LOS RESTAURANTES DE PAU ARENÓS
Els Tinars: el GPS del abuelo

Marc y Elena Gascons, en el comedor grande de Els Tinars. Glòria Sánchez / Iconna
En 1978, el abuelo de Marc Gascons, Eduard, eligió una técnica de márketing prehistórico para decidir dónde situar Els Tinars. Dueño del Bahía de Sant Feliu de Guíxols en los tiempos de Liz Taylor y Ava Gardner y los baños de champán, intuyó el declive y planeó la apertura de un nuevo establecimiento.
Visitó varios enclaves y en cada uno se sentó a numerar coches. Tras el ejercicio decidió que el kilómetro 7,2 de la carretera de Sant Feliu a Girona, en Llagostera, era el óptimo. “Fue donde más coches pasaron –recuerda Marc--. Y acertó”.
El llenazo de un domingo de verano a mediodía lo corrobora. Son horas de playa en las que otros restaurantes relevantes cuentan moscas. Sientan a más de cien personas. Y eso que es un restaurante con una estrella, y con precios en consecuencia. Marc puso coto: en tiempos del padre daban 300 cubiertos en días señalados.
Me gusta ver comedores bulliciosos. Me entristecen las salas fúnebres, los tanatorios con los comensales en silencio y los camareros que sirven como si dieran el pésame.
Esto es distinto: luz, paredes blancas, terraza, espacio. Profesionales competentes dirigidos por Elena Gascons, el otro pilar.
Clientes habituales, familias, gente en busca de seguridad: croquetas, buñuelos, canelones, arroces. Yo vengo a otra cosa: a por la cocina de Marc. Cuando comenzó a destacar con sus platillos, los padres señalaron la autoría en un pequeño apartado de la descomunal carta, hoy acortada. Firma la totalidad de los platos y piensa de nuevo en agrupar los rompedores. O en partir el salón o en alojar en algún lado el restaurante creativo. Está en esas meditaciones. Necesita crecer como cocinero, ir a más. “No quiero estancarme”.
Marc y Elena mandan una nave nodriza: amasan y hornean panes (tendré que hacer una lista de restaurantes panarras), cuidan una estupenda bodega (pido un tinto ligero y Xavi González, el sumiller, me ofrece Còsmic 2014) y pasean un carro de postres (“cosas sencillas, pero hechas aquí”).
Tras el aperitivo con salchichón y salmorejo llegan los tomates, distintas variedades y preparaciones: el rustido es el mejor.
Aplaudo con las orejas la brandada (texturizada con agar; parece un corte de bacalao) y los ñoquis con mantequilla y caviar Per Sé (probé la versión con trufa en Informal, espacio barcelonés que dirige Marc).
'Espardenyes' en dos servicios: con 'cansalada' y con pilpil de plancton (buen uso del producto de moda, sin frivolidad). Lubina a la brasa y fileteada (falta un aliño) y excelente pichón con brioche con su paté.
El trinchado del ave lo hacen en la sala: durante años fue un producto inevitable y ahora parece que haya emigrado. De postre, la piña con menta y yogur y el sorbete de melocotón de viña tan rico que no necesita la albahaca.
Els Tinars es el súmmum de los restaurantes de carretera, la máxima expresión. Tanto es así que en la carta de vinos ofrecen “alcoholímetros homologados”. Qué buen GPS tuvo el abuelo Eduard.
Atención: a la comodidad del párking.
Recomendable para: los que quieran conocer a un rey de la carretera.
Que huyan: los pegados al alquitrán urbano.
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