ENTREVISTA CON EL Rey de la canción del verano

Georgie Dann: «Me he ido al Caribe porque no me salen galas»

El certificado oficial de que las cosas no van nada bien es que el agitador de la bullaranga estival se ha ido de vacaciones por falta de ofertas de trabajo. Nos deja, a modo de consolación, la canción 'A viajar, a viajar'

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NÚRIA NAVARRO

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Durante tres décadas, Georgie Dann correteó por toda España inaugurando oficialmente el verano. Pero este año, por tres tristes galas que le habían salido, ha preferido colgar la pajarita y largarse de vacaciones. Para sentirnos menos huérfanos, ha enlatado A viajar, a viajar, un single que aprovecha la música de Carnaval, Carnaval para publicitar la agencia de viajes de unos almacenes. Esta entrevista se realiza a través del móvil, sin saber inicialmente la ubicación exacta del artista francoespañol.

-¿Y dónde dice usted que está?

-En el Caribe. Después de trabajar en la canción de El Corte Inglés, me he tomado un descanso.

-¿Descanso? «Un verano sin Georgie Dann es como una Navidad sin Papá Noel».

-Eso cantan los de La Banda del Capitán Canalla, sí. Pues ya ve. Es la primera vez en toda mi vida que hago vacaciones en julio. Los ayuntamientos de España están mal. No tienen dinero y, si tienen un poco y hacen fiesta, los ciudadanos critican el despilfarro. ¡Ya ni fiesta hay! Así que yo estoy en Jamaica, recordando a cada paso a Bob Marley. Pero no crea que estoy mano sobre mano, ¿eh? Estoy terminando muchas canciones y perfilando un proyecto sorpresa. Como llevo conmigo el magnetofón, no hay problema.

-No le noto muy apesadumbrado.

-Pues no es nada fácil decirles a las bailarinas, a los músicos y a los técnicos: «Mirad, este verano no vamos a hacer nada». Pero soy un optimista y procuro mirar al futuro. Tengo energía y mi cabeza siempre está maquinando cosas.

-¿Nunca tuvo un bajón?

-Antes de que La Banda del Capitán Canalla reclamara mi vuelta, estuve cuatro o cinco años en los que no hice nada. Pero la canción y el cariño de la gente me dieron fuerzas. Y llevo dos temporadas en las que los de El Corte Inglés me dicen que, tras probar con varios artistas, nunca les había ido tan bien un anuncio como con mis canciones. El año pasado hasta recibí premios, como el Ampe a la mejor campaña publicitaria.

-Es un consuelo.

-Solo sé que donde me meto, destaco. Nunca estoy en segunda fila. Paso de generación en generación. Y cuando uno está durante muchos años arriba, siempre hay detractores, gente celosa. Algunos periodistas han dicho «joder, ¡este tío otra vez!», como si les molestaras. Hay quien ha asegurado que no tengo calidad. Pero yo paso. ¿Sabe por qué?

-No, señor.

-Porque he llegado a Jamaica pensando: «Aquí no me conoce ni Dios». Pues no hay hotel en que entre y no oiga: «¡Si es Georgie Dann!», «Georgie, no te acuerdas de que viniste a mi pueblo, en Alicante». Todo son besos e invitaciones a comer. No me puedo esconder en ninguna parte del mundo. Y mientras la gente me quiera, habrá Georgie Dann.

-Es que es una rareza, un ave fénix de la música ligera.

-Soy capricornio. Cuando se me mete una idea en la cabeza, voy hasta el final. Y siempre sale.

-Alguna vez ha salido a contrapelo, como El chiringuito.

-¡Ah, sí! Cuando terminé el álbum, lo llevé a la discográfica y les dije que había que apostar por El chiringuito. Lo escucharon y me telefonearon: «Es una broma, ¿no?» «¡Adónde hemos llegado!» «¿Se te ha acabado la inspiración?» «¡Eso de 'si pruebas mi sardina' es una ordinariez!».

-Vaya somanta.

-Yo les contesté: «Si salieran de sus despachos y fueran a la Costa del Sol, se darían cuenta del montón de espetos de sardinas que sirven en los chiringuitos». Me quedé muy triste. A mí una canción me cuesta seis meses de trabajo. Hay que componer, hacer los arreglos y, al acabar, cuando piensas que has hecho algo grande, esperas que te digan: «Bueno, no está mal». Pero que casi te lo tiren a la basura...

-El disco salió.

-Sin promoción ninguna. Pero las ventas se dispararon en todas partes. En Holanda, en Bélgica, en Grecia, en España... La discográfica acabó regalándome un reloj de oro.

-Lo mínimo. A La barbacoa no le pusieron tanta pega.

-Pues no estaban muy animados, no. Tuve la suerte de que hice una publicidad de Mitsubishi en el Polo Norte. Me pidieron que les adelantara un trozo de la canción del verano y les canté La barbacoa. ¡Estuve dos años en pantalla! La barbacoa se metió en todas las casas. Yo sé que en mi parcela tengo la razón.

-Un jinete solitario.

-Siempre he tenido fe en mí. Cuando me han echado por la puerta, he entrado por la ventana. Muchos me llaman el rey del verano con desprecio, pero durante años y años el disco de RCA que funcionaba era el de Georgie Dann. El bimbó, Mami que será lo que quiere el negro, Macumba, El negro no puede...

-Clásicos del doble sentido.

-Yo canto lo que canto. Cuando salió La barbacoa fue la época en que se destaparon un montón de casos de corrupción y en un diario nacional salió un artículo con mi letra y, al lado, su interpretación. Y yo pensé: «¡Qué sabrá este tío!». Cuando hablo de chorizos, hablo de los de carne.

-¿No hay más vuelta?

-La canción se me ocurrió cuando improvisamos una barbacoa después de hacer un reportaje al que todo el mundo había llegado tarde. Al ser una comida participativa, se creó tan buen ambiente, había tanta alegría, que me salió la letra. Por cierto, hablando de chorizos...

-¿Qué pasa con ellos?

-Unos días antes de salir de viaje, fui al Carrefour a comprar material para la barbacoa y, donde antes encontrabas chorizos para barbacoa, ahora hay chorizos parrilleros. ¡Hasta el nombre ha inspirado Georgie Dann!

-Con los tiempos que corren, debería reconsiderar lo del doble sentido.

-No, no. Mis letras son blancas y alegres. Creo que la vida hay que vivirla y dar las gracias si estás bien. Últimamente han muerto muchos compañeros míos, muchos... Que todo te funcione es una bendición.

-Ha superado ya los 70.

-Tengo menos de los que pone la Wikipedia, ¿eh? Es igual, que cada uno me haga lo viejo que quiera. Lo cierto es que rara es la mañana en que no pase una hora en el agua, nadando, sea invierno o verano.

-De joven ya iba para as del estilo mariposa.

-Nadaba en la mítica Piscine des Tourelles de París. Pero mis pasos se encaminaron a convertirme en clarinetista de filarmónica.

-¿De veras? ¿Y cómo fue a parar al cachete con cachete?

-En París estaban todos los grandes del jazz a mi alcance, en clubes como el Blue Note. Recuerdo que vino Stan Getz con su saxo tenor y yo fui corriendo a comprarme uno. Aún hoy me sé solos enteros de él. Formé parte de un quinteto y la revista

Jazz Hot me dio un premio. Yo no he sido nunca de do, mi, sol, do, ¿eh? Sé de armonía. Luego empecé a hacer canciones para los demás y me lancé a los festivales, como el de Mallorca, en 1966. Allí canté mi «Ay mamá, mamá / ay mamá, mamá / ay mamá Mallorca / es mi felicidaaaad». Y me enamoré de los ritmos latinoamericanos. Nunca hay que estar quieto. Todo enseña.

-Ahora le hacen la competencia sus hijos Patricia y Paul, los Calle París.

-Nunca les he dado mi opinión. Ellos no quieren ser hijos de y yo lo respeto. Han sacado un disco, Huracán, y me lo enseñaron cuando estaba ya en la calle. Patricia, que tiene dos carreras, escribe letras muy bonitas y elegantes. Y Paul, que está en tercero de Márketing, es un gran músico. De pequeñito ya le metí una estricta concertista rusa para que le enseñara a tocar el piano. Al principio lo pateaba, pero acabó gustándole. Ahora no me necesita para hacer arreglos. También con ellos he tenido suerte.

-Lástima que se haya ido a la francesa. Ni canción del verano como dios manda, ni asomarse por la tele...

-Si quisiera, estaría día y noche en la televisión. Pero me llaman para llenar huecos o para los programas del corazón, y eso no me interesa en absoluto. En esta profesión hay que saber decir no. En cuanto a la canción... No hay otra que suene tanto como A veranear, a veranear... Si tiene una radio a mano, préndala y verá. H