Comer por menos de 15 €

Menú del día: Casa Farruco, donde Hostafrancs es mucho Hostafrancs

Son cuatro opciones de primero y otras tantas de segundo y nada de monotonía, solamente ingenio y bases de cocina tradicional

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Los garbanzos con lacón de Casa Farruco.

Los garbanzos con lacón de Casa Farruco. / Alberto García Moyano

Alberto García Moyano

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Generalmente, tengo por costumbre (o, al menos lo intento) ir en un cierto orden cronológico publicando los menús del día que voy probando. Sucede también que voy con más frecuencia de menú que lo que publico y, claro, esa cronología a veces se ve alterada por cuestiones como la obsolescencia.

También hay momentos para alterar esa cronología y poner por delante un menú probado recientemente de otros anteriores, por muchos motivos: por lo bien que resultó, por el disfrute de la compañía o porque, simplemente, la casa visitada es de aquellos lugares que me escribo encima y dejar pasar este impulso no es negociable.

Casa Farruco

Sant Roc, 23. Barcelona

Tf: 931.629.344

Precio: 13 €

Con la publicación de esta semana suceden varios de esos motivos juntos y a la vez ninguno. Es decir, la de hoy es una gran casa, también un menú estupendo y ni que decir tiene que lo gocé, en esta última visita, en buena compañía, la de mi estimado Óscar Soneira.

Los pies de cerdo de Casa Farruco.

Los pies de cerdo de Casa Farruco. / Alberto García Moyano

Y como tengo a mi colega algo flojete con la reciente pérdida de su casi centenario abuelo, me parece justo y aún más necesario que esta crónica vaya para la memoria de don Zacarías. Que la tierra le sea leve.

Con lo anterior bien presente, soy de la opinión (a ver si tras leerla me podéis decir que estoy en lo cierto) que la visita de hoy le gustaría al homenajeado.

Los riñones al jerez de Casa Farruco.

Los riñones al jerez de Casa Farruco. / Alberto García Moyano

Tras el cambio de manos, por merecida jubilación en Ca l’Anglès, en Hostafrancs siguen quedando grandes baluartes como el Arco Iris (del que seguramente me hayáis oído hablar en redes y espero hablaros pronto en esta sección 'menusera') o la casa de la que hoy toca hablar: Casa Farruco.

Este lugar fue una sorpresa el día que lo conocí (no mucho antes de la pandemia, si mal no recuerdo). Sorprende a aquellos a los que le vas recomendando la visita y me sigue sorprendiendo en las recientes visitas. El porqué es esencialmente la constancia sin aburrirte ni perder eso que le llaman la autenticidad.

El pudin de Casa Farruco.

El pudin de Casa Farruco. / Alberto García Moyano

Son cuatro opciones de primero y otras tantas de segundo desde que lo conozco y nada de monotonía, solamente ingenio y bases de cocina tradicional muy poco común. A ver si con lo que comimos en el menú puedo transmitir bien esta idea.

Dejando al margen que era jueves y que la tentación de la paella de primero estaba ahí (mi compañero sucumbió) me vi en las de vencer mi testarudez arrocística y optar por ampliar horizontes.

Así que garbanzos con lacón de primero porque, en mis opciones habituales, los garbanzos salteados han venido acompañados por múltiples compañeros de viaje pero, hasta donde recuerdo, nunca los había probado con lacón y, siendo Casa Farruco un local con raíces de tierras 'laconianas', la ocasión la pintaban calva.

El comedor de Casa Farruco.

El comedor de Casa Farruco. / Alberto García Moyano

Acertar, acerté, lo que me dio muchísima moral para ir a por el segundo, no exento de riesgo.

Y me refiero a un temor al riesgo (de pifiarla), porque de segundo plato me lancé a por los pies (de cerdo) con salsa y debo decir que, si esto fuera baloncesto, me hallaría cerca de una crisis de porcentaje de acierto con los pies de cerdo.

La entrada de Casa Farruco, en Hostafrancs.

La entrada de Casa Farruco, en Hostafrancs. / Alberto García Moyano

Afortunadamente, la visita a Casa Farruco vino a espantar el fantasma de una crisis consolidada. De hecho lamento que la foto sea tan floja, porque me puse una medalla al mérito por escogerlo cuando, en realidad, la gloria debe ir para la cocina, por ofrecer este nivel. Pero aún hay más, porque con el segundo plato hubo desdoblamiento y otra —agradable— sorpresa: el bueno de Óscar optó por unos riñones al jerez que bien merecen un lugar en el salón de la fama.

Rematamos la jugada, respectivamente, con dos clásicos de ayer, hoy y siempre: flan y pudin. Nada de complicaciones ahí porque con el primero y el segundo ya habíamos ganado la salvación. El postre ya era para aquellos que iban para nota (nosotros), y la sacamos.

Y es que Hostafrancs es mucho Hostafrancs, porque con solamente alejarse de Creu Coberta (con récord del mundo en volatilidad de establecimientos infames), desde cualquiera de sus dos orillas, hay un barrio con unas casas de comidas potentes que sostienen el barrio. No hay más que ver la cantidad de gente que se congrega en este barrio ya sea para 'esmorzar' como para comer.