Muniain o el amor eterno a unos colores

Iker Muniain celebra el gol que marcó al Atlético en la reanudación de la Liga.

Iker Muniain celebra el gol que marcó al Atlético en la reanudación de la Liga. / periodico

Arnau Segura

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Han pasado ya casi once años desde que Iker Muniain (Pamplona, 1992) irrumpió de una forma tan súbita como salvaje en el panorama futbolístico siendo todavía un imberbe adolescente. "Pero aún soy joven. Solo tengo 27 años, y la ilusión de seguir cumpliendo retos tanto a nivel de club como de selección", reivindica el capitán de un Athletic Club que este martes visitará el Camp Nou con la ambición de "conseguir algo positivo" para poder seguir luchando por apurar sus opciones de lograr un billete para "entrar en Europa, que es donde debe estar el Athletic".

"Quedan ocho partidos, y hay que ir a muerte. Como si fuera un Mundial, en el que estás obligado a ganar para seguir vivo. Nosotros tenemos un calendario muy jodido, pero en este sprint final tan exigente e intenso vamos a darlo todo", añade el 10 del conjunto de San Mamés, que, a la expectativa de saber cuándo podrá disputarse el histórico derbi contra la Real Sociedad de la final de la Copa del Rey, ha vuelto al césped con dos empates, contra el Atlético y el Eibar, y un triunfo sobre el Betis, en un encuentro en el que Muniain engrandeció un poco más su leyenda.

"No quiero irme a ningún lado. Aquí soy enormemente feliz. Y quería demostrar que aún es posible hacer una carrera entera en un club, que continúa siendo posible entregarse al amor por unos colores"

El atacante navarro, el futbolista más joven de la historia en debutar y en marcar con el Athletic en Primera, se consolidó en el 13º peldaño de la lista de los jugadores que más veces han vestido la elástica rojiblanca, situándose a 200 justos de los 614 de José Ángel Iribar.

El delantero admite que le gustaban el Barça y Ronaldinho, pero que antepuso el corazón rojiblanco

"Sería precioso llegar a esa cifra. Me lo he imaginado muchas veces. Pero no me gusta pensar en el futuro. Prefiero disfrutar del presente. E ir poco a poco, de uno en uno. Los números son secundarios. Lo importante es disfrutar del día a día, y valorarlo. Y ser feliz", afirma Muniain, insustituible en los esquemas de Gaizka Garitano, antes de admitir que "las dos lesiones de rodilla y los momentos amargos me han permitido aprender a saborear las pequeñas cosas de la vida".

La sonrisa de Ronaldinho

La preciosa historia de Muniain en el Athletic empezó a escribirse a los 12 años (2005), cuando dejó atrás el barrio pamplonés de la Txantrea para irse hacia Lezama, sediento de fútbol y priorizando la propuesta de su Athletic a la del Barcelona. Quería ser como Julen Guerrero, Joseba Etxebarria o Fran Yeste, sus grandes ídolos de infancia, aunque también le tentó la hipnótica sonrisa de Ronaldinho.

"Para mí, Ronadinho siempre será uno de los mejores jugadores de la historia. Era un mago. La sonrisa del fútbol. A veces aún me pongo vídeos de jugadas suyas en YouTube. Lo que hacía era una auténtica pasada. Todavía me emociono al verle"

"Para mí siempre será uno de los mejores jugadores de la historia. Era un mago. La sonrisa del fútbol. A veces aún me pongo vídeos de jugadas suyas en YouTube. Lo que hacía era una auténtica pasada. Todavía me emociono al verle", asiente el 10 rojiblanco, que, con el paso de los años, ha ido centrándose, tanto sobre el césped como fuera, hasta alejarse definitivamente de la figura de Bart Simpson y erigirse en uno de los grandes referentes de la entidad bilbaína.

"Ronaldinho me gustaba mucho, y el Barça también. Pero tiró más el corazón. Mi sueño era jugar en el Athletic, y es un honor y un gran orgullo poder hacer una carrera entera en el club que siempre he amado, y poder disfrutar cada día de lo que cualquier aficionado del Athletic soñaría con hacer un día", prosigue un Muniain que hace dos años le juró amor eterno al club de San Mamés al prolongar su contrato hasta el año 2024 sin incluir cláusula de rescisión.

Ser feliz

"No quiero irme a ningún lado. Aquí soy enormemente feliz. Y quería demostrar que aún es posible hacer una carrera entera en un club, que continúa siendo posible entregarse al amor por unos colores", apunta Muniain, que en el gemelo derecho lleva tatuada la Supercopa que el Athletic alzó en el 2015 al batir al Barça. "Sé que he renunciado a otras aventuras y experiencias, a ganar un montón de títulos, pero no hay nada más bonito ni que me motive más que luchar por ganar y hacer historia con este club. Y nada, ni cinco Champions, podría cubrir el vacío de no vestir la camiseta del Athletic", apostilla.

Siempre alegre, su eterna sonrisa solo se resquebraja al reconocer que estos tres últimos meses han sido "muy complicados". "Echaba mucho de menos la pelota. Y el césped. Tenía muchas ganas de volver a reencontrarme con todo ese tipo de sensaciones que tan felices nos hacen, y que tanto añoraba. Duele verte alejado del césped, pero lo que más me duele, lo que realmente importa, es ver como ha afectado este virus a la gente y la cantidad de familias que han quedado rotas", remarca Muniain, emocionado al revivir el encuentro de hace una semana contra el Atlético que supuso el regreso del Athletic al verde.

"Fue muy especial poder dedicar un gol a todas las personas que han perdido su vida por este maldito virus, y en especial a mi abuelo, del cual no me pude despedir. La muerte de un ser querido es dura de por sí, pero vivirla encerrado en tu casa, sin poder estar cerca de él en los últimos momentos, te hace sentir un dolor tremendo"

La pérdida del abuelo

"Fue un día de muchas emociones. Volver a jugar un partido fue como ser libre otra vez. Fue algo mágico. Y fue muy especial poder dedicarles un gol a todas las personas que han perdido su vida por este maldito virus, y en especial a mi abuelo, del cual no me pude despedir. La muerte de un ser querido ya es siempre dura de por sí, pero tener que vivirla encerrado en tu casa, sin poder estar cerca de él en los últimos momentos, te hace sentir un dolor tremendo".

Y, convencido, con su tono siempre tranquilo, maduro, Iker Muniain sentencia: "Somos unos afortunados, y ahora nos toca correr un pequeño, mínimo, riesgo por la gente. Porque la gente tenga un motivo más para volver a sonreír".

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