LOS PILARES DEL ÉXITO
Michel, Stuani y Cárcel, las joyas que llevaron al Girona a Primera
El Girona, tras eliminar en la final del play-off al Tenerife, retorna a la aristocracia del fútbol español gracias a la coherencia y solidez de Quique Cárcel, la excelente gestión táctica de Michel y los goles de Stuani.
Marcos López
Periodista
En ocho años, el Girona ha subido dos veces a Primera División, lo que certifica la validez de un proyecto que se embarrancó en dos finales de play-off perdidas (Elche y Rayo Vallecano) que no quebraron, sin embargo, su hoja de ruta.
Michel, creyente del balón, bandera del optimismo
En los malos tiempos, que los hubo y durante semanas, Michel y Santi Pou, uno de sus ayudantes, usaban siempre la misma vía de escape: andar y andar por el Camí de Ronda de Girona, aquel sendero utilizado en su momento por la Guardia Civil para controlar el transporte marítimo en la Costa Brava y, sobre todo, el contrabando y estraperlo.
Ellos transitaban de manera cómplice buscando soluciones a un equipo que entró en zona de descenso en la octava jornada tras perder en Montilivi con el Almería (1-2). Michel y Pou, futboleros que conectaron al instante, bajo la inteligente mirada de Quique Cárcel, el director deportivo ("él es el artífice de todo", sostiene el técnico), no perdían la esperanza.
"Siempre lo tuve claro. Ya desde el primer día sabía que íbamos a hacer historia. Quique es el gran artífice de todo"
"Ya desde el primer día sabía que íbamos a hacer historia". Histórico es que él tenga apellido nuevo. "¡Michel, català! ¡Michel, català!", le cantó todo Girona premiando así su meteórica integración en una ciudad en la que vivió solo todo un año. Pero jamás estuvo solo.
Se mimetizó con la cultura catalana y quedó asombrado por su inesperada química con Guardiola, que le abrió las puertas de su casa en Barcelona y luego las de su despacho en Manchester. "Me encanta que a entrenadores como Michel les vaya bien, demuestra que se puede jugar bien en Segunda. Lo hizo con Rayo, Huesca y ahora Girona", susurró Unzué a Guardiola en el Camp Nou mientras él, un creyente del balón, se abrazaba a Pou en la Plaça del Vi.
Stuani, el 'nueve' que se quitó todas las mochilas
No es fácil para Christian ser Stuani. Y menos aún en Girona, oprimido como estaba por aquella expulsión en la final del play off en Montilivi contra el Elche en agosto del 2020. Prólogo de momentos muy duros para el uruguayo, todavía no contados. Tiempos convulsos que le sacudieron por dentro. Y por fuera.
En la temporada siguiente, otra derrota en otra final del play-off (el Rayo ejerció cruelmente de Elche), llenó la mochila de Stuani de tantas y tantas piedras que pareció quedar inclinado hacia atrás. Con ella, y sus 35 años, demostrando que el gol nunca tiene arrugas ni envejece, ha viajado en un curso tumultuoso (cuatro jornadas estuvo el Girona en zona de descenso, de la octava la duodécima), hasta plantarse en la puerta del paraíso en un hotel de Santa Cruz.
Tres horas y cuatro minutos antes del partido de su vida, cogió el lápiz de la habitación y escribió una nota. "19-6-22. Hoy somos de Primera. 16.56. CS7". Luego, firmó el papel, no se lo dijo a nadie y bajó a merendar antes de enfrentarse al penalti más complicado, tal vez, de su carrera.
"Sabía que lo metería, había estudiado al portero". Miró a la izquierda de Soriano, y dobló el tobillo para engañarle de tal manera que la pelota, astuta ella, acabó en el rincón derecho de la portería tinerfeña. Gritó Stuani liberado, expulsando todas las piedras de su mochila. "El equipo tuvo el valor de caerse y volverse a levantar", dijo. Hablaba Cristhian de Stuani. Quizá algún día lo explique.
"Me quedé aquí para demostrar el valor de caerse y luego volver a levantarse. Tuvimos orgullo y rebeldía"
Quique Cárcel, valioso guardián de una idea indestructible
Toma en cada partido del Girona asiento en la última fila del pequeño palco de Montilivi. Es su rincón, el más discreto posible, alejado siempre de las cámaras, oscuro como está porque las luces quedan orientadas hacia otra dirección. Allí se sienta Quique Cárcel, director deportivo del Girona desde el verano del 2014 (dos ascensos a Primera en ocho años), junto a su reducido equipo de trabajo: Ivan Hammouch y Juan Carlos Moreno, con Santi Pou incrustado en el banquillo de Michel.
Es el altar del ejecutivo que ha dotado de una sólida idea futbolística a un club que necesitaba un método. Arropadas sus piernas, a veces, por una manta para las duras tardes de Montilivi, enganchado a una libreta donde toma nota de alineaciones, disposiciones tácticas de su equipo y del rival. Maldito el día en que, ya con el Girona en Primera, lo cambió por un Ipad. De nuevo, ha vuelto a su libreta.
La libreta de Quique, como le llaman en el club. Ese objeto de culto que detectó, por ejemplo, a Stuani cuando malvivía en el Middlesbrough sumando la mísera cifra de cuatro goles en 23 partidos de la Premier. Y él se lo trajo a Montilivi (verano del 2017) dejando en su primer curso 21 tantos en 33 encuentros. El big data es Quique. La inteligencia artificial es Quique, quien llevó a L’ Hospitalet a un play-off de ascenso a Segunda que no salió bien.
Ocurrió en el verano del 2014, justo antes de ir a Montilivi, donde tuvo a Machín, Eusebio, Unzué, Pep Lluís Martí y Francisco antes de descubrir la felicidad completa con Michel. Todos unidos por la idea de un Girona valiente, que adora el balón y apuesta por el ataque.
"Muchos jugadores y entrenadores se ha quedado en la puerta. Quiero recordarlos a todos, a Francisco, a Martí, a Unzué, pero especialmente a Eusebio, seguro que es muy feliz porque se sacó ya esa espina que tenía", dijo Quique, aliviado porque en su libreta anida el secreto del Girona. Talento, sentido común y trabajo.
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