Abro hilo
Todos tranquilos, Óscar Puente no se va de Twitter
Los anuncios de la gente que abandona X y de la que se queda protagonizan la actualidad en las redes
Daniel G. Sastre
Daniel G. SastrePeriodista
Periodista. Profesor asociado en la UB.
Todo son buenas noticias para Elon Musk en la segunda semana triunfal después de su victoria electoral en EEUU por persona interpuesta. Ha conseguido un trabajo, que siempre viene bien para sacarse un dinero extra, y su red social está en boca de todos. X, a quien nadie llama así sino Twitter, está en el punto de mira internacional porque, según varios estudios solventes, contribuyó de forma decisiva, privilegiando la difusión de bulos y desinformación, a que Donald Trump venciera en las urnas a Kamala Harris. No puede haber mejores noticias para el hombre más rico del mundo, que ve de este modo refrendada la arriesgada apuesta que hizo cuando decidió comprar una red social estancada por 40.000 millones de euros. Y, como premio, tendrá un puesto en el nuevo gobierno en el que podrá ejercer su afición por el recorte de personal y derechos laborales.
¿Qué tiene Musk? Influencia, que es justo lo que buscaba con esa adquisición. ¿Qué no tiene Musk? Presunción de neutralidad, lo cual a todas luces le importa un pimiento. 'The Guardian' anunció a principios de semana que ha decidido abandonar sus cuentas en la web, pero aunque algún medio decida salir de Twitter, es difícil que Twitter salga de ellos: por muy sesgado que esté el algoritmo, en esa red se siguen cocinando muchas polémicas que merecen explicarse, además de que es la vía que eligen todavía muchas instituciones y personalidades para dar a conocer novedades relevantes.
En un mensaje grandilocuente, propio de alguien que está borracho de éxito –y cómo no estarlo, visto lo visto–, Musk saluda estas huidas a medias con displicencia: "X es donde va la gente para obtener las noticias más actuales y aprender sobre el mundo. Los medios tradicionales son nuestros competidores directos. Van a buscar cualquier ángulo para intentar cancelar X". Realmente, es difícil estar más eufórico que él.
En un efecto bola de nieve que produce cierta ternura, muchas cuentas minúsculas para lo que es esa red han anunciado solemnemente que también abandonan Twitter. No pueden aguantar más el ambiente irrespirable, y lo gritan al mundo, que para eso sirven las redes sociales. Un aplauso solidario desde aquí. Aunque lo cierto es que algunos de ellos han anunciado ya en varias ocasiones que cerraban sus cuentas, y después no lo hacían; a esos les daremos ahora el beneficio de la duda que se otorga a quien sale por cuarta vez de la clínica de desintoxicación prometiendo que nunca más.
Se marchan a otras ágoras se supone que menos tóxicas, más amables, más cercanas a sus nobles ideales. En estos días se ha llevado la palma Bluesky que, puesta en marcha por Jack Dorsey, uno de los fundadores de Twitter, había pasado hasta ahora sin pena ni gloria intentando hacer la competencia a Musk. Pero ha sido elegida por el dedo invisible de la progresía como destino del éxodo, y su número de usuarios crece ahora a razón de varios millones por día.
Sin embargo, algunos aguerridos guerreros de la socialdemocracia no están dispuestos a que Twitter se convierta en un solar lleno de trolas y conspiraciones y vacío de izquierdismo. En España, quizás el principal exponente de esa vía de abnegación y sacrificio es el ministro de Transportes, Óscar Puente. Animado por su éxito de las últimas semanas en la red, donde muchos usuarios han celebrado su manera de anunciar cómo se reconstruían las infraestructuras dañadas por los trágicos efectos de la DANA que asoló Valencia, anunció con mucha épica que él no abandona: "Yo no me voy a ir de aquí. No voy a dejar de luchar. Sé que mi vida sería mucho mejor si dejase esta red. Pero mis causas son más importantes que mi vida. Así que aquí seguiré. No pienso ceder este espacio solo para quienes intoxican o difaman".
Quizás animados por la soflama del ministro, otras personalidades han hecho anuncios similares, en el sentido de que todos los que no quieren que las tinieblas se apoderen del mundo pueden confiar en ellos como punta de lanza de las fuerzas del bien en Twitter (de momento, nadie ha hablado de irse de otras redes, como TikTok, Facebook o Instagram, bastante más concurridas). El exministro Alberto Garzón o Pablo Iglesias han dicho que ellos también seguirán dando la batalla. "Si dejas que los matones se queden con el campo de fútbol del cole, después irán a por el de baloncesto y después le robarán el bocadillo a los niños más débiles. Lo mismo en las redes. A los matones hay que hacerles frente también en X, aunque sea su terreno", fue la metáfora que empleó el exvicepresidente del Gobierno.
Pero no hay que engañarse: tras la victoria electoral de Trump, mayoritariamente cunde el desánimo en ese espectro ideológico de la población. A Àngels Barceló, conductora del 'Hoy por hoy' de la Ser, le preguntaron esta semana si hay que dejar Twitter, y su respuesta es contundente. "Yo creo que sí, que hay que dejar Twitter. Hay quien dice que hay que seguir ahí para dar la batalla, pero es que yo creo que la batalla tenemos que darla en los medios tradicionales, porque en Twitter da igual, el algoritmo te va a llevar donde te va a llevar. Ellos han ganado la batalla, ahí tampoco te van a escuchar, ¿no? Creo que hay que abandonar esa red social", dijo.
Parece claro que la polarización que ya contamina todo el debate político se ha instalado para largo tiempo en las redes sociales. Y quizás ocurra a partir de ahora que un bando y otro se relacionen en sus propios ambientes solo con gente que piensa como ellos. Como si en el mundo real fuera posible no compartir el espacio público con quien tiene una idea sobre la organización social o sobre cualquier otro tema que no sea exactamente igual que la tuya.
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