Las claves

Pussy Riot: el feminismo de Nadya Tolokonnikova y su guía para la desobediencia civil

Pussy Riot

Pussy Riot / Bego Solís / Matadero Madrid

Mamen Hidalgo

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Nadya Tolokonnikova llegó a Madrid sonriente y consciente de la magnitud de su discurso. En la Cineteca de Matadero le esperaba un público amable, implicado con su causa contra el gobierno ruso, con su feminismo punk, y muy lejano a la tortura que ha vivido en su propio país cuando ha alzado la voz ante los abusos de poder. Con la cara iluminada ante la acogida de su acto, grabó varios vídeos de los asistentes para su cuenta de Instagram y disfrutó de una copa de vino y de la libertad acomodada en un sillón desde el que transmitía mucha tranquilidad. 

La activista y fundadora de Pussy Riot, a cara descubierta—aunque se puso una máscara de colores durante un rato—recordó la escena que le puso donde hoy está, cuando irrumpió con sus compañeras en la Catedral Cristo Salvador de Moscú en 2012 para pedirle a la Virgen María que se hiciera feminista. Una performance cuyo vídeo dio la vuelta al mundo y que le costó el ingreso en prisión unos días después. 

Ante estas escenas, Rusia se dividió mientras las autoridades pidieron la cabeza de estas mujeres que habían atentado contra las ideas conservadoras del país. Pasó 18 meses en una cárcel donde trabajaba 16 horas diarias sin descanso, donde si se pinchaba con una aguja apenas tenía unos segundos para expresar su dolor. 

Cuatro años después de su puesta en libertad, y convertida en un icono feminista y anti Putin, Nadya presenta 'Pussy Riot, de la alegría subversiva a la acción directa' (Roca Editorial), donde no solo narra su complicada vida en Rusia sino cómo el feminismo, que descubrió con solo ocho años, le ha llevado a reclamar lo que le pertenece, a denunciar los abusos de poder y el machismo imperante. 

Lo hace a través de diez reglas sencillas como recuperar la alegría, detectar los abusos de poder, no rendirse, hacer que el gobierno "se cague" o simplemente ser personas. Plantea estas normas, narra sus vivencias al respecto y señala líderes a seguir como Emmeline Pankhurst, Martin Luther King Jr. o Aleksandra Kolontái. 

En esta obra, la autora explica que el concepto con el que se creó el grupo fue fruto de la casualidad. Un día antes de una charla sobre ello se dieron cuenta de que en Rusia existían el feminismo y el punk, pero no el feminismo punk, así que se lo inventaron para tener algo de lo que hablar. Y así escribieron 'Muerte al sexista', una canción que reflejaba cómo las madres nadaban en "calcetines apestosos, platos sucios y kilos de mugre". 

Vidas de mierda, dominación masculina: ¡sal y libérate, mujer! Lavaos vuestros putos calcetines Y no olvidéis de rascaros el culo. Podéis dar el asco que queráis. Nosotras seremos lesbianas felices.  [...] Hazte feminista, sé feminista. Paz al mundo y muerte al machista. Sé feminista, destruye al sexista. ¡Muerte al sexista, acaba con su estirpe!

Era la primera letra de Pussy Riot, el origen de un movimiento mundial imparable donde el anonimato daba la libertad. "Con una máscara me sentía más heroica y más poderosa. Valiente, como si todo lo que me propusiera fuera posible. Jugábamos a ser superheroínas como Batwoman o Superwoman, dispuestas a salvar al país de los malos". Lo importante para ellas es que cualquiera podía ser miembro del grupo. Ahora, con los años, incluso los hombres.

Comenzaron su gira "los machistas están jodidos", actuando sobre mesas de restaurantes, cócteles, coches de lujo... y desfiles de moda. Como cuando boicotearon uno de ellos lanzando un saco de harina que provocó el sonido de una detonación al explotar varios globos. Apenas podían tocar una canción, lo que tardaban en ser arrastradas del escenario y detenidas. 

La tortura de la cárcel

El 21 de febrero de 2012 su vida cambió por completo. La acción protesta en la iglesia de Moscú contra la candidadura de Vladimir Putin supuso una estancia en prisión de 18 meses. Enviada a un campo de trabajos forzados en Mordovia, conocida por sus prisiones y unas costumbres conservadoras, trabajó de 7:30 de la mañana a 00:30 durante varios meses, durmiendo cuatro horas y librando una vez cada mes y medio.

"Que te manden allí es como mandarte a morir", cuenta. "A una chica la atizaron con unas tijeras en la cabeza por llevar unos pantalones al lugar equivocado. Otra mujer trató de clavarse una sierra en su propio estómago. Hay millares de mujeres seropositivas que trabajan sin descanso. Cuando se acerca el final las mandan al hospital a morir, de modo que sus cadávares no hagan mella en sus estadísticas".

Ante estas circunstancias, y pese a que tenía un trato distinto por tratarse de la activista de Pussy Riot, trató de organizar una resistencia. Habló con mujeres de confianza con la intención de formar un sindicato de reclusas. Pidió libros, investigó, estudió derecho laboral y memorizó todo lo que pudo consciente de que dejarían de darle ese material cuando conocieran su plan. Como por las buenas era imposible, trazó el plan B, desde la ilegalidad, con el objetivo de dialogar con el director de la cárcel. 

Pidió jornadas laborales de ocho horas, y el resultado fue mandarles a excavar zanjas, cargar bloques de cemento, el corte de agua caliente y la prohibición de lavarse con agua fría. "Así es como aprendí que el diálogo nunca funciona con aquellos que tienen poder sobre ti"

El feminismo, clave

El feminismo es para Nadya un movimiento esencial en el cambio global. "Hay gente que cree que el feminismo es provocativo, y yo lo veo esencial, especialmente en países como Rusia o Colombia", dijo en la presentación en Madrid. "Los movimientos feministas fuertes están lejos del primer mundo. En Europa y Estados Unidos se liga a los derechos laborales, que se separan de los derechos de igualdad o de los trabajadores. En Colombia, sin embargo, está muy conectado al socialismo y el marxismo". 

La activista desgrana por qué el feminismo es básico en su lucha contra el sistema, contra las teorías conservadoras o los hombres como Vladimir Putin y Donald Trump.

Para empezar, advierte de que el feminismo que debiera imperar es el de una tercera ola que desmonta el concepto de la igualdad de género, rechazando el modelo binario hombre/mujer. "No tengo una identidad estable. No veo el motivo para decir que nunca haré esto o aquello sobre nada. No creas que tu trabajo consiste en nacer con ciertos atributos y luego todo claro: los niños a la derecha, con uniformes militares y blandiendo pistolas, mientras que las niñas van a la izquierda con lacitos y blandiendo pinzas de depilar. Los roles sexuales son específicos del contexto, el lugar y la época. ¿De qué va el feminismo? Trata de deshacerse del exceso de expectativas que se proyectan sobre las personas según el género y el rol sexual que se espera que desempeñen".

Con tan solo ocho años fue consciente de que su vida iba a estar marcada por ese feminismo. Creía necesario buscar referentes que no existían en su país. Y aunque en Rusia los conservadores, especialmente la Iglesia, crean que su objetivo es destruir los principios cristianos y causar estragos en la familia, ella insiste: "El feminismo es una herramienta liberadora que puede ser usada por hombres, mujeres, transgéneros, trnsexuales, homosexuales, lesbianas, bisexuales, agéneros y por cualquiera. El feminismo me permite comportarme como me gusta y como me siento, desmonto los roles de género y juego con ellos, los mezclo a voluntad. Los roles de género son mi paleta de colores, no mis cadenas". 

De ahí la importancia también del lenguaje como campo de batalla, modificar los usos de los términos. "La palabra zorra está relacionada con el poder. Se les dice a las mujeres que han mirado al mundo y han decidido obtener lo que quieren de él. Me considero una zorra y una mala pécoara, y a mucha honra".

Los referentes

A lo largo de 264 páginas no solo hay tiempo para la autobiografía y la reflexión, sino también para apuntes históricos y reivindicación de referentes en su lucha. Son varios, pero hay dos que tienen especial magnitud en su idea de movimiento feminista. Emmeline Pankhurst, de quien se acordó en su octavo día de huelga de hambre, cuando los médicos le dijeron que le alimentarían a la fuerza. "No solo tenemos que luchar por nuevos derechos, sino proteger los que ya tenemos. Como bebés hambrientos debemos chillar y patalear para que nos alimenten".

Aleksandra Kolontái, pionera del feminismo en su país y primera ministra del gobierno ruso, quien en 1921 ya escribía que las mujeres no eran propiedad de los hombres y que había que facilitarles el divorcio. Quien ya hablaba del modelo capitalista en el que la igualdad laboral haría que las mujeres no tuvieran tiempo para tareas improductivas. Y, sobre todo, porque hace cien años "ya escribía sobre nuevos conceptos en las relaciones entre los sexos, con relaciones basadas en libertad total, igualdad y amistad genuina".