ANIVERSARIO DE UNA INSTITUCIÓN DE LA MODA ESPAÑOLA

Francis Montesinos, el chaval que se hacía las camisas para ir a la 'disco'

"Barcelona me hizo internacional, le debo mucho", afirma el diseñador valenciano, que cumple medio siglo en la moda

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Nacho Herrero

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El adolescente que se hacía sus propias camisas para ir a la discoteca fue después el joven que vistió y se iba de fiesta con los protagonistas de la Movida y sigue siendo hoy el diseñador que llena de color y de locura la pasarela española. Al hilo de la exposición que recorre su carrera en el MuVIM de València, Francis Montesinos repasa para EL PERIÓDICO los 50 años que lleva rompiendo esquemas.

Estampados que ‘predijeron’ la Barcelona olímpica, de las Fallas, de cuadros de Salvador Dalí o de reliquias religiosas. Vestidos de mujeres toreras o sayas para hombres. Sus ‘Saragüells’. Homenajes a García Lorca Miguel Hernández. Montesinos siempre ha abierto camino. “Cuando haces una cosa así por primera vez dicen que estás loco. La locura, por llamarlo así, que es la sabiduría, la innovación y la creatividad, está en la línea que separa la normalidad de la anormalidad. Es lo que roza entre el bien y el mal”, reflexiona el modisto.

València, el sol de la vida

Cuatro paradas, cuatro ciudades, marcan este trayecto vital. La primera, València. “De donde salí, a donde volví y donde más se me quiere. Hay una cosa que yo adoro y que me permite trabajar a gusto, que es el tiempo. Hace sol 360 días al año”, explica.

Cuenta que el barrio de El Carmen, donde nació y donde estaba la tienda de ropa con dos costureras mayores incluidas que su madre le dio como herencia, le ha dado todo. Y al revés. “La modernidad estaba allí aunque fuera aún no se sabía. Luego se conoció a través Barcelona en los setenta, conmigo, con Javier Mariscal, con el Hortelano (el pintor José Alfonso Morera). Éramos muchos viviendo allí y éramos los más modernos, desde luego”, recuerda divertido.

Eivissa: había otra España

Antes de ese traslado, para entender el concepto Montesinos, es imprescindible hacer una primera parada cruzando su amado Mediterráneo. “Descubrí Eivissa en los años 60 al ir a ver a mi hermano, que había montado allí un colegio. Descubrí que había otra España. El sexo, la droga y el rock and roll. Descubrí que había color, otra forma de ser, de vivir, incluso la misma moda”, rememora.

Con esa nueva perspectiva, empezó a dar que hablar desde su tienda con unas inesperadas aliadas: las señoras valencianas. “Todas iban a bodas a Barcelona y a Madrid y fueron mis embajadoras. De las más católicas a las menos católicas”, ríe divertido. Entre todas, hubo una: la exministra Carmen Alborch. “Fue una gozada conocerla. Me llegan tantos flashes… son muchas Cármenes”, asegura mientras parece  verla con cada diseño que le hizo. “Entrando de ministra en la inauguración del Berlín capital de la cultura española, bajando la escalera del IVAM o la de los Goya… fue tanto tiempo juntos rompiendo los esquemas”, recuerda nostálgico.

Barcelona, la salida al mundo

Pero no bastaba con enviar mensajeras había que ir a donde se estaba cociendo la modernidad y Montesinos se mudó para salir al mundo. “Barcelona me hizo internacional, le debo mucho. Allí descubrí el textil y tuve la gran suerte de hacerme amigo de los mejores tejedores y de los grandes gestores. Europa entraba por allí, era la ciudad cosmopolita, la más moderna de España. El que quería hacer algo nuevo se iba allí”, sentencia.

Allí estuvo él 15 años cosiéndose un nombre y deslumbrando con colecciones en las que su genio se juntaba con el de otros. “Balenciaga, Dalí, Sorolla, Miguel Hernández, García Lorca, Mar Bonet, Camarón… gente con la que me pone el pelo de punta, que te hace vibrar y sin darte cuenta te han dado las seis de la mañana trabajando sobre ellos”, cuenta el valenciano.

Madrid, cada noche una fiesta

Después le empezaron a dar las seis de la mañana pero de otra manera. “La etapa de Madrid fue corta, era todo lo contrario a Barcelona, donde me pasaba los días en el taller. Allí no podías hacerlo porque cada día y cada noche había una fiesta. Me fui porque no me podía centrar, tenías que salir todos los días y a mí me gusta pero no todos los días…”, asegura con voz pícara. En esos cuatro años antes de regresar a València le dio tiempo a ser uno más en la Movida. “Fue algo natural. Pedro (Almodóvar) me descubre en un desfile y se enamora, como Paola Dominguín, que hemos sido y somos muy amigos. Miguel (Bosé) me descubrió algo antes porque con él trabajé. Pero todos ellos han sido la magia, el hechizo de Montesinos”, reconoce.

Aunque eche la vista atrás, el diseñador valenciano no deja de mirar adelante. “Disfruto mucho haciendo el vestuario de una ópera o de una obra de teatro”, explica. No ha cambiado tanto, dice. “Afortunadamente queda bastante de ese adolescente que se hacía sus camisas para ir a la discoteca, todavía soy un poco tonto”, cuenta sin que se le borre su eterna sonrisa de la boca.