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La lección de vida de un joven que perdió la visión de un ojo

Este escritor no tuvo diagnóstico y no encontró explicación, pero con los años aprendió que las cosas importantes de la vida eran otras

José M. Campos

José M. Campos / periodico

María Aragón

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La historia de José M. Campos es una lección ante lo inesperado de la vida. Un día, este tuitero se levantó sin la visión de un ojo, y la ciencia no sabía explicar por qué. Se obsesionó durante dos años, insistió en un diagnóstico, investigó por su cuenta... hasta llegar a la conclusión de que lo único que merecía la pena era aceptar lo que había pasado y vivir. Tener una hija, ser escritor, y contarlo así para dar ejemplo:

Ante esa primera valoración, no se dio por vencido. Cuenta que investigó, se pasó un año leyendo literatura médica y se convirtió en un pequeño experto en patologías del nervio óptico. De poco le sirvió, pero necesitaba esa explicación.

Es entonces cuando empieza a valorar las cosas y darse cuenta de que muchas veces pensamos que hay cosas que siempre están ahí, que al despertar podrás tomar tostadas y café, caminar, leer un libro. "Que alguien nos quiere y siempre nos seguirá queriendo". Pero no.

"Somos eficientes aceptando la pérdida", dice, pero para eso hay que racionalizarla. Si no, el resultado es el caos. Necesitamos entender. Pero eso José lo aprendió más tarde, porque por entonces andaba obsesionado con buscar una explicación. "Necesitaba encontrar la puta causa de que, de un día para otro, una nebulosa negra se hubiera instalado en mi ojo derecho para siempre". Estuvo a punto de perderlo todo.

Volvió a ver a la neuróloga, y encontró la misma explicación. Pero preguntó si podía pasarle en el otro ojo. 

— Sí, puede pasarte.

— ¿Cuándo?

— Mañana, dentro de quince años o quizás nunca. Tendrás que aprender a vivir con ello. 

Y se fue de la consulta llorando. "¿Por qué precisamente cuando todo empezaba a ir bien, había encontrado trabajo y me acababa de mudar con una tía de la que estaba pilladísimo? ¿Qué había hecho para merecera aquella inmensa mierda?", se preguntaba.

Sus sueños se truncaron desde joven por la falta de movilidad en las manos y acabó muriendo joven, pero vivió todo intensamente. Su última anotación antes de fallecer con 34 años por una enfermedad desconocida en su época fue clara: "No he entendido nada". Pero no tenía miedo.

José tardó dos años en comprender todo.

Aprendió que es frágil y efímero y solo hay una oportunidad en el universo. Tuvo una hija. "ES muy hermoso el drama de la vida". 

Y ya han pasado diez años desde que perdiera la visión de ese ojo. Trabaja como escritor, y da gracias al universo por tener su vida.