EL POPULAR CINEASTA DESCRIBE EN SU 'BLOG' LA FIESTA DE LA ROSA DE MÓNACO DEDICADA A LA MOVIDA
Almodóvar se declara fan de Carolina de Mónaco y su marido
Con Pedro Almodóvar no vale el dicho de "cría fama y échate a dormir". Él se la trabaja. Por si le faltara poco, ahora se ha metido a cronista de la alta sociedad, y en su blog cuenta con detalle su coronación como gran emperador (la definición es suya) de la movida madrileña de los años 80 en el Baile de la Rosa de Mónaco. En un momento menciona a Truman Capote pero reconoce que no está a su altura descriptiva.
El ganador de dos Oscar confiesa que tuvo cierto temor a que la fiesta fuera un desastre pero, ante la devoción que siente por Carolina y Alberto, estaba dispuesto a mentir. "Cabía la posibilidad de que no hubiera química con sus serenas altezas", escribe. Pero no fue así. Con toda la parafernalia iconoclasta almodovariana desplegada en el Sporting Club de Montecarlo, describe a la primera dama como la "gran señora del día y de la noche" que entra en la sala "pegada a una copa de champán".
Ella trabaja con la "dedicación, autenticidad y responsabilidad de un director de cine o de un entrenador de fútbol", prosigue Almodóvar sin explicar tan pintoresca comparación. Carolina le recibió con "el calor y la complicidad de una vieja amiga", empatía que duró mientras estuvieron en el Principado.
PRENDADO DE LA HIJA DE LA PRINCESA
La princesa le presentó a su familia. "Su dulce hermano, el príncipe Alberto (se me dirigió en español, encantador), su divertido marido, Ernesto de Hannóver (una de las grandes revelaciones para la troupe española, un tipo listo, inteligente, muy culto y en todo momento tratando de entretener, un auténtico showman en la distancia corta)".
También se quedó prendado de Carlota, la hija de la princesa, "una de las criaturas más hermosas que he visto en mi vida". Pero la novia de Alberto no debió de ser de su agrado; la trata fríamente. "Me presentaron a Charlene Wittstock, pero ni ella se enteró de mi nombre ni yo del suyo". Pero se refiere a ella como la "nadadora surafricana" y justifica que no le hiciera caso en la cena, pese a estar sentada a su lado, debido a una sordera del oído derecho.
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