CON TERRAZA

El rumboso desembarco de los Marinelli

La última inauguración en el flamante puerto de Marina Vela es la 'osteria' italiana Velissima

Uno de los rincones del restaurante

Uno de los rincones del restaurante

ALBERTO GONZÁLEZ / Barcelona

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La Barceloneta y –en su extremo– el imponente hotel W, son para muchos barceloneses sinónimo de uno de los límites de Barcelona. Todavía son muchos los que desconocen que detrás del emblemático edificio se inauguró hace menos de dos años el más flamante de los puertos deportivos de la ciudad: Marina Vela dispone de 136 amarres, servicios y grandes espacios públicos para disfrutar de estas otras vistas al mar. Un lugar cuya popularidad irá en aumento a medida que concluyan algunas de las grandes obras proyectadas en la zona, entre las que destacan el Hermitage, proyecto de Toyo Ito que contará con seis salas de exposición y que, según las previsiones, podría recibir 850.000 visitantes solo el primer año.

No es necesario ser Nostradamus para concluir que, más pronto que tarde, este será un nuevo foco turístico de la ciudad, donde lógicamente harán falta servicios de restauración. Aprovechando este 'gap', hace menos de tres meses que allí abrió sus puertas el restaurante italiano Velissima. “Restaurante no, 'osteria'”, rectifica su director, Tiago Bonacina, quien explica que, mediante este término, buscan diferenciarse y aludir a las tabernas rústicas italianas, "donde se sirve la cocina que elabora la 'nonna'” (abuela en italiano).

Aunque realmente el lugar tenga poco de rústico. De hecho, es un establecimiento a la última, con una decoración muy cuidada y un ambiente cálido, donde se respira Italia por todos los rincones, comenzando por el personal (el equipo de cocina procede de diversas zonas del país y está capitaneado por Bruno Annunziata), pasando por los ingredientes (de los frutos secos a los embutidos, los quesos o los condimentos) o la música.

La carta supone un viaje por la costa italiana, con platos de las diferentes regiones y puertos, lo que enlaza directamente con su privilegiada ubicación, con vistas a las dársenas y al mar. Es un gustazo disfrutar de su terraza, donde probar sus antipasti caseros (desde la tabla de embutidos italianos a la exquisita burrata), las pastas artesanales, el 'risotto' o alguno de los pescados y mariscos de la tabla de crudos. Una tabla que se encuentra ubicada justamente en la barrera imaginaria que separa el interior del restaurante del club.

Y es que los fines de semana la música del pinchadiscos evoluciona para invitar a los comensales a coger su copa y desplazarse a la pista de baile. Y si no les 'nace' voluntariamente, quizás sientan el empuje de los Marinelli, un grupo de animadores que, poniéndose en la piel de diversos personajes de la familia (imaginaria) propietaria del restaurante, garantizan que la experiencia siempre tenga un punto de divertimento. No es raro pues que un supuesto cocinero amanerado visite nuestra mesa y nos pregunte cuáles son nuestras preferencias, que un personaje decadente amenice nuestra velada con su miniguitarra o que una bellísima dama nos cante 'Oh mio babbino caro' mientras miccionamos. Todo muy inspirador.