Entrevista

Ana Viladomiu, inquilina de La Pedrera: "Desde mi cómoda vida claro que he de pedir disculpas"

Ana Viladomiu, última residente en La Pedrera Casa Milà

Ana Viladomiu, última residente en La Pedrera Casa Milà / FERRAN NADEU

Anna R. Alós

Barcelona
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Es una de las dos únicas personas que viven en La Pedrera de Barcelona, edificio Patrimonio de la Humanidad diseñado por el arquitecto Antoni Gaudí y que originalmente se llamó Casa Milá. Es escritora, instagramer vocacional y aún con sus muchos seguidores, del todo orgánicos, no se considera influencer. Es autora de una trilogía en forma de novela que cuenta las diversas etapas de la vida de la ficticia Martina, y en la tercera entrega, autoeditada en Amazon, habla de la madurez de una forma relajada, sincera, sin tapujos ni complejos, pero araña una realidad ineludible, esa que deja bien claro que el tiempo, inexorable como es, no se puede comprar, y que hay un momento en la vida que mirando hacia atrás hay más volumen que hacia adelante. Lo ha titulado 'Cuando el otoño', y una vez más, como en las entregas anteriores, desvela curiosidades desconocidas del interior del singular edificio.

Vivir entre paredes que son Patrimonio de la Humanidad, ¿impresiona?

Llevo 38 años viviendo en esta casa y mi trabajo literario se ha apoyado en ello, pero si no fuera así y no me preguntaran, ni lo pensaría. Este piso es mi hogar, desde el pasillo veo a los turistas en el terrado y me saludan, es divertido.

Hay dos edificios independientes y usted vive sola en uno, ¿nunca ha tenido miedo de estar sola de noche? O durante la pandemia.

Qué va, ¿sabe la de seguridad que hay? Personas y cámaras por todos lados. A veces se me escapa Mía, la perra, y a los tres minutos me están llamando para decir: 'Su perra está bajando por las escaleras'. Incluso algún día se me olvida cerrar la puerta. Además, ¿qué me pueden robar? Lo que tiene más valor son los libros. 

Lleva usted media vida entre estas paredes.

Me instalé al casarme, después llegaron mis hijas, después me separé… Pero seguimos estando muy unidos, mi exmarido es mi familia, nos separamos con amor, solo nos hartó la convivencia. Ahora no vivimos en pareja, vivimos en familia y pasamos juntos muchos domingos. 

En sus novelas deja claro también que el amor no es suficiente.

Pues no, el amor no es suficiente para que una relación funcione, con quien sea. No nos damos cuenta pero en la convivencia no paramos de negociar y eso desgasta mucho. A la que vuelves a estar sola dejas de hacerlo y disfrutas tus rutinas. A los hijos los quieres más que a tu vida, pero hay momentos de caos en los que deseas que cada uno esté en su casa.

Si el amor no le parece suficiente, ¿qué le sumaría?

Una buena convivencia, buen sexo… En cuanto a las aficiones, el ocio, depende, está bien que cada cual tenga su universo, sus amigos, sus intereses. Creo que la gente joven va por ahí, mientras que antes parecía que teníamos que hacerlo todo juntos. Una pareja con la edad es un apoyo, a qué negarlo, aunque sea para que vaya a la farmacia a por medicinas, al súper. Solo tendría una nueva pareja en plan apart together, cada uno en su casa con su gato, su perro, su ducha, su nevera, su armario… Y sus hijos. 

La vida de su protagonista literaria cambia a medida que avanza en años. ¿Cómo ha cambiado la suya a dos años de cumplir los setenta?

Yo era muy asilvestrada, pero llega el otoño y empiezas a frenar. Por ejemplo, me apetece ir a Vietnam, pero pienso que me puede pasar cualquier cosa y me freno. Te haces mayor, dejas de viajar con lo puesto y llevas un montón de medicamentos en la maleta: analgésicos, para la acidez, gotas para los ojos, antibiótico, los “por si acaso”. En cambio el tema arrugas me da bastante igual, no me estresa. 

Parte de su fama procede de su Instagram, ¿se llamaría influencer?

No, pero me gusta manejarlo, me da vida. De veinte fotos cuelgo la mejor, pero no es muy diferente de cuando montabas un álbum de fotos y desechabas las malas. Trabajo mucho mi cuenta, me acompaña mucho, me va compartir mi vida, mi perra. Conozco gente nueva, reencuentro gente del colegio… Expongo lo que yo decido, no más.

¿Cómo entiende la jubilación?

Hay personas que empiezan a vivir, a viajar. La madurez a veces significa libertad, aunque sea pintando en casa, teniendo un huerto, lo que han querido hacer siempre y no han podido. Lo que hay que desechar es el miedo, aunque no lo llamemos miedo, es ver el horizonte y saber que no te apetece tanto lo que te espera como antes.

¿Intuye algo bueno en tener una nueva pareja? 

Sí, ir de viaje, al teatro, una buena conversación. Lo suyo es un amigo con derecho a roce, poder tener esa compañía emocional. Pero los hombres de mi edad, que son los que me tocan, me parecen tremendos. Y uno más joven ¡qué pereza!, lo vería como un hijo.

Si pudiera, aún sin experiencia, volver atrás, ¿lo haría?

Sí, a los 20 años, vamos allá. ¡¡¡Me lo pasaba tan bien!!! A los 23-25, hasta los 40. Repetiría con lo bueno y lo malo, era un espíritu libre, paz y amor formaban parte de mi vida, no tenía que esforzarme por una libertad que ya tenía.

En pareja, ¿no se ha sentido libre?

Siempre me he sentido libre estando en pareja, no me he planteado que estando en pareja puedo ser menos libre, ni se me ocurre. He visto maridos muy pesados y controladores, qué horror.

¿Cree que ha de pedir disculpas por gozar de ciertos privilegios, como vivir donde vive?

Tal y como está el mundo me siento en la obligación moral de pedir disculpas a todas horas. ¿Qué más desgracias podemos ver? Desde mi cómoda vida claro que he de pedir disculpas.

¿Siguiente proyecto?

'Los miércoles de otoño'. Mi último libro es autoedición, por Amazon, y los lectores venían a la portería y yo bajaba a firmar. Pues ahora los reúno en casa, unas siete personas cada vez, para pasar unas horas en buena compañía y firmar los libros. Me escriben en la web y organizo los grupos. 

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