Un lugar cargado de historia

El jardín secreto de Ava Gardner en Madrid es un oasis en plena Castellana para disfrutar de la cocina mediterránea

El espacio que ofrecía un remanso de paz a la estrella de Hollywood en los años 50 se ha transformado en El Jardín, el corazón gastronómico del Hotel Intercontinental

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Tartar de atún rojo con huevo frito del restaurante El Jardín, en el Hotel Intercontinental de Madrid.

Tartar de atún rojo con huevo frito del restaurante El Jardín, en el Hotel Intercontinental de Madrid.

Natalia Vaquero

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Madrid
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En el corazón del paseo de la Castellana madrileño, el Hotel Intercontinental esconde un secreto muy bien guardado, especialmente refrescante en los meses de verano: la terraza de su restaurante El Jardín, un auténtico oasis urbano, un refugio sereno de vegetación con el suave murmullo de sus fuentes, ideal para escapar de las altas temperaturas y disfrutar de una propuesta culinaria de excepción al aire libre.

El Intercontinental Madrid es un establecimiento cargado de historia. Fue el primer gran hotel internacional en abrir en España. Levantado sobre los cimientos del palacio del duque de Aliaga, su diseño, a cargo del prestigioso arquitecto Luis Martínez-Feduchi, conservó elementos originales que aún hoy le otorgan un carácter único. Más allá de su legado arquitectónico, este hotel ha sido escenario de innumerables historias a lo largo de sus más de 70 años de vida al hospedar a todo tipo de personalidades. Entre ellas, la legendaria Ava Gardner, 'el animal más bello del mundo', quien durante años hizo del Intercontinental su hogar madrileño, aportando un aura de glamur y misterio a sus paredes, que guardan secretos íntimos de una época dorada.

Espacio testigo de sus pasiones y sus tormentos

Este establecimiento es una crónica viva de la evolución de Madrid, un punto de convergencia donde la opulencia de la edad de oro del cine se encuentra con la vanguardia de la gastronomía contemporánea. La narrativa del Intercontinental se desdobla en dos actos paralelos pero indisolublemente ligados. Por un lado, los secretos que guardan las paredes de la Suite 716, el santuario madrileño de Gardner durante cinco años, un espacio que fue testigo de sus pasiones, sus tormentos y su insobornable búsqueda de libertad. Por otro, la vibrante realidad de su presente, encarnada en los sabores frescos y mediterráneos que se sirven en su jardín escondido, un oasis urbano que ofrece una tregua del febril ritmo de la capital y a las altas temperaturas del verano.  

El momento de su nacimiento fue memorable. Su apertura coincidió con la firma de los Pactos de Madrid entre España y Estados Unidos, un acuerdo que trajo consigo, además de la ayuda económica y militar, una profunda influencia cultural. De la noche a la mañana, Madrid se convirtió en una 'sucursal' de Hollywood. Las grandes productoras cinematográficas encontraron en España localizaciones exóticas y costes de producción más bajos, y el Intercontinental se erigió como el cuartel general natural para esta élite internacional.

Sus salones y suites acogieron a un desfile de estrellas que definieron una era: Frank Sinatra, pareja tormentosa en aquel momento de Gardner, Elizabeth Taylor, Gary Cooper, Sophia Loren, Bette Davis y Charlton Heston, entre muchos otros, pasaron largas temporadas en el hotel mientras rodaban algunas de las grandes superproducciones de la época. 

El mismo jardín que ofrecía un remanso de paz a una indomable Ava Gardner en la década de 1950 se ha transformado en El Jardín, el corazón gastronómico del hotel con espíritu de oasis que deja atrás el asfalto y el ruido de La Castellana: vegetación exuberante con el murmullo de las fuentes que se convierte en la banda sonora dominante.    

Carta pensada para los días y noches de verano

Bajo la dirección del chef Miguel de la Fuente, el restaurante de El Jardín presenta una carta pensada para los días y noches de verano. La gastronomía se inspira claramente en el Mediterráneo, con unas elaboraciones frescas, ligeras y equilibradas.

La oferta es amplia y se adapta a los diferentes momentos del día. Para almuerzos y cenas, la carta comparte muchos platos, aunque la noche se enriquece con una mayor variedad de entrantes. La experiencia invita desde el principio a compartir, con opciones que van desde el clásico pan de coca con tomate o jamón ibérico de calidad hasta reinvenciones como unas patatas bravas o un tartar de atún rojo con huevo frito.

No faltan las aplaudidísimas croquetas cremosas, incluidas las reconocidas de carabineros. En cuanto a los platos principales, la brasa cobra protagonismo con carnes y pescados selectos. Se pueden encontrar opciones como el rapito o el solomillo de Madrid al mediodía, o el lomo de lubina o la paletilla de cordero por la noche, siempre con guarniciones que complementan el plato.

Bocados para el tardeo

Además de las comidas formales, El Jardín propone una oferta de tarde, entre las 18.00 y las 20.00 horas, centrada en el maridaje y formatos gurmet sencillos. Los martes y jueves son días de gildas de autor, con combinaciones creativas como la de anguila ahumada o la de bogavante, armonizadas con cervezas, vinos o cavas. Los miércoles y viernes, el ‘Crudo Bar’ toma el relevo, ofreciendo delicias frescas como tartar de atún con aliño de miso, carpacho de cigala o ceviche de lubina con leche de tigre, cada uno con su maridaje, desde vinos gallegos hasta pisco sour o cava, e incluso la posibilidad de disfrutar de ostras frescas acompañadas de burbujas.

Y para coronar la semana, el hotel se viste de gala los domingos para celebrar uno de los 'brunchs' más aclamados de Madrid. Bajo la impresionante cúpula central, y con música en directo, se despliega un festín tipo bufet con más de 200 especialidades gastronómicas distintas, una cifra que desafía la capacidad de cualquier comensal y que convierte la elección en parte de la experiencia.