Comer en traje de baño

El restaurante Tragamar, en Calella de Palafrugell, recoge la herencia de la cocina marinera

Uno de los platos de la carta

Uno de los platos de la carta

ALBERTO GONZÁLEZ / Barcelona

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Es sacar un pie de la arena de la playa y entrar en el restaurante. Además, literalmente. Y después de una jornada de sol y sal, se agradece que el ágape no se haga esperar. Esa inmejorable ubicación (en la playa de Canadell de Calella de Palafrugell) es el motivo por el que Tragamar no ha tenido un respiro en las 23 temporadas estivales que este restaurante del Grupo Tragaluz tiene a sus espaldas. Eso y, lógicamente, su oferta culinaria, en la que predominan claramente los sabores mediterráneos.

En cuanto a la decoración, destacan los antiguos cestos de pesca que cuelgan del techo, que sirven como puntos de luz

En un establecimiento que mira hacia mar a través de sus amplios ventanales, la especialidad es más que previsible: las anémonas de mar rebozadas, las croquetas de pescado y algas, los mejillones de roca con agua de sidra, los calamares fritos a la andaluza, el pulpo a la gallega, las sardinas o las gambas a la plancha, el tataki de atún, el tartar de salmón… La considerable extensión de la carta complica la decisión. Y si vemos llegar alguno de los arroces a la mesa del lado, aún más. Los hacen con pescado y marisco, con bogavante o, por ejemplo, con butifarra y setas. Y es que, por muy rodeados que estemos de casetas de pescadores, hay quien no sabe prescindir de la carne. Tranquilo, que también quedará saciado:  las hamburguesas, el carpacho de ternera con parmesano o la pechuga de pollo de corral a baja temperatura se encargarán de ello. Recientemente, además, Tragamar ha incluido un saludable menú vegano, para aquellos que, por filosofía o salud, no consuman productos de origen animal.

Sea como fuere, lo que no se pierden ni unos ni otros son los postres, entre los que se puede degustar tatín de manzana, un recuit de Fonteta con miel o una mousse de chocolate blanco y jengibre, entre otros.