Instagram fotografía Afganistán

De todos los militares que se han desplegado en Afganistán, sin duda son los legionarios los que mejor se han integrado en el paisaje humano. No es ninguna tontería, pero la barba poblada de muchos legionarios está muy bien vista en un país en el que los talibanes obligaban a llevar barba, sinónimo de respeto y autoridad. En la provincia de Badguis el paisaje es monocromático, de un marrón achocolatado que solo en algunos tramos de los inmensos valles que conducen hasta Ludina empiezan a enverdecer. Son cosas de una primavera que en Afganistán regala flores de papel y ropa con las que los afganos gustan adornar sus coches y motocicletas. De vez en cuando en el camino, aparece un grupo de casas. Cuesta distinguirlas porque se mimetizan en el marrón del paisaje. Se trata de construcciones sencillas, cuadradas, de adobe, con plásticos en el techo, puertas que no cierran, y sin ventanas. No hay agua corriente, no hay luz, no hay nada. Las mujeres no se ven, solo algún hombre irrumpe de

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La barba de los legionarios. periodico

Ruta Lithium. Afganistán. Jueves, 29 de abril. Un afgano espera de cuclillas en lo alto de un muro el paso de un convoy de 39 vehículos militares españoles de camino al puesto avanzado de Ludina. ¿Qué sienten los afganos de la presencia militar? Difícil saberlo. La mayoría han nacido y crecido en un país ocupado. En Badghis, la provincia tutelada por España, es cierto que la insurgencia, una mezcla extraña de talibanes y delincuentes, ha conseguido durante años someter a un pueblo que vive en condiciones feudales. Casas de adobe, sin luz, sin agua.. sin nada. Un color chocolate monocromático inunda un paisaje sin nada más que colinas imposibles. El afgano es duro. Los 365 días del año lleva el mismo uniforme chancletas, y shalwar kamiz, una camisola larga rematada en bombacho para ellos. Y velo con túnica o burka azul cielo para ellas.

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Esperando el paso del convoy militar. periodico

Los legionarios del puesto avanzado de Muqur, en Afganistán, localizaron hace dos domingos al mediodía un IED (artefacto explosivo improvisado, en sus siglas en inglés) a menos de un kilómetro de la instalación militar española. Los insurgentes lo habían escondido bajo tierra a 200 metros de las puertas de un colegio que hay situado a pie de la carretera que conduce hasta Qala i Naw. En esta ocasión el artefacto no era de contacto por peso, como los que han explosionado en los últimos años al paso de blindados, sino que se trataba de una mina que debía ser accionada por control remoto al paso de un convoy militar español. Los desactivadores consiguieron neutralizarlo limpiamente, sin necesidad de hacerlo detonar. El IED era de 10 kilos de explosivo casero. El hallazgo del artefacto alteró todo los planes de los militares, que tuvieron que aplazar más de 24 horas la salida de un convoy militar que se dirigía a Qala i Naw y en el que viajaban un grupo de informadores españoles, entre

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Legionarios de Muqur. periodico

España cuenta desde hace diez años con presencia permanente en Afganistán. Sus tropas están integradas en la ISAF, una coalición de varios países. Bajo su tutela está la provincia de Badghis, al norte del país. Una de las zonas más pobres de la muy pobre Afganistán. El retrato fue tomado el jueves en el interior de un blindado RG-31, camino de Ludina. El trayecto entre Qala i Naw y Ludina, de 35 kilómetros, lo hicimos en tres horas. Hay que parar para controlar que no hay explosivos en la carretera. El legionario Jesús Morales, no aparta sus casi trasparente ojos azules de la pantalla de su puesto de tirador. Como si de un mando de videojuego se tratara, el tirador controla con una visión perfecta todo lo que ocurre a más mil metros de distancia. Acerca y aleja la imagen. El zoom es perfecto. Se preocupa especialmente de las colinas, y a al atravesar los poblados, de las azoteas de las casas. No para. Su mirada está clavada en la pantalla. No pierde ni un solo movimiento.

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Los ojazos del legionario Jesús Morales. periodico

Los musulmanes acostumbran a llevar enroscado en la mano una especie de rosario de cuentas que repasan una a una mientras rezan. La religión no tiene nada que ver con el fanatismo de los talibanes. Y en Afganistán el llamado enemigo cada vez tiene menos que ver con el talibán. Los hostigamientos a las tropas extranjeras, los disparos contra los convoys españoles, las emboscadas en los montes las protagonizan en muchas ocasiones criminales que necesitan mantener su negocio de tráfico de drogas en la región y a los que la presencia de tropas entorpece su enriquecimiento.

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El rezo del musulmán. periodico

Al teniente barcelonés Raúl Otero le toca tutelar una patrulla conjunta de la Legión y el ejército afgano en el pequeño pueblo pastún de Sargar, que no tiene más de un centenar de habitantes. Junto a Otero camina pegado el teniente Maiwan, ascenderá en dos meses a capitán, es nuevo en la zona, y el teniente español quiere presentarle a los notables y ancianos de la aldea. El paseo se realiza a ritmo acelerado por las calles de tierra, un barrizal tras la tormenta de la noche anterior. Las casas son de adobe, de un marrón uniforme, sin ninguna concesión al color. Hay plásticos en las azoteas para evitar las lluvias. Los hombres se arremolinan en las puertas. Observan el paso de los militares inmóviles, en una posición permanente de cuclillas que les convierte casi en estatuas. Ni pestañean. Los niños corretean al paso de los militares. Las mujeres no están. Han desaparecido del paisaje. Permanecen escondidas en sus casas.

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Raúl Otero tutela una patrulla. periodico

Valle de Muqur, a unos 35 kilómetros de Qala i Naw

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Legionario en la cima de la colina. periodico

Estampa feudal. Pastores pastunes a lomos de un burro en las colinas del distrito de Muqur. La primavera también ha llegado a Afganistán. Estampa insólita. Con pastos verdes tras las primeras lluvias.

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Estampa feudal. periodico

La aldea de Sarfar, en el valle de Muqur.

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El tiempo pasa a ritmo lento. periodico

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