Al sonido de los 'trolleys' en BCN se suma el de las bicicletas

IOSU DE LA TORRE / BARCELONA

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En la búsqueda de los colores de Barcelona, un grupo de sabios decidió hace una década que el que definía a la ciudad era el color sardina. Una tonalidad que se ha acentuado en estos días en que el anticiclón se ha instalado sobre el territorio y sobre la que nos alerta este mismo lunes la web del este diario al advertir que este octubre ha sido el que menos ha disfrutado de los rayos del sol. La postal de Barcelona ha resultado ser tan espesa como las de Londres y Berlín.

Definidos los colores de la piel de la ciudad que lleva el nombre del Barça (como diría el expresidente azulgrana Josep Lluís Nuñez), alguien debería tratar de asignar cuál es el sonido que resume lo que es hoy aquella de ciudad de los prodigios.

Yo lo tengo claro. El sonido de Barcelona es en realidad un ruido que recoge todos los demás. ¿Un ruido? Alguien podría apuntar al que hacen los camiones de la limpieza a las peores horas del día, entre la medianoche y desoués del amanecer. O el de los manguerazos sobre las Ramblas cuando se ha desvanecido la marabunta.

LAS SIRENAS DE LOS CRUCEROS

Como los ruidos van por barrios, habrá también quien apunte al de las sirenas. Las ambulancias del 012, los coches patrulla de las policías y los camiones de los bomberos.

El sonido de Barcelona puede ser también el del puerto cuando entran y salen los cruceros. El de los aviones se lo han quedado en El Prat. Si repasamos el calendario de las protestas en la calle, tan numerosas como imprescindibles, sobre nuestras cabezas sobrevuelan las hélices de los helicópteros.

Dependiendo en qué zona de la ciudad se viva, en verano lo que suena de un modo fijo o intermente es el del tráfico. En un Eixample de ventanas abiertas de madrugada, la estela sonora de la calle Aragó penetra en las casas. Si se atiende al mismo, se comprueba cómo va aumentando según avanza el amanecer. Y eso que el volumen de los taxis ha disminuido desde que irrumpieron los híbridos, tan silenciosos.

Habrá quien concluya que el auténtico rugido es el del Camp Nou cuando gana el Barça, que es casi siempre. O la melodía de los tubos de escape en la ciudad de las motos. El aleteo de las palomas (ratas con alas) en la plaza de catalunya. El de los músicos perseguidos en las tripas del metro. Podría rescatarse en Youtube aquel documento sonoro de Mauricio Gravana y Ferran Artigas (del 2008).

El ruido de Barcelona es melódico, se oye constantemente con el trajín incesante de los miles de turistas que vienen y van. El raca-raca sobre los 'panots' de las aceras del Eixample de las ruedecillas de las maletas arrastradas por visitantes de todas procedencias. Puede comprobarse en cualquier hora y momento. de norte a sur, en la rejilla ideada por Ildefons Cerdà.

El parque temático tiene banda sonora. Los 'trolleys' que no cesan.

Y EL RUIDO DE ALGUNOS CICLISTAS

Esta pieza colgada en la web del diario la tarde del lunes ha cobrado recorrido. Abierta la barra libre del Twitter, se suma el sonoro pedaleo de los ciclistas.

Cuando en traqueteo de las maletas sobre el 'panot' avanza por el Eixample, el peatón activa las alertas por la presencia de esos invasores sobre ruedas.@JosocStal (Albert) avisa: "És curiós que es deixa el soroll d les obres, els cotxes en general, les motos trucades, la gent q truca en llocs tancats...

El repique continúa con @bicicletabcn (bici es el futur) , @turminder_xuss , @tashi_lewis que se define como 'bici/longboard' o @PBicis (puras bicis) y @Binvaders .

Tienen razón, los sonidos de Barcelona son múltiples. Faltaban en esta reflexión- irreflexión firmada, los camiones que recogen la basura, los autobuses que dan bandazos por la Gran Via, los insensatos que hablan desde el teléfono móvil, los 'skaters' del Macba, los dueños de los perros que lustran las calles de meadas aunque casi todos recogen las cacas.

Y el de los ciclistas pasando en rojo, que no es otro ruido que el de un frenazo.