Barraca y tangana

Los Susodichos, por Enrique Ballester

El Sevilla remonta a la Juventus y se mete en la final de la Europa League

Todos tenemos derecho a un grupito de futbolistas fetiche con los que tener siempre razón: solo hablamos de ellos si juegan bien

Barraca y tangana. Enrique Ballester

Barraca y tangana. Enrique Ballester

Enrique Ballester

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Siempre que puedo veo los partidos del Sevilla, sobre todo porque me gusta mucho Suso. Soy fan de Suso, y no solo porque sea el típico zurdito-mediapuntita-jugón que me hubiese gustado ser. También soy fan de Suso porque cada vez que lo nombran en la televisión me acuerdo del grupo de música de otro Suso, en este caso el profesor canallita de la serie 'Compañeros', y eso me hace feliz.

Una genialidad de nombre tenía el grupo: Suso y los Susodichos.

De hecho, a partir de ahora pienso referirme al Sevilla Fútbol Club como Suso y los Susodichos. El jueves, Suso marcó un golazo que abrió la puerta a la remontada contra la Juventus en las semifinales de la Europa League. Acto seguido, procedí a enviar un escueto pero ya clásico y contundente mensaje al grueso de mis amigos futboleros: «¡Qué bueno es Suso!».

Esto es algo que suelo hacer sin ningún tipo de vergüenza. Manejo una serie de futbolistas de los que solo hablo cuando juegan bien (de Suso a Iván Martín pasando por Canales, Rodrigo Riquelme u Oihan Sancet). Son mi grupito de protegidos. Suso puede estar meses sin jugar, lesionado o lo que sea, y salir un día contra el megacolista Elche (que encima estaba en inferioridad numérica, porque esto ocurrió de verdad hace casi 4 meses) y hacer una picadita preciosa que termina en gol y yo atacar por WhatsApp con el «¡Qué bueno es Suso!», con sabroso oportunismo, orgullo ventajista y tremenda desfachatez.

¿Y qué? Estoy en mi derecho. Creo que lo pone en la Constitución. Todos tenemos derecho a disponer de un grupito de futbolistas fetiche con los que tener siempre la razón. Podríamos llamarlos Los Susodichos, ahora que lo pienso. Si juegan mal, se nos permite mirar hacia otro lado y hacer como si no existieran. Si juegan bien, es el momento de cobrar deudas y demostrar cuánto sabemos de la vida y del balompié.

Lo natural

El partidazo de Suso y los Susodichos nos dejó también un par de escenas asombrosas. El mismo árbitro que pitó uno de los célebres penaltitos a Argentina en el Mundial (a veces me pregunto qué pensaremos dentro de unas décadas de lo que pasó en Catar), obvió dos de los penaltis más claros de toda la temporada. Tampoco le ayudó el Var, pero debe de ser la nueva normalidad: ahora tienes que correr con los brazos en la espalda por si te da el balón de casualidad, pero puedes juntarlos para acunar la pelota en un control. El deporte antes conocido como fútbol nos quiere envenenar.

No llorar por los árbitros es una de las cosas más difíciles en el fútbol porque todos guardamos una serie de afrentas en un rincón preferente de la memoria. Es tentador. Sucede algo similar a lo que ocurre con Los Susodichos. Si el error nos favorece miramos hacia otro lado, pero si nos perjudica enviamos mensaje. Lo recomendable en estos casos es hacer lo que hizo Suso, ganar pese a todo, porque en realidad Suso es muy bueno, que no sé si os lo he dicho.

Ganar en Europa exige saber convivir con las injusticias y superar las adversidades. También lo vimos en 'Compañeros', cuando expulsan a Valle del colegio por culpa del profesor Olmedo, que era un imbécil. Es increíble lo que aprendimos con esa serie. En la primera temporada, el aún novato Quimi pregunta a un chaval cuál es el secreto para ligar y la memorable respuesta te la firman al unísono en Sevilla y en el City de Guardiola: "Algo de misterio y mucha sensibilidad". La fórmula letal. No se puede mejorar.

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