REPORTAJE EN 'IDEAS + TELETODO'

Cuando en lugar de uno llegan... ¡tres!

La dibujante Roser Capdevila, el político Enric Lacalle y el chef Jean-Louis Neichel cuentan su experiencia como padres de trillizas

CARME ESCALES

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En tres bolsas amnióticas diferentes, hicieron su gestación simultánea Teresa, Helena y Anna. Y el 12 de noviembre de 1969 salieron de una en una, por la puerta grande. Ni vestidos, ni cunitas, ni mucho menos cochecitos de paseo esperaban a las tres hijas de Roser Capdevila, en una época en la que apenas se daban casos como el suyo, trillizas fruto de la reproducción natural, "Brut nature", como dice la dibujante.

"Entonces no se hacían ecografías. Pero a mí me vieron tan gorda, que me la hicieron. Estaba ya de seis meses. Y me dijeron que llevaba dos", explica Capdevila. "Nos fuimos a casa a celebrarlo", continúa su esposo, Joan Batet. "Y una vez allí, sonó el teléfono y el ginecólogo, que era el tío de Roser, preguntó por mí. Joan, --me dijo--, no son dos, sino tres y ahora mismo vengo".

 La anécdota que 41 años más tarde recuperan Roser Capdevila y Joan Batet, padres deLes tres bessones, les dejó en estado de shock. "A mí me vino como una crisis. ¡60 dedos dentro de mi barriga!", dice ella. "Yo sentí un espanto tremendo. Pensé: esto no puede ser que tire adelante. Me asusté", confiesa él.

"El médico nos advirtió que seguramente no sobrevivirían las tres. Nos dijo: no preparéis nada", recuerda la madre. Tampoco sabían el sexo de los fetos. "No se veía en la radio", dice Capdevila.

El calvario de Roser

Como todo embarazo de riesgo, el de Roser Capdevila no se libró del reposo absoluto. "Me instalé en Horta, en la casa de un tío que vivía en París. Y allí, en un diván, me pasé casi tres meses. Dibujaba en una de esas mesas de hospital que mi barriga hacía subir cada vez más ¿explica¿. Me venía a ver mucha gente y me decían: `qué bien que estás, delgadita¿. Pero yo parecía un escarabajo con las patas colgando", reconoce Capdevila, que del embarazo y posparto no logra rescatar nada bueno.

"Me encontraba muy mal, fue un embarazo horroroso. Y, después de la cesárea, estuve 20 días muriéndome. A las niñas, se las llevaron al centro de prematuros y no las conocí hasta que no me recuperé un poco", declara sin ocultar cuál fue su primera impresión al verlas: "Eran como conejitos, ¡feas! Pero yo pensé: ya se harán guapas". Con la madre ya en casa, las trillizas fueron llegando por entregas. "Al mes de nacer, nos entregaron a la primera; al cabo de una semana más, a otra; y la última fue Helena, la más menuda. Llegó al mes y medio, por Navidad", explica la madre.

De repente, el ático de los Batet-Capdevila en Sant Gervasi se transformó en una guardería. "Que las niñas hubieran estado en la incubadora nos fue bien. Allí, si los bebés lloran, nadie los coge y así se acostumbraron", destaca Capdevila, que siempre ha tenido junto a ella a un padre a la altura de las circunstancias. "Al llegar del trabajo, yo ayudaba a Roser en todo lo que podía. Cambiaba pañales, preparaba biberones... Fue un estrés importante. Pero repetiría, fue bonito, aunque no sé Roser, lo pasó mal y cuando estuvo ingresada, toda la familia estuvimos muy preocupados", afirma el padre de las

trillizas que han dado la vuelta al mundo en los dibujos de su madre, cuyos originales Roser Capdevila ha donado recientemente a la Biblioteca de Catalunya.

Idea de una amiga

"Fue una amiga, la escritora Mercè Company, quien me dio la idea de hacer un libro con las niñas como protagonistas", recuerda Roser. Mientras las trillizas de carne y hueso jugaban en las terrazas de su casa, la madre se puso manos a la obra. "Un año, por Reyes, Joan les hizo una incubadora para que jugaran con sus muñecas. No faltaba detalle. Tenían biberones y camitas. Fue un éxito", exclama.

La crianza de sus hijas también lo fue. "Tener tres a la vez, si están sanas, tiene más ventajas que inconvenientes", afirma. "Las llevas al pediatra el mismo día, pasan la varicela juntas. Y yo las vestía igual, aunque hoy no lo haría", reflexiona la creadora. "A los 10 meses aún no caminaban, pero se ayudaban entre ellas a rebasar obstáculos. Siempre se han querido mucho", dice la madre, que considera que "hasta tres es muy soportable. Tienen las mismas necesidades. Íbamos a golpe de pito, en plan cuartel, pero no hubo momentos desesperantes", dice.

"Tenían un hambre horrorosa. Eso nos salvó. Les acercábamos una toallita a cada cunita y les enchufáfamos los biberones. Ni se movían. Cuando tuvieron camitas, saltaban de una a otra. Muchas mañanas, me las encontraba a las tres en la misma cama. De pequeñas se parecían mucho más que luego, cuando fueron creciendo", asegura Capdevila, cuyo padre también tenía un hermano gemelo.

Hoy, las trillizas reales, Anna, Helena y Teresa son arquitecta, diseñadora gráfica y comercial de Cromosoma, la firma donde se editan y producen los dibujos animados, en papel, audiovisual y multimedia, que han hecho a Les Tres Bessones célebres en todo el mundo.

Los 21 biberones de Lacalle

Con 900, 1.800 y 1.900 gramos, la mañana del 30 de mayo de 1994 vinieron al mundo Alejandra, Maria y Helena, las trillizas de Enric Lacalle, el entonces presidente del Grupo Municipal Popular en el Ayuntamiento de Barcelona. "`¡Agárrate!¿, me dijo por teléfono mi esposa, `son gemelos¿", recuerda el padre, que se encontraba en Madrid el día de la primera ecografía a su esposa. "En la segunda, ya nos dijeron que eran tres", añade Lacalle.

Lo que a otros hubiera colapsado, para Enric Lacalle y su esposa, Chantal Muls, llegó como agua de mayo. "En realidad, íbamos a por una niña, pero llegaron tres. Teníamos ya una niña y un niño, que ahora tienen 32 años, Chantal, y 27, Enric. Pero nuestra primera hija nació con autismo", explica Lacalle. "Por eso, que llegaran las tres, y sanas, fue una bendición", reconoce.

El apoyo moral y los consejos del empresario y amigo de la pareja Higinio Raventós resultaron de gran ayuda. "Nadie mejor que alguien que había vivido lo mismo para aconsejarnos. Raventós y su esposa habían tenido trillizos cinco años antes que nosotros. Cualquier idea suya nos era muy útil", comenta Lacalle, que en la actualidad preside el Comité Ejecutivo de Barcelona Meeting Point y del Saló Internacional del Automòbil de Barcelona.

"Tener tres hijos de golpe es una fiesta cara", afirma. "La leche, los pañales, la escuela, todo precisa logística. Nosotros teníamos ayuda, pero toda ayuda, en este caso es poca. Tuvimos que cambiar de casa y de coche. Eran 21 biberones al día. Íbamos a base de cafés y de dormir muy poco, pero se llegaba a todo. Paciencia y entrega total son la clave", dice el padre. "Nos prestaron un cochecito de tres plazas que parecía un trenecito. Pero, para recorrer 100 metros, necesitabas media hora, porque te paraba todo el mundo", recuerda Enric Lacalle. "El gran acierto fue un parque hecho con edredones, en una sala de casa. Allí dentro se entretenían", recuerda la madre de las criaturas.

Unos 350 ramos de flores

Logísticas aparte, el nacimiento de Alejandra, Maria y Helena fue celebrado y noticiado. "Me llamaron de todos los medios y a la Quirón, donde nacieron, llegaron unos 350 ramos de flores. Nos abrieron una habitación para dejarlos y los acabamos regalando a otras habitaciones y a varias iglesias", cuenta el padre de las tres niñas, que hoy cursan ya primero de Bachillerato.

Alejandra, que estuvo en una bolsa amniótica diferente a la que compartieron sus hermanas y, por ese motivo, es la que menos se parece a las otras, considera una ventaja el hecho de ser tres. "Nunca nos aburrimos. Con una amiga, ya podemos jugar un partido de tenis. Yo jamás estoy sola", dice. "Las tres hemos compartido siempre habitación, y aunque no vamos a la misma clase, porque no nos dejan, nos ayudamos con los deberes. Para elegir el canal de televisión que ponemos o a dónde ir, votamos. Mantenemos siempre la democracia en nuestras decisiones", explica Helena. "A mí siempre me ha impactado que me pregunten si tenemos telepatía porque no la tenemos. En muchas situaciones, pensamos lo mismo, porque siempre hemos vivido, más o menos, lo mismo, nos conocemos mucho, pero cada una tiene su propia personalidad", aclara Maria.

Cuestiones muy similares han tenido que responder Paola, Marta y Silvia, las tres hijas del chef alsaciano Jean-Louis Neichel, propietario del restaurante que lleva su nombre en Pedralbes. "A menudo nos preguntan si, cuando una se hace daño, las otras lo notamos. Todo eso son tonterías. Pero sí es cierto, y a nosotras mismas nos impresiona que, sin mirarnos, ya sabemos si algo nos gusta o no", señala Paola.

Bautizo singular

Cuando Paola y sus hermanas nacieron, los padres escribieron sus nombres en un papel que entregaron a las enfermeras. Pero, ¿quién decidió cuál de ellas llevaría cada nombre? "Nunca nos lo hemos preguntado, pero imaginamos que la enfermera debió seguir el orden del papel para darnos uno a cada una, sin más", dicen, 27 años después. Paola, Maria y Silvia nacieron el 9 de julio de 1984. Ni en la familia de su padre, ni de su madre había antecedentes de trillizos ni gemelos.

A los cinco meses de embarazo, Evelin se sentía muy gorda. "El médico me dijo que comía mucho. Pero yo ya había pasado un embarazo, tres años antes, y veía que aquello no era normal. Y me hicieron una ecografía". "`Señora, siéntese¿, me dijo. Y, cuando me explicó que llevaba tres, le dije: no siga mirando, no vaya a ser que haya más", recuerda. "Al principio, me asusté. Pensé: qué voy a hacer con un niño, el restaurante y tres más de golpe, y sin familia en Barcelona, porque yo soy de León", apunta. Pero entonces, cuando estuvo ingresada en el hospital, antes del parto, recibió una visita muy especial. "Roser Capdevila vino a verme y me animó muchísimo. ¡Claro! Nunca me contó lo mal que lo había pasado ella. Y me regaló tres colecciones del cuento de Les Tres Bessones para mis niñas", explica la esposa de Neichel.

Ahora que sus tres hijas ya tienen su propio negocio en marcha y tres novios bien avenidos, la pareja empieza a preguntarse a quién se parecerán los nietos. "A mí me encantaría tener gemelos", dice Paola, melliza de sus hermanas, que son gemelas entre ellas. "Las tres solas ya somos una pandilla. Y eso te da mucha seguridad", precisan. Su nacimiento hizo que por Barcelona circulara uno de los primeros monovolúmenes. "Era un Renault Espace de siete plazas, con remolque para las maletas y un colchón detrás para dormir. Todo el mundo se nos quedaba mirando", explica Neichel. A la estrella Michelín de su restaurante, solo se ha enganchado su hijo, Mario.

De Michelín a Michelín

Con cinco minutos de diferencia, Javier y Sergio llegaron al mundo el 12 de diciembre de 1970. "Nuestros padres no supieron que éramos dos hasta el parto. Tenían todo comprado solo para uno", explica Sergio, que aunque fue el último en salir, "como primero en haber sido engendrado, si nuestro padre fuera rey, yo tendría la corona", precisa.

Para ellos, ser gemelos ha resultado una experiencia muy positiva, y más en su oficio. "Cuatro manos para un cocinero, ¡imagínate!", dice Javier. Sus dos restaurantes en Brasil, anteriores al Dos Cielos, que alza ya su estrella Michelín en el Poblenou, les permiten alternar escapadas de trabajo sin faltar al pie del cañón. "Puedes hacer el doble de cosas", dicen. "El otro es una parte de ti. Si lo sabes aprovechar, va muy bien". Los dos, además, se han aprendido las firmas mutuamente para imprevistos. "El pasaporte, el DNI... un cambio de pasajero a última hora, se va el uno y no el otro y no pasa nada. Por suerte, no dice en ningún sitio que tienes un gemelo", afirma Javier. Los Torres son de esos que estudiaron la mitad de los exámenes que les tocaban.

En cocina, sus gustos solo difieren en matices. "Nos gusta todo lo que esté bien hecho. Somos de comer. La cocina es una forma de vida, para los dos", declaran.

Trillizos y gemelos

Carlos, Alberto y Miguel González Frigenti se dieron a conocer enEl revientaprecios, Sálvame y Mira quién mira.Carlos y Alberto son gemelos (del 6 de mayo de 1986). Dos años después, "Miguel ¿que colabora enGran hermano¿ iba a ser mellizo, pero por complicaciones en el embarazo, llegó solito", cuentan estos versátiles trillizos de pantalla, apasionados de la tele. "Nos encantaría tener nuestro propio programa, aunque no somos siameses profesionalmente", dicen quienes se declaran admiradores de las tres mellizas catalanas: "¡Qué divertido debe ser sentirse protagonistas de tantas aventuras y poder compartirlas con tanta gente!", imaginan los Frigenti.