agacharse ligeramente para acercarse a sus interlocutores, que trabajó como jefe de campaña de Hillary Clinton cuando optó al Senado y que se ha atrevido a declararse seguidor de los Red Sox de Boston y no de los Yankees o los Mets (creció en Massachusetts).

La diversidad

Sería el primer ocupante de Gracie Mansion que ha apostado por la educación pública para sus propios hijos. Y tiene una familia que representa la diversidad de Nueva York. Su esposa, Chirlane McCray, a la que conoció cuando ambos trabajaban en la Administración del primer alcalde negro de Nueva York y que, como Chiara y Dante, han sido extremadamente activos en la campaña, se declaró lesbiana en los 70.

Hace poco de Blasio no era favorito. Lo era Christine Quinn, presidenta del consejo municipal, apoyada por The New York Times y por The New York Post, que habría sido la primera mujer -y primera lesbiana- en dirigir la ciudad pero ha caído arrastrada por su cercanía a Bloomberg y por decisiones como oponerse a bajas por enfermedad pagadas o apoyar al comisionado de policía.

Incluso llegó a ser favorito Anthony Weiner, el congresista que tuvo que abandonar su escaño por mandar fotos de sus partes por internet y que, tras reinventarse como candidato en Nueva York, se hundió ante los ciudadanos al desvelarse que había vuelto a las andadas erótico-digitales (no se ha retirado de la carrera).De Blasio los ha ido dejando atrás. Está listo para dar el salto.