La capital de las macrodiscotecas

La cuadrícula emergió furibunda a orillas del mar en Platja d'Aro y demás pueblos de la Costa Brava, como si se tratara de una especie de sombrilla gigante. El nuevo cubismo inmobiliario simbolizaba muchas cosas, algunas seguramente buenas en su dinamismo. Platja d'Aro se convirtió rápidamente en cosmopolita, incluso logró que el amor se encontrara oficialmente allí.El amor se cita en Playa de Arofue un famoso concurso internacional de los años 60 promovido por las autoridades locales, los hoteleros y el radiofonista y veraneanteJoan Viñas.

También se convirtió con rapidez en capital de las macrodiscotecas más célebres, las primeras catedrales de la noche, pioneras de la modernidad. Ya en 1958 abrió la BoŒte Cala Gogó en el cámping del mismo nombre, cuyoprivésigue alimentado la leyenda. En 1966, en la vecina masía de Can Artigas, el francés de origen argelinoStanley Buanamontó Paladium. Surgieron en la misma localidad las discotecas Maddox, Tiffanys, Flamingo y el primer eslabón del imperio Pachá. El palmarés era imbatible.

El amor se siguió citando en Platja d'Aro, y la gran cafetería Llevant abría las 24 horas del día en pleno centro. Las macrodiscotecas calculaban sumar más o menos hasta 15.000 clientes rotatorios las noches punta de la temporada veraniega. La carreteras se colapsaban de madrugada, en condiciones anteriores a los controles de los Mossos d'Esquadra.

Las discotecas de Platja d'Aro impulsaron la revolución industrial del ocio. Acogieron entre sus paredes las primeras y más atrevidas manifestaciones del cambio de costumbres, abrieron camino y marcaron época.

Sin embargo, un fenómeno tan cargado de implicaciones y de condimentos todavía no ha sido objeto de un estudio histórico a la altura de su importancia, tal vez por puritanismo académico. Claro que lo mismo podría decirse de la Costa Brava en general. Ahora, el turismo merece incluso la creación de facultades universitarias. No obstante, su historia se sigue nutriendo de aproximaciones.