Abro hilo
Infiltrados en el Barça, en el Madrid, en la Ser y en el más allá
Las cuentas ‘fake’ de X, un programa de radio y una muerte que no fue, protagonistas en las redes sociales

El periodista Pablo González. / Twitter/EFE


Daniel G. Sastre
Daniel G. SastrePeriodista
Periodista. Profesor asociado en la UB.
Siempre ha habido agentes dobles, y hasta triples. Esa gente que, durante una guerra y también en tiempos de paz, se infiltra en las filas del enemigo o el adversario para pasar información a su gobierno. No es necesario recordar a Mata Hari o a Joan Pujol, el espía catalán que consiguió burlar a Hitler; no hace mucho vimos cómo Estados Unidos y Rusia se intercambiaban prisioneros acusados de espías, entre ellos el español Pablo González.
A una escala más burda, como casi todo lo que sucede en esa red social, en X se está reproduciendo este esquema, pero entre seguidores de equipos de fútbol. En esta ocasión, las cuentas de usuarios claramente madridistas que se hacen pasar por barcelonistas, y viceversa, se supone que tienen el objetivo de desmoralizar a los seguidores del equipo rival, de sembrar dudas en sus convicciones. Pero la manipulación que intentan llevar a cabo es muy poco sutil, con lo cual sobre todo sirven para echar unas risas, que tampoco está mal.
Un ejemplo de cada bando. El primero tiene un nombre de usuario tan impecablemente barcelonista como @XavismoFCB_ y está a punto de alcanzar los 10.000 seguidores. "¡El mejor Madrid ha vuelto! Victoria aplastante ante un Sevilla que nada pudo hacer, y con una efectividad que ya quisiéramos nosotros. Ojo, y lo dice un culé", escribió tras una victoria blanca. "Y decirlo no te hace menos culé", se regocijan en los comentarios, muchos en broma, los madridistas a cara descubierta.
El otro es @GutismoRM, casi 9.000 seguidores. "Cambiaría cinco Champions por no haber visto a Messi como campeón del mundo", escribe por ejemplo en un mensaje. Son pueriles, pero también fascinantes, estas escaramuzas de entre semana, este esgrima dialéctico con alfileres.

Captura de un tuit de @GutismoRM. / X
Y luego hay otros personajes de otros ámbitos que, aunque no debería ser así, también pueden ser vistos como infiltrados. Se supone que los periodistas tenemos que explicar lo que vemos. Y, aunque todo el mundo lleve puestas sus gafas de serie, hay cosas que son evidentes. Como recordó Manuela Carmena esta semana en una visita a Barcelona, nadie acierta siempre, y tampoco nadie se equivoca siempre, aunque eso parezca en los debates políticos actuales. "¿Cómo puede ser que los políticos siempre digan que ellos lo hacen todo bien y el rival todo mal? Parece de parvulario, no es serio, no es útil", dijo la exalcaldesa de Madrid.
Con la crisis de la prensa, a los periodistas les cuesta cada vez también más distinguirse de la línea editorial del medio que les paga. Por eso tiene tanto mérito lo que hace Juan Carlos Ortega en la Ser, y también lo tiene la emisora por darle carta blanca. Su programa 'Las noches de Ortega' es una oda semanal al humor absurdo cuyas pullas no distinguen de colores políticos. En el penúltimo episodio el cómico se ceba abiertamente con Pedro Sánchez a cuenta de los actos que ha preparado para recordar el 50 aniversario de la muerte de Franco. Cualquier cosa que se diga aquí no hará justicia al nivel y finura de la sátira, en la que en vez de las del último dictador español se recuerdan las fechorías de Calígula, así que mejor escucharlo.
En las redes sociales también se han dado cuenta de lo difícil que es hacer lo que hace Ortega. Y los aplausos le llegan, evidentemente, del bando que no suele escuchar mucho los programas más conocidos de la Ser. "Gracias, valiente", le dice uno. "Por lo menos quedáis algunos pocos capaces de hacer humor sin ataduras políticas. Ojalá tengáis mucha suerte", escribe otro.

Juan Carlos Ortega. / X
Para cerrar la metáfora, podría hablarse esta semana también de un tercer tipo de infiltrado: el que, en contra de su voluntad o sin ni siquiera saberlo, se ve transportado al más allá. Porque las redes sociales han multiplicado los peligros de que uno de los mayores miedos de un periodista se haga realidad: dar por fallecido a alguien que no lo está. Todo el mundo quiere ser el primero en mostrar su doliente aflicción –y en general también en subrayar cuánto conocía al muerto, y qué importante era él en la vida del muerto–, lo que provoca que muchas veces se despida a gente que aún no se ha ido. El último caso sonado había sido el de Noam Chomsky, a quien una multitud de medios enterraron el pasado verano, durante la Eurocopa, y ahí sigue, vivo, a sus 96 años.
Pero es innegable que esa urgencia morbosa depara también algunos buenos momentos. Sobre todo si el falso cadáver tiene el suficiente sentido del humor, además de una disposición de ánimo aceptable. Es lo que ha sucedido esta semana con Raúl Zurita, poeta chileno de 76 años, premio nacional de Literatura de su país. Cuando se publicó que había muerto, no perdió la oportunidad de citar las palabras que dijo Mark Twain cuando un periódico lo enterró vivo en 1897. "Las noticias en torno a mi muerte son un tanto exageradas", escribió Zurita el pasado martes.
Su esposa, Paulina Wendt, aclaró después que el poeta está en perfectas condiciones. "La noticia que anda circulando es una mentira iniciada por un italiano descriteriado que se dedica a lanzar este tipo de idioteces", añadió. Lo cual pone el foco con poco margen de error en el humorista Tomasso Debenedetti, también autor del bulo sobre Chomsky, que sin duda debe de tener mejores chistes. O quizás no, y entonces el título de humorista le queda muy grande.

El poeta chileno, premio Reina Sofía de Poesía, Raúl Zurita / RICARD CUGAT
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